La democracia moderna de Alexis de Tocqueville parece sucumbir y, de nuevo, la democracia griega parece emerger de su pasado.
De buenas a primeras el PRM, se ve a sí mismo, como el partido hegemónico de la nación. Cabría preguntarse entonces ¿para qué sirve todo ese poder? La vanidad humana conduce a ver el manejo de la cosa pública como si se tratase de un juego de azar, un albur del cual quien tenga suerte, es el depositario del bien y del mal de la nación, porque así lo ha decidido el pueblo. De entrada, esta apreciación resulta antidemocrática, un mandato de hacer, no es una patente de corso, incluso, las patentes de corso tenían límites. Es decir, quedaban sujetas a ciertas limitaciones o prerrogativas que debían ser acatadas. En el caso de la democracia moderna, se ha dicho que la misma difiere de la democracia de los antiguos, precisamente, en el hecho de que el gobernante tiene limitado su poder, que no puede ir más allá de la habilitación legal con que debe actuar.
Sin embargo, se observa, que los gobernantes demócratas, cada vez actúan más como monarcas que como demócratas. La democracia moderna de Alexis de Tocqueville parece sucumbir y, de nuevo, la democracia griega parece emerger de su pasado convirtiéndose en un presente alucinante para el hombre moderno. Es como si los gobernantes volviesen a vivir en la democracia de los antiguos con ciudadanos que viven en la modernidad. Algunos autores llaman a esto desfase entre la sociedad política y la sociedad civil. De hecho, los partidos políticos han entrado en un periodo más parecido a su origen que a su desarrollo. Al parecer, se sienten más cómodos siendo facciones que siendo partidos con objetivos constitucionales a cumplir.
Buen ejemplo de lo que decimos es el caso del PRM, partido gobernante en República Dominicana junto a un alud de pequeños partidos de toda laya que, ayer lo enfrentaban pero que las mieles del poder han acercado y hasta arrimado al PRM, por puro oportunismo. Si el partido hegemon toma este acercamiento como algo institucional no se hable más, la democracia dominicana estaría en serios aprietos porque, simplemente, el pastel del Estado, del gobierno, no da para tantos hambrientos e insaciables.
Resulta claro que el interés general de la nación, no es la ocupación del partido hegemon, a este le interesa seguir con más de lo mismo, ofrece un cambio que se desvanece ante la primera crítica. Ofertó seguridad y la nación entera clama por seguridad porque, simplemente, esta no existe baste encender la tele, hojear un diario, o entrar a las redes para observar que no hay posibilidad de mejora en ningún renglón. La Policía Nacional se encuentra desbordada por el crimen, por el robo; el sistema de salud pública no funciona, los hospitales donde los hay, en todo el Sur no hay hospitales regionales; la carestía acogota el apretado presupuesto de la gente; no se vislumbra solución al problema de la invasión de nacionales del vecino país, del Oeste de la isla porque todos es una farsa y pura politiquería; no hay libretas de pasaportes, como no hay empleos. Los servidores públicos de larga data son enviados a sus casas sin salarios, sin jubilación, sin pensión de la manera más descarada e irresponsable.
Ciertamente, todo esto ha sido posible porque no ha habido oposición, los lideres opositores no han cumplido con su deber constitucional de reclamar al gobierno, no lo han hecho porque la conchupansa parece poder más que la obligación constitucional, la teoría Hipólito de que los presidentes no caen presos nunca antes ha tenido mayor vigencia que ahora.
El PLD no tiene nada que ofrecer porque mantiene sus fuerzas atadas a un pasado vergonzante, a un liderazgo caduco y fuera de la Constitución; la Fuerza del Pueblo posee un liderazgo que se cree mesiánico, pero con los pies de barros porque siendo la mejor opción requiere de armadores partidarios de los que carece por haber renunciado a ellos en hará de jugar al caudillismo sin darse cuenta de que las redes sociales de hoy en día impiden que existan caudillos.
La extrema derecha, lo mismo que la extrema izquierda, hacen filas comunes con el gobierno pues solo buscan prebendas y quien administra el presupuesto nacional es quien puede proveérselas. Lo hacen sin ningún acuerdo o pacto programático, ni con independencia de su vocinglería.
Lo anterior implica, el cierre del ciclo político de los liderazgos colegiados, los cuales, no funcionaron en el PRM, decayeron en el PLD y ahora caen con el PRM porque las contradicciones entre proyectos diversos al interior de ese partido, cuyo único objeto es asaltar la presidencia de la república, el gobierno, el Estado, se irán a disputa por el control de este. Por tanto, profundizar el cambio en realidad significa cerrar el ciclo político y preparar las condiciones para la llegada de otro ciclo. El problema radica en que mientras al PRM le toca, le corresponde cerrar el ciclo, a la oposición le toca el rol de diseñar y aperturar el nuevo ciclo. Al parecer, tampoco está preparada para ello, ni desde el ámbito ideológico, ni desde el pragmatismo, ni desde lo institucional.
En estas condiciones, toca al votante hacer la diferencia, producir el cambio. Porque está la claro que las insatisfacciones, el disgusto con las ejecutorias del gobierno del cambio están a ojos vistas. Solo la incompetencia de la oposición en hacer oposición mantiene a flote al gobierno. De ahí que, lo mejor que se les ha ocurrido a las huestes gubernamentales es atraer y comprar dirigentes de la oposición. Así las cosas, están dadas las condiciones para que un outsider pase a primer plano a corto plazo. Esto es en las elecciones o luego de ellas, pero a corto plazo. DLH-22-4-2024