En el Diario de A Bordo de Colón están presentes múltiples elementos que no solo interesarían a los antiguos Reyes Católicos.
Por Georgelis García Mejía
El testimonio redactado por Cristóbal Colón al conocer nuevas tierras y nueva gente se acopla al propósito de su escritura: rendir cuentas a los reyes acerca de su expedición y de sus descubrimientos. Colón narra con fechas, nombres de lugares y nombres de personas su proyecto expedicionario desde su salida de Granada el viernes tres de agosto de 1492 hasta su llegada a Sevilla en España, luego de haber visitado varias islas del Caribe, al menos eso es lo que ha llegado a nuestras manos. No obstante, en el Diario de A Bordo de Colón están presentes múltiples elementos que no solo interesarían a los antiguos Reyes Católicos, sino también a un lector contemporáneo, como yo, que poco o nada sabe de viajes en el mar o de cómo conquistar tierras.
Desde las primeras entradas del diario, se comienzan a visualizar las dificultades a las que debía enfrentarse Colón y sus compañeros, trama típica de un relato de aventuras. La Pinta perdió el timón en más de una ocasión, asunto que no solo retrasó el viaje sino que podría desmotivar a los hombres de explorar rutas desconocidas con el Almirante Colón. Por ello, aunque el almirante desconfiaba de Martín Alonzo Pinzón al creer que ese fue un accidente provocado por ese capitán, se guardó sus sospechas para sí.
Esa no fue la primera ocasión en que por medio de artimañas, Pinzón expresó sin emplear las palabras sus ganas de regresar a España. El mensaje llegó claro para Colón cuando el timón de la Pinta se destruyó e igualmente, cada vez que está nao se adelantaba al resto. El propio Colón también indica que él no era del agrado de Pinzón, hecho que señala que ni siquiera entre capitanes había confianza. Esto causa que nos preguntemos el porqué Pinzón no exponía abiertamente su posición y regresaba a España. Quizá el juramento que había hecho de participar en esta misión lo mantenía atado a ella, sin embargo, el sentido del deber hubiese estado más fuerte al principio, es decir, en la época en que ejecutó sus primeras artimañas por lo que esta idea queda descartada. Otras ideas, como la promesa de los 10 000 maravedíes o el afecto hacia el hermano que capitaneaba la otra nave, hubiesen desembocado en la misma conclusión. En pocas palabras, Colón no mencionó –en consecuencia, nosotros desconocemos— el motivo por el que Pinzón permaneció con ellos hasta encontrar oro.
Desconocemos estos motivos porque el libro es un diario y solo llegamos a conocer dos cosas: primero, lo que el autor sabe y segundo, lo que quería que supiéramos. Así que las ansias de conocer el Nuevo Mundo a través de los ojos de Colón se ven mermadas por la idea expresada al inicio del párrafo y que vale la pena repetir: solo conocemos lo que Colón quiso que conociéramos. En el diario de Colón puede existir testimonios falsos, percepciones erradas, edulcoramiento de situaciones violentas, pues, recordemos, es un encargo que tiene que cumplir Colón para los Reyes Católicos y debe convencerlos de que la expedición no se trató ni de una pérdida de tiempo ni de dinero.
En este sentido, es interesante ver cómo se describe la fe en el diario. Colón y quienes viajan con él en ocasiones parecen creyentes fervientes: su salida de los puertos de España son puestas en manos de Dios y de la Virgen María, incluso su nave principal –la Santa María– lleva el nombre de la Virgen. También cada vez que tienen dificultades en ultramar los tripulantes le ruegan a Dios por protección y cuando reciben alguna señal halagüeña, le agradecen. Por ejemplo, al llegar a Guaraní (actual San Salvador) se postraron en el suelo y lloraron dando gracias por tal bendición. Igualmente, en honor a la Virgen, Colón llamó San Salvador a la primera isla que llegó y Santa María de la Concepción a otra. En suma, Colón se muestra a sí mismo como fiel devoto.
No obstante, cuando algunos aborígenes los tratan como dioses ellos no se niegan a sus buenos tratos. A Colón le escandalizó y admitió sentir pesar por los indígenas debido a que creían en múltiples dioses y esto es pecado, mas, sabiendo que los aborígenes los concebían como dioses, se encargaron de reafirmar estas creencias al mostrarles algunos artefactos sin valor y, sobre todo, darles una muestra del poder de sus armas para que les temieran. Ellos mismos se convirtieron en "dioses ajenos" y lo aceptaron con buena gana y con celeridad. Con estas acciones demuestran que su devoción y fe solo fue asunto de conveniencia y que los principios cristianos solo se debían escuchar y reproducir oralmente, pero no practicar.
En suma general, el Diario a Colón presenta una diversidad de temas que no sólo aluden al encuentro con los habitantes caribeños de antaño, también muestra problemas que siempre han pertenecido a la humanidad y por eso son actuales. Los conflictos internos entre compañeros, el sabotaje, el intentar manipular al otro a través de la palabra escrita y la idea de buen cristiano que se ha manejado en el tiempo son solo algunos de estos elementos que convierte en referencia para lectores contemporáneos. Este diario, que cuenta una historia indudablemente real e indudablemente sesgada, posee un valor histórico, social y literario que es capaz de llamar la atención de los lectores contemporáneos.
Bibliografía
Colón, C. (s.f.). Diario de A Bordo. Taurus