Resiliencia y Renovación: Una historia de superación en la diáspora dominicana
Por Carolin Guerra, para la Fundación Diaspora & Development, EE.UU.
Desde Tampa, Florida – La historia de la diáspora dominicana se entreteje con los relatos de mujeres valientes y resilientes, tal como lo demuestran las estadísticas y las vidas de personas como Nathaly Vargas González. Nacida el último día de 1991 en la ciudad de Valverde, Mao, Nathaly pasó su infancia en Villa Isabela, Puerto Plata, antes de enfrentar los infortunios y los cambios que moldearían su destino.
Nathaly, la mayor de tres hermanos, se vio obligada a madurar prematuramente tras la muerte de su padre, Eddy González. Su madre, Elizabeth Ademán, consumida por la necesidad de proveer para su familia, emigró a las Islas Vírgenes en busca de un futuro mejor, dejando a Nathaly y a sus hermanos bajo el cuidado de sus abuelos. Este acto de valentía y sacrificio marcó el comienzo de una nueva vida para Nathaly, quien aprendió desde joven a valorar el trabajo duro, inculcado por su abuela Ramona, una apasionada de la agricultura.
Desde el Caribe hasta el Corazón de América: El Viaje de Nathaly Vargas
Durante los años siguientes, la vida de Nathaly tomó un giro inesperado cuando su tía Nereida González y su esposo José Vargas, residentes en Estados Unidos, decidieron adoptarla a ella y a sus hermanos. Este cambio brindó a Nathaly no solo un nuevo hogar sino también nuevas responsabilidades y afectos. A la edad de 16 años, se formalizó su adopción y partió hacia Brooklyn, Nueva York, cargada de sueños y esperanzas.
En Estados Unidos, Nathaly enfrentó desafíos lingüísticos que afectaron inicialmente su integración escolar, un reflejo de políticas obsoletas que aún impactan a jóvenes inmigrantes en todo el país. Sin embargo, su tenacidad y curiosidad la llevaron a adaptarse y prosperar. Aunque inicialmente interesada en carreras como odontología y aviación, Nathaly finalmente decidió estudiar para ser bioanalista, una decisión que reflejaba su pragmatismo ante las adversidades.
Nathaly Vargas, ahora una joven adulta, sigue siendo un símbolo de resiliencia y adaptabilidad. Su historia es un testimonio del espíritu indomable de la diáspora dominicana y ofrece una visión profunda de los desafíos y triunfos de aquellos que buscan un futuro mejor lejos de su tierra natal. Con cada verano y cada nueva oportunidad, Nathaly y su familia siguen forjando un legado de perseverancia y esperanza.
Este relato es solo el comienzo de las "Conversaciones con la Diáspora" que prometen explorar más historias como la de Nathaly, poniendo rostro y voz a las experiencias de muchos que, como ella, han navegado por los mares del sacrificio y la adaptación en busca de sus sueños.
Un viaje de fe y emprendimiento
Continuamos el relato de la diáspora dominicana, encarnada en mujeres cuya determinación y fortaleza son evidentes. Cada década de un inmigrante suele enfrentar desafíos: la desilusión al confrontar realidades más duras que las esperanzas y los dolorosos llamados desde el hogar. Para Nathaly Vargas, una joven de espíritu inquieto y curioso de Villa Isabela, ese llamado llegó en 2014, informándole del fallecimiento de su abuelo materno, Juan Cruz, quien fue su pilar en la infancia. Este evento marcó un antes y un después en su vida, profundizando su fe y transformando su visión del mundo.
Al regresar a Estados Unidos, Nathaly encontró en la profesión de taxista en Nueva York una ventana hacia nuevas culturas e historias, descubriendo en cada conversación y cada pasajero una oportunidad para compartir su renovada fe. Este periodo no solo fue de crecimiento espiritual sino también de autoexploración, donde Nathaly reconocía su pasión por la conducción, una chispa de su sueño infantil de ser piloto.
El frío de Nueva York, sin embargo, nunca se sintió como en casa para Nathaly, quien siempre añoraba el calor de su tierra natal. En 2018, un viaje a Florida abrió una nueva puerta: el clima cálido y una oportunidad de trabajo combinando sus amores por la agricultura y la conducción la convencieron de trasladarse y comenzar una nueva etapa. En Belle Glade, Florida, comenzó a manejar tractores para el transporte de caña, un trabajo que le ofrecía también tiempo para regresar a República Dominicana y dedicarse a la agricultura durante sus meses de vacaciones.
La vida de Nathaly tomó otro giro cuando descubrió su interés por los camiones grandes, adentrándose en una industria dominada principalmente por hombres. En el año 2021, observó que aunque las mujeres eran una minoría en el campo, había un creciente porcentaje de latinos y latinas que se hacían espacio en el mundo del transporte pesado. Su visión para el futuro incluía no solo seguir conduciendo sino también, posiblemente, dirigir su propia empresa de transporte.
Además de su carrera, Nathaly se dedicaba a la comunidad, organizando actividades para niños y jóvenes, distribuyendo juguetes, y compartiendo mensajes de esperanza y trabajo digno. Su filosofía de vida se centraba en la fe y la confianza en que, aunque en ocasiones el deseo de regresar a su país natal era fuerte, seguiría adelante con la guía divina, ya sea en Estados Unidos o en República Dominicana.
Nathaly ha creado un hogar en Florida que refleja la calidez y la unidad de su comunidad en Villa Isabela. Los encuentros familiares, los juegos de dominó, y los platos típicos son rituales que mantiene vivos, recreando un sentido de pertenencia y continuidad cultural. La historia de Nathaly es un ejemplo vibrante de cómo la diáspora dominicana, a través de la ilusión, el sacrificio y la perseverancia, sigue trazando caminos de éxito y adaptación en tierras lejanas.