En los hechos Henry está fuera del juego, pero los norteamericanos verían inconveniente que su desplazamiento se lea como un triunfo de los grupos armados.
Los dominicanos tenemos que releer Haití y a los haitianos. Y no hablo de historia. El colapso definitivo de Haití plantea revisarlo todo y prepararnos para los más diversos e inesperados escenarios en el laboratorio oeste.
La imposibilidad de reingreso de Ariel Henry a Haití ha precipitado discusiones y negociaciones que podrían abortar un traspaso “pacífico” de provisionalidades.
Las bandas armadas y grupos políticos que pugnan por el control del poder se han posicionado ante la inminencia del despliegue en territorio haitiano de una fuerza de apoyo a la policía, dictado por el Consejo de Seguridad de la ONU, que luce incierto luego de la orgía de sangre de los últimos días y la huida de extranjeros y salida estrepitosa del personal de las embajadas y organismos internacionales.
Henry salió a Guyana a reunión del CARICOM y siguió a Kenia para destrabar legalmente la salida de las tropas que viajarían a Haití, pero al regreso no pudo reingresar a su país por el bloque de los aeropuertos y un fallido intento de aterrizar en República Dominicana para dirigirse por tierra a Haití lo obligó a poner rumbo a Puerto Rico, donde permanece con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. El gobierno dominicano explicó, y lo reiteró el sábado último el presidente Abinader, que Henry no es recibido por un asunto de seguridad.
(Imaginemos por unos segundos a Henry intentando gobernar desde aquí, a la crisis a la que hubiese arrastrado a República Dominicana, convertida forzosamente en actor beligerante en la guerra civil haitiana. Además, del gasto enorme, sin límite de tiempo, para la seguridad, alimentación, transporte de él y su equipo).
El Miami Herald publicó que el gobierno norteamericano presionaba la renuncia de Henry, lo que fue desmentido por un vocero oficial que alegó que solo se instaba al primer ministro ausente a apresurar una transición pacífica.
En los hechos Henry está fuera del juego, pero los norteamericanos verían inconveniente que su desplazamiento se lea como un triunfo de los grupos armados, por lo que insisten en algunas formalidades, mientas se barajan diversas fórmulas.
El problema es quién sería la cabeza de cabeza de la transición, prolongada hasta la desesperación por Henry, a quien le atribuyen desproporcionado afán de poder.
El primer ministro interino es mencionado, así como también dirigentes opositores y excongresistas, funcionarios de diferentes instituciones cesantes, al vencer la legalidad de todas las autoridades haitianas, ante el desplome institucional. Muchos de estos desplazados residen en República Dominicana y Estados Unidos, por temas de seguridad.
La posibilidad de elecciones pasa, necesariamente, por la pacificación del país, proceso prometido por el primer ministro “exiliado” para agosto del 2025, fecha que muchos entienden lejana.
¿Qué pasaría, con Guy Philippe, quien lidera un amplio grupo de civiles y miliares, y que ha declarado su intención de ser presidente de Haití?
Guy, capturado y enviado a Estados Unidos, horas de asumir como senador en 2016, cumplió condena de 6 años, tras aceptar cargos por lavado de activos provenientes de narcotráfico y regresó a Haití en noviembre último. De inmediato, el militar entrenado por norteamericanos en Ecuador, decidió iniciar recorridos por todo el país y ahora se siente con suficiente apoyo para intentar buscar la presidencia.
¿Y qué hacer con alias Barbacue, que encabeza bandas armadas que controlan territorios en Puerto Príncipe, y otros cabecillas de violentos asaltantes y violadores? A los violentos armados se les atribuyen unas 5 mil muertes en 2023.
República Dominicana debe repensarlo todo. Y hacer su propia hoja de ruta esforzándose por ahondar en la realidad y por conocer más a los actores, incluyendo a los no aparecen en las primeras filas.