La fascinante historia detrás del día extra en nuestro calendario.
MADRID, 29 Feb. (EUROPA PRESS) El fenómeno del 29 de febrero en el calendario, como ocurre este jueves en el año 2024, es una particularidad que se presenta cada cuatro años y tiene como objetivo corregir los desfases periódicos que se acumulan en el sistema de medición del tiempo.
En esencia, cada año consta de 365 días, pero también incluye un excedente de 5 horas y 48 minutos que no se contabilizan. Por lo tanto, cada cuatro años se añade un día adicional, el 29 de febrero, dando lugar a un año de 366 días en lugar de los habituales 365.
El término "año bisiesto" proviene del latín 'bis sextus dies ante calendas martii' (el sexto día antes de las calendas de marzo), que se refiere al día extra intercalado entre el 23 y el 24 de febrero por decisión de Julio César.
Esta práctica se originó en el calendario juliano, donde el 24 de febrero era considerado el sexto día antes de las calendas de marzo. En el calendario romano, los días del mes no se contaban del 1 al 31 como en la actualidad, sino que se tomaban tres fechas de referencia: calendas, nonas e idus. La inclusión del día de referencia (en este caso, el 1 de marzo) permitía llevar un registro preciso del tiempo.
Con la reforma del calendario llevada a cabo por el papa Gregorio XIII, conocida como calendario gregoriano y que es el sistema utilizado en la actualidad, el día extra se trasladó al final del mes de febrero, convirtiendo así febrero en un mes de 29 días en lugar de 28.
En cuanto a las "reglas" para determinar qué año es bisiesto, en el calendario juliano se consideraban bisiestos los años divisibles entre cuatro. Por otro lado, en el calendario gregoriano, la norma establece que un año es bisiesto si es divisible entre 4, a menos que sea divisible entre 100. Sin embargo, si un año es divisible entre 100 y también es divisible entre 400, entonces se considera bisiesto.
Los expertos explican que este sistema evita que los años que marcan el final de cada siglo, y que terminan en 00, sean considerados bisiestos, a menos que el siglo en cuestión sea múltiplo de 4.
Historia del año bisiesto
La historia del día extra en el año bisiesto se remonta al año 49 a.C., cuando Julio César, tras su llegada a Egipto, se percató de la necesidad de reformar el calendario romano, el cual presentaba importantes desfases en comparación con el calendario egipcio.
Delegó esta tarea al astrónomo, matemático y filósofo Sosígenes de Alejandría, quien diseñó lo que se conoce como el calendario juliano. Este nuevo calendario tenía una duración de 365 días, con la adición de un día extra cada cuatro años para compensar el desfase natural causado por la órbita de la Tierra alrededor del Sol.
La corrección de los desfases acumulados en el calendario romano llevó a que el año 46 a.C. se convirtiera en el año más largo de la historia, con una duración de 445 días, con el fin de restablecer el equilibrio. Este año inusual se conoce como "año juliano" o el "año de la confusión".
A pesar de que los egipcios ya habían observado que cada cuatro años la salida helíaca de la estrella Sothis (Sirio) se retrasaba un día, lo que marcaba el inicio de un nuevo año, no fue hasta siglos después que se implementó esta reforma en el calendario romano, gracias al trabajo de Sosígenes.
El calendario juliano fue utilizado en Roma durante varios siglos, hasta que en 1582, con la adopción del calendario gregoriano, se realizaron ajustes adicionales para mejorar la precisión del sistema de medición del tiempo.