El presidente Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM) deben definir ahora qué tipo de reforma pretenden.
El partido oficialista prepara su reforma fiscal, mientras los opositores se adelantan a rechazarla y se concentran en renovaciones internas que prometen de profundo calado. Los partidos de la Liberación Dominicana y Fuerza del Pueblo colocan sus barreras a cargas tributarias con reclamos de reducción y mejora del gasto público, y tratan de avanzar en escabrosos procesos de evaluación de la barrida electoral perremeista, lo que fuerza a sus cúpulas directivas a maniobrar para controlar y regular los amotinamientos y sed de sangre de los inconformes.
El presidente Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM) deben definir ahora qué tipo de reforma pretenden más allá de los enunciados generales y asumir el tortuoso camino, contando solo con los votos propios y de sus pequeños aliados.
El mandatario, pese a que ha insistido en el consenso con fuerzas adversas, previendo la ausencia opositora ha planteado la necesidad de que participen en la búsqueda de soluciones sectores empresariales, sociales, gremiales y religiosos.
Este sendero permite “adivinar” a cuáles cabezas irían los mazazos de la reforma. Los sectores de clase media no tienen capacidad elusiva ni caben en las tarjetas de los programas sociales y no siempre encuentran espacio en las oraciones.
Los poderes fácticos dejan sentir su peso y tuercen voluntades. Los “clasemedia”, tradicional “banquito de picar carne”, solo ruido mediático, aunque a veces su intensidad puede agitar las aguas sociales con consecuencias imprevisibles. El rencor opositor actual sería de gran auxilio.
La esperanza es que la bendición ´papal y el oxigeno de unas cortas vacaciones familiares permitan al presidente Abinader una profunda reflexión sobre su legado, solo posible con decisiones valientes y trascendentes.
Esto implica, además la firmeza de un liderazgo interno que reencauce el desbordamiento de aspiraciones extemporáneas y la exclusión de funcionarios con notas en rojo durante el primer cuatrienio.
La oposición, poderosísima cuando era solo un partido, el PLD, debilitada a partir del 2019 y ahora con un escenario interesante y complejo.
El PLD surge del PRD en 1973, pero ese último da un golpe de fuerza electoral 5 años después. El PLD hubo de esperar 23 años para llegar al poder, y con votos prestados. El PRM, parido por el PRD lo logró en 5 años, fruto de la división del PLD, el cansancio social por el largo mandato y una ola ciudadana anticorrupción.
La humillante derrota del PLD en el pasado proceso electoral (62% en el 2012; 38% en 2016 y 10.28% el 19 de mayo último con solo 13 diputados y sin senadores), precedida de numerosas renuncias, que continuaron después de definidos los ganadores, ha colocado a la organización en una situación crítica.
Los peledeistas reclaman cabezas y las primeras que rodaron fueron las del presidente Danilo Medina y el secretario general, Charles Mariotti. La dirección partidaria, tratando de lidiar con el vendaval ha adelantado la convocatoria de su congreso, que eligiría la totalidad de los dirigentes, pero algunos temen sea una maniobra danilista para que lo reafirmen por aclamación.
Leonel Fernández generó una expectativa triunfalista, al extremo que al votar dijo que la podría ganar en primera vuelta, pero su casi 30 por ciento y la obtención junto al PRM de asientos en el Consejo de la Magistratura para la designación de integrantes de órganos constitucionales le coloca como líder de la oposición.
Fernández debe lidiar con algunos ruidos internos que salieron a la calle cuando intentó reunirse con el presidente Abinader.
Algunos desean jubilarlo y otros apresuran la candidatura presidencial de su hijo Omar Fernández, recién electo senador por el Distrito Nacional. Varios dirigentes ya lo proclamaron para el ’28.