El líder perremeista tiene el deber partidario de entregar la banda presidencial en el 2028 a un compañero.
La preocupación del presidente Abinader debe centrarse, además de hacer pasar las 12 reformas anunciadas, en identificar a los hombres y mujeres que puedan constituir un eficiente relevo en áreas críticas de su gestión o de resultados mediocres. Vital que relance su gobierno, misión imposible con simples cambios de nombres o satisfacción de ambiciones particulares de propios o de aliados.
La visión de un gobernante en un segundo periódico, difícilmente coincida con la mirada tubular de un aspirante a un jugoso sueldo mensual o a un aliado electoral que intenta una fuente de sustento para sus “segudores”, la clientela.
La postura presidencial debe ser la más cercana a los intereses del país, lo que importa poco al que solo trata de “resolver mis problemas”, “lo mío”, “mi pago”.
Otro ámbito de delicado manejo y difícil satisfacción es el correspondiente a los proyectos presidenciales, que aspiran al fortalecimiento de sus respectivos grupos con la nómina pública.
Abinader reunió a los aspirantes y les advirtió que la prioridad es la buena gestión y que no aceptaría que se corrompan los ministerios y direcciones generales para soportar las campañas grupales. La respuesta fue un sí coreado, pero las versiones que corren es que algunos olvidaron el sermón presidencial