El país requiere un cambio hacia la equidad, una vuelta hacia la socialdemocracia o hacia el social liberalismo.
Luis Abinader no solo prometió un cambio generacional, sino un cambio en la forma de hacer política en el país, todos creyeron en su propuesta, pero cuatro años después, el país observa más de lo mismo. El famoso quítate tú para ponerme yo. No es fácil presentar una conducta diferente a las anteriores en las ejecutorias de la actual administración de gobierno. El tema de la política anti corrupción (quizás sea el más emblemático), lo prometido tuvo visos de diferencias cuando se habló de un ministerio público independiente, sin embargo, hoy nadie duda de que todo fue una pantalla, un mensaje bien montado que el tiempo se ha encargo de borrar. La corrupción sigue por sus fueros y no se observa que se haya detenido la misma, por el contrario, la gestión pública es cada vez menos eficiente que en el pasado, los servicios públicos han bajado estrepitosamente su calidad y a nadie preocupa. La inversión en publicidad y los repartos electoreros ante el hambre y la miseria de muchos está siendo transada por votos mediante diferentes artimañas.
Son los mismos rufianes de siempre, ya nadie del gobierno actual tiene credibilidad y, lo peor, en el balance, lo viejo tiene mayores logros que lo presente. Ahora, simplemente, se vende lo que ayer se satanizaba, la compra de alcaldes es legítima, como lo es también la de legisladores y de dirigentes políticos opositores. Todo se vale hoy, ayer no. Es decir, se sigue jugando a la desmemoria de un pueblo supuestamente sin memoria junto a la supuesta lozanía de un presidente que dice tener aceptación en sondeos y encuestas pagadas. Esto es: se juega a presentarse como ganador porque supuestamente, el pueblo es tonto y votará por quienes digan que están arriba. Esta postura olvida que las redes sociales tienen la capacidad de hacer recuperar la memoria con solo un clic a cualquiera que olvide un dato del pasado.
A inicios de siglo XX, la tercera república, se cocinó en su propia salsa, empezó por engañarse mintiéndose a sí misma. El resultado fue 31 años de dictadura. La Ley 1-24 constituye la primera herramienta para que el denominado law fare o golpe blando, se abra paso. Es lamentable que, todavía, se cuente con líderes anti democráticos que abren paso, desde lo institucional, a gobiernos autoritarios. El tema se abre camino en casi todo el mundo democrático, desde que el neoliberalismo empezó la acumulación originaria desde el Estado y se abandonó la política socialdemócrata de disminuir desigualdades como función esencial del Estado.
Ahora se habla de cero impuestos para los que más pueden y la eliminación de políticas sociales para los más débiles. Desde Grecia, se ha dicho que la dictadura es parte de la democracia, pero los antiguos hablaban de un gobierno autoritario para revitalizar la democracia, no para destruirla como hacen los modernos. Roma patentizó lo de “pan y circo” planteando la necesidad de una redistribución simbólica. Ahora se dice (Baugman) que, los pobres no son necesarios, por tanto, se les puede destruir o matar de hambre porque pueden ser reemplazados por la robótica y la inteligencia artificial. El mundo ha entrado a una nueva forma de nacionalsocialismo, desde la democracia misma, es decir, de forma consciente, calculada y preferida.
Esta preferencia, no augura nada bueno, entre nosotros, no hay duda que la ley del DNI plantea un sentido previsorio para la contingencia contra las masas. Se sabe que, la brutal política de endeudamiento externo del presente gobierno, requerirá, a corto plazo, una reforma fiscal que hará aún más pesada la carga de los pobres, por tanto, es natural que los acreedores, desde ya, se preparen para reprimir a aquel que ose oponerse a sus cobros. Quienes piensan que la reforma fiscal es ineludible tienen también que estar consciente de que ello implica aceptar la consecuente represión e incluso, la posible necesidad de un gobierno de fuerza con el objeto de pagar a los acreedores. Por tanto, las elecciones del presente año tienen un significado poco común, significan que, se rectifica o bien se entra al pantanoso terreno del golpe sea o no blando. O, alguien cree que Luis enfrentará los privilegios y exoneraciones de que gozan ciertas inversiones nacionales e internacionales.
Dicho de otro modo, el cambio consiste hoy en cambiar lo que no funciona, en cambiar el gobierno de la deuda por el gobierno de la equidad. Quienes hoy satanizan al Estado, deben ser conscientes de que se están inclinando hacia el autoritarismo. La socialdemocracia, siempre y en toda parte, ha buscado el equilibrio social, en el pasado como en el presente, aborrecerla implica abrir el camino a la represión de las masas, al cercenamiento de la democracia.
Se sabe, que, en la búsqueda de lucro, en la búsqueda de mantener privilegios, las clases dominantes son capaces de todo. Los hoy gobernantes se dicen ricos y como ricos quieren el pastel del Estado, si lo quieren deben querer la represión que ello implica, la política es lucha por los recursos siempre escasos de una sociedad (Sartori), entonces que nadie se llame a engaño, o cambiamos o reprimimos. Las medidas discretas de supuesto saneamiento, no resuelve el problema.
Niestche cuando anunció la muerte de Dios, anunció también que el hombre se convertía en dueño de su destino, de sus acciones, por tanto, quienes hoy guardan silencio ante la brutal política de endeudamiento del presente gobierno deben aceptar también las consecuencias que ello conlleva si se mantiene por cuatro años más igual política.
El país requiere un cambio hacia la equidad, una vuelta hacia la socialdemocracia o hacia el social liberalismo, el conservadurismo imperante no tiene otra cosa que ofertar más que el retroceso y el endeudamiento que hoy se observa. Es decir, se ejecutan políticas públicas para satisfacer a los acreedores internacionales a expensas del sufrido pueblo dominicano.
En la actual contienda electoral por los municipios, nadie ha reparado en programas, en educación para la democracia, sino que la siembra para el retoño de líderes municipales como garantía de la democracia se ha convertido en una lucha feroz por los resultados de las elecciones de mayo. Este flaco servicio ha sido obra del gobierno porque en lugar de fortalecer los gobiernos locales optó por comprar sus autoridades con el propio dinero que les corresponde por el reparto alícuota de los ingresos fiscales a que tienen legítimo derecho. Este timo del gobierno central constituye una distorsión que desnuda al actual presidente como un caudillo similar a los de siempre.
Los contenidos de los programas municipales, cuando existen, no guardan relación con las necesidades de las poblaciones a las cuales están dirigidos. A pesar de que existe una ley que plantea la necesidad de que el presupuesto municipal sea participativo, nadie habla de ello porque la suerte está echada junto a la del primer mandatario. Es un flaco servicio a la democracia del presidente del “cambio”.
El Estado ha quedado convertido en la mayor empresa de donde el capital internacional extrae sus mayores dividendos, dada la sobre explotación de los pueblos, de ahí, se extrae la riqueza que exhiben los países del capitalismo central. Esta estafa internacional solo ha sido detenida allí donde gobiernos responsables luchan por mantener la prosperidad de sus pueblos. Hoy más que ayer se requiere de capitanes experimentados que reestablezcan el equilibrio y mantengan la posibilidad de felicidad de sus pueblos. DLH-16-2-2024