De la peor manera, pero fin de los asaltos bancarios por algunos años.
Otros agentes y civiles amigos, me explicó, le hablaron de estos casos en un contexto de un posible deterioro de la situación de seguridad de la República Dominicana. No se trataba de la ratería tradicional, sino de bancos comerciales, dos en 13 días, lo que generó alarma local con evidente onda expansiva.
La conversación telefónica fue el sábado último, cuando ya estaban esclarecidos los dos casos; obvio que desde el punto de vista de la definición de nacionalidades y la inculpación de los supuestos responsables.
Le informé que del primer asalto habían 6 apresados, con medidas de coerción de un año y solo dos prófugos, y del segundo hecho criminal, dos muertos y dos apresados que admitieron sus responsabilidades ante los medios de comunicación.
El policía desconocía los datos más recientes, aunque siempre trata de estar actualizado sobre la situación de República Dominicana, país de nacimiento de sus padres, y al que visita varias veces al año. Nació en Nueva York, pero cuando era menor residió largos períodos en el Distrito Nacional.
Me relataba entre nostalgia y dolor sanguíneo, sus esfuerzos por contrarrestar las campañas en contra del país y se quejaba de la facilidad con la que se aceptan las falsas informaciones, por más inverosímiles que parezcan.
Asimismo, hacía referencia a las distorsiones acerca de la relación entre Haití y República Dominicana y sobre el supuesto racismo en el país.
Le expliqué, para que no le sorprendan, que el haitiano que participo en el asalto al banco en Santiago reside aquí desde hace 15 años y que no existe ninguna vinculación con bandas armadas haitianas como algunos especularon.
Nos prometimos mantener una permanente comunicación sobre la realidad nacional, fundamentalmente acerca de eventos sobre seguridad ciudadana.
¿Cuántos policías o civiles dominicanos en el exterior asumen esa postura de ir a fuentes confiables? Muchos, lamentablemente, se convierten en presa fácil de los desinformadores y amplifican los daños.
La actuación policial no se ventiló en la conversación ya que ambos cuerpos son cuestionados por excesos ante civiles, en contextos y circunstancias muy diferentes en los dos países. En Estados Unidos los más afectados de las agresiones policiales son negros y latinos y aquí caen a balazos supuestos y reales delincuentes pobres en los famosos “intercambios de disparos”.
Por cierto, en el caso de los asaltos a las sucursales de los dos bancos se levantó un coro nacional, después del segundo evento, que reclamaba cortar de cuajo la posibilidad de poner de moda los atracos bancarios: la Policía, complacida, respondió en su conocido lenguaje de plomo.
En el caso de Santiago, como se especuló la posibilidad de articulación criminal con bandas armadas haitianas, para el gobierno era importante la detención de todos los participantes y descartar el invento.
Ante el segundo atraco en la capital, con participación de individuos, que se especuló serían extranjero, las autoridades lucían retadas y la respuesta fue rotunda, avalada en gran medida por un casi unánime reclamo mediático.
Un sospechoso fue apresado, habría delatado a los demás y horas después dos muertos a balazos, que familiares alegan fueron ejecutados. El cuarto acudió presuroso a las a redes y a la mediación de comunicadores para evitar ser la tercera víctima. Éste aportó datos, aunque contradictorios, que avalaban la participación de los cuatro en el asalto.
De la peor manera, pero fin de los asaltos bancarios por algunos años.