Jueves, 29 de febrero de 2024.-En Estados Unidos es una tendencia al alza y en España ya hay algunos precedentes: las consultas psicológicas detectan casos de hijos adultos que deciden cortar la relación con sus progenitores. Enric Soler, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, reflexiona sobre ello en este artículo.
En las últimas décadas, se han planteado nuevas posibilidades y maneras de entender la familia, pero en esa pluralidad aún no se sopesa un divorcio entre padres e hijos. Las discrepancias en el núcleo familiar siempre han existido, pero qué pasa cuando ese conflicto es insalvable: ¿es lícito romper con un padre o con un hijo?
“No me gusta utilizar el concepto divorcio, está muy vinculado a las relaciones de pareja, es más bien un romper la relación”, alerta antes Enric Soler, psicólogo y profesor de la UOC, quien lleva un tiempo observando en su consulta el crecimiento de esta tendencia. Para él, este comportamiento es “una fractura que afecta a la sociedad y que se expande en silencio”. En Estados Unidos ya ha ocurrido. Andrew Pillemer, profesor de la Universidad de Cornell y autor de Fault Lines, realizó una investigación a nivel nacional que indicó que en 2020 uno de cada cuatro americanos, lo que suponen más de 65 millones de personas, había roto con un familiar. Resultados similares emergieron de otra encuesta hecha en Reino Unido, por la plataforma Stand Alone que sugiere que este fenómeno afecta a una de cada cinco familias en el país.
En efecto, estos hijos, las generaciones jóvenes actuales, se las ha acuñado con el apelativo de “generación de cristal”, para definir, en forma de metáfora, la fragilidad de los jóvenes de hoy día.
Están, además, los mediáticos casos como la batalla judicial de Britney Spears contra su padre, que creó hasta un movimiento en redes, el denominado “Free Britney”. Aunque España no se queda corta en materia de voces que visualizan esta nueva realidad y que hablan de ello abiertamente. Figuras mediáticas como la comunicadora de RTVE, Inés Hernand han explicado en medios sus experiencias con el emancipamiento forzado de sus familias. Y, mientras tanto, en las redes sociales, especialmente Facebook, son cada vez más comunes los grupos de apoyo a hijos que han decidido cortar con sus padres. ¿Estamos así ante una crisis del “amor familiar incondicional”?
Ruptura y entierro del tabú
Para Soler hay que entender el contexto social antes de extraer cualquier conclusión precipitada. En el caso de España, este experto considera que “los boomers descienden de la generación de la posguerra, que sufrió hambre y escasez y priorizó las cosas materiales, como un piso en propiedad, un seiscientos o un apartamento en la playa, sobre la expresión afectiva. Y por ello, algunos han descuidado la importancia de la nutrición emocional de sus hijos”.
En efecto, estos hijos, las generaciones jóvenes actuales, se las ha acuñado con el apelativo de “generación de cristal”, para definir, en forma de metáfora, la fragilidad de los jóvenes de hoy día. Un concepto que casi siempre va acompañado de debate, aunque, recientemente, la generación Z lo utiliza como bandera. “¿Somos la generación de cristal o la generación de la gente que se está curando? Qué si nos lo tomamos todo muy a pecho, que si ahora todos los jóvenes estáis en el psicólogo… Igual yo estoy en el psicólogo porque tú no fuiste. De hecho, generación de cristal, no somos; somos los traumas que no habéis gestionado”, criticaba Paula Cariatydes, artista y creadora de contenido, en un vídeo con más de 209.000 visualizaciones en TikTok.
Para Coleman, más allá de estas casuísticas extremas, como la violencia vicaría, hay otros motivos por los que se corta de raíz con los padres. “Un mal divorcio de los padres, la presencia de un yerno o una nuera difíciles, adicciones o enfermedad mental de un hijo o de alguno de los dos padres, el auge del individualismo y, por último, las diferencias de valores e ideologías”.
