Los votantes votan por ideologías, pero de forma minoritaria, lo hacen muy frecuentemente, por aquel que, según el posicionamiento obtenido mediante encuestas y sondeos.
La emergencia electoral dominicana inicio como un atributo exclusivo de la clase pudiente, es decir el derecho a votar estuvo motivado en la posesión de bienes, esto es: en la tenencia de comercios o de tierras, así como poseer un arte u oficio y, finalmente, los industriales. Es por ello que los hateros tuvieron una gran incidencia en los procesos electorales dominicanos en el siglo XIX y hasta después de la segunda mitad del siglo XX.
A inicios del siglo XX, el voto se masifica, es la época de la “revolución de las masas” (Ortega y Gasset). Sin embargo, esta denominada revolución de las masas, en el caso dominicano, fue más bien, la revolución de la manigua. Nacieron liderazgos electorales que más que participación en la actividad política, lo que pretendían era un pedazo del pastel del Estado con votos o con botas, las más de las veces con botas. De ahí las guerrillas, de ahí las insurrecciones armadas, de ahí la división de los gobiernos o, mejor dicho, su debilidad. Es la era del caciquismo de bolos y coludos, de Quiquises, etc.
Del caciquismo se entra al caudillismo como clímax del modelo. A inicios del siglo XX aparece la Junta Central Electoral con lo que el voto, como primer derecho de la democracia, empieza a tomar forma frente a la anarquía de la manigua y las botas. Los partidos políticos, más que representación de clases sociales son el coto donde descansa el poder de los caudillos. Al nacer la república, los partidos tenían una orientación étnicas pro hispanos, pro franceses, pro haitianos, criollos, etc., ahora los caudillos eran la razón de sus existencias practica como vía para acceder a los recursos públicos.
El acuerdo de Versalles no solo puso fin a la Primera Guerra Mundial, sino que significó la apertura del primer sistema internacional de derecho empujado por la revoluciones mexicanas y soviéticas. Esto hizo que los pobres, los obreros no fuesen considerados parias o apátridas, pasaron a ser ciudadanos en igualdad con los poseedores de bienes o de las fuerzas productivas. Ahora faltaba la incorporación de la mujer al voto. Esto ocurrió en nuestro país hacia la década de 1940. A partir de entonces, la igualdad en el voto, permitió la igualdad en democracia participativa.
Pero es cuando cae la dictadura de Trujillo cuando ocurre una explosión democrática, es cuando los partidos y movimientos políticos se multiplican, es a partir de entonces cuando se puede hablar propiamente de elecciones. A partir de aquí, el comportamiento electoral estaría signado por el concepto de democracia. Pero este concepto no apareció solo junto a él aparecieron también los conceptos de democracia cristiana y de democracia de izquierda. De modo que el comportamiento electoral,pasó a poseer un matiz fuertemente ideológico y la guerra de guerrilla pasó a ser una exaltación de la vieja manigua con nuevo ropaje redentor e ideológico.
El imperio participo de estos procesos, a inicios del siglo XX lo hizo como cobrador de deudas para cuyo objeto ocupo las aduanas y a mediado del siglo, lo hizo por cuestiones ideológicas. Ahora la economía, la deuda externa, como a inicios del siglo XX, sigue siendo la impronta, el motivo de intervención.
Los votantes votan por ideologías, pero de forma minoritaria, lo hacen muy frecuentemente, por aquel que, según el posicionamiento obtenido mediante encuestas y sondeos, será el ganador. Sin embargo, de más en más, a medida que la democracia se hace adulta, a medida que las tecnologías de la comunicación se popularizan, el votante tiende a tener un comportamiento electoral motivado en su propia situación económica. Esto es: busca una mejora en su calidad de vida, una mejoría en el empleo, la educación y la salud.
Claro está, el desempeño del gobierno de un lado y de la oposición del otro, motiva también al votante. Un gobierno sin realizaciones no es lo mismo que uno con realizaciones; en cambio, una oposición que no haya sabido jugar su rol en democracia, que se encuentre dividida de manera no comprensible para el votante, puede ocasionar comportamientos electorales no predecibles como ocurrió con el ascenso de Javier Milei en Argentina, en Galicia recientemente, donde partidos de derecha pensaban que tenían los votos en sus bolsillos y no resultó, o más recientemente en el País Vasco donde el partido mayoritario quedo fuera del parlamente y nuevas mayorías apuntan al derrumbe de la posición fragmentaria de esa comunidad de España.
Para el caso dominicano, no sería de extrañar que el multipartidismo dominicano junto con el descontento por el alto costo de la vida, la disminución en la calidad de derechos y de servicios impliquen un comportamiento electoral diferente al que prevén los sondeos y las encuestas en boga.
La propaganda oficial juega a la abstención y a la compra de adversarios políticos como modo de ganar la reelección, pero si esto ocurre en primera vuelta, el sistema democrático dominicano podría verse en serios aprietos porque la ciudadanía no aguanta más deuda, ni aceptará una reforma fiscal para pagar deuda. Esto es, a fin de cuentas, lo que se discute. Qué hará el votante criollo, se deberá esperar al domingo porque la oposición no tiene una posición unificada y aquí no hay coalición sino transfuguismo motivado en la ausencia de democracia interna. Pero los pueblos no se suicidan y el sistema democrático siempre ha dado muestra de una gran vitalidad. DLH-15-5-2024.