Pero esta ruptura generacional vislumbra un horizonte de nuevas dinámicas familiares, donde las rupturas familiares pueden acabar siendo la tónica aceptada. Tal y como contempla Soler, romper con los padres: “será el próximo tabú que se tiene que destapar a nivel social”. Para este experto, la sociedad española ya ha aceptado temas controvertidos como el divorcio, el aborto, la homosexualidad y la muerte –con la aceptación de la eutanasia–. Por ello, para Soler, “ahora es el turno de la fractura familiar, antes más complicada en manifestarse, porque imperaba el aguantar, y si lo hacías era como en secreto, ya que imperaba proyectar un mito de la armonía familiar, que no deja de ser un mito”, sostiene Soler.
¿Cuáles pueden ser los motivos que lleven a los hijos a romper la relación con los padres?
Los psicólogos americanos han sentado cátedra en esto de investigar los entresijos sobre las rupturas padres e hijos. Aparte de Pillemer, el psicólogo Joshua Coleman, escribió el libro Rules of Estrangement que indaga sobre cuáles son los motivos que causan esta fractura. Para Coleman, más allá de estas casuísticas extremas, como la violencia vicaría, hay otros motivos por los que se corta de raíz con los padres. “Un mal divorcio de los padres, la presencia de un yerno o una nuera difíciles, adicciones o enfermedad mental de un hijo o de alguno de los dos padres, el auge del individualismo y, por último, las diferencias de valores e ideologías”.
Soler comparte estos motivos, y explica que en su consulta muchos de los casos se han dado por la diferencia de valores, “especialmente sobre los que confieren a identidad de género”. Además, este experto añade que la mayoría de rupturas “se producen en la edad adulta del hijo cuando hay una expresión de reafirmación y crecimiento personal”.
¿El ‘divorcio’ entre padres e hijos esconde un trauma?
Ante todo, este experto de la UOC recuerda que “no estamos hablando de simples rabietas; una ruptura de esta magnitud se produce cuando hay un comportamiento extraordinariamente grave que no se aprecia a simple vista”. De hecho, Soler apunta que es vital identificar el trauma psicológico que ha desencadenado este distanciamiento y trabajar desde allí. “Hay que conocer cuáles son los causantes y entender de qué manera se puede reparar esa trauma para que no tenga consecuencias en la salud del paciente”, añade. Además, y según este experto: “el causante de dicho trauma tiene que estar dispuesto a llevar a cabo esta reparación, y si este no accede, es cuando hay que promover la separación, abordando un duelo que contraviene las leyes naturales”.
Muchas veces los padres se quejan de sus descendientes, “sin pensar que son producto de ellos mismos, tanto biológica como psicológicamente.
De hecho, en ese duelo habrá que sopesar el dolor que produce ese distanciamiento al resto de la familia. Según Soler, los abuelos y las abuelas son una las víctimas colaterales más afectadas en este tipo de situaciones. “Muchos ancianos sufren con estas rupturas, son un colectivo vulnerable y al pertenecer a otra generación les cuesta comprender el porqué”, corrobora el profesor de la UOC.
“Los psicólogos no son jueces”
Así, cuando se produce un conflicto familiar de esta magnitud, Soler recuerda que “los psicólogos no somos jueces, no lanzamos veredictos; nos limitamos a acompañar el proceso de gestión emocional”. Para este experto, el problema recae en entender que “ser padres es mucho más que engendrar, poner un plato en la mesa y llevar al niño o a la niña al cole”. Según él, una familia tiene una dinámica circular, no bidireccional. “Es un sistema de relaciones afectivas que tienen que estar en equilibrio; todos estamos conectados con todos. Lo que le pasa a uno, afecta al resto”, recuerda.
A su juicio, muchas veces los padres se quejan de sus descendientes, “sin pensar que son producto de ellos mismos, tanto biológica como psicológicamente. Creo que es importante preguntarse como padre si en realidad le estás dando la vida, o bien si hay una motivación de que sea una continuación de lo que uno quiere para sí mismo”. El experto de la UOC recuerda que esta proyección del padre o madre “puede condicionar la vida del niño, negándole la oportunidad de ser un ser humano en sí mismo, único e irrepetible”. Aunque, como concluye soler, “la ruptura es el último estrago de todas estas conductas abusivas, y cuando pasa, es que la familia se ha estrellado”.
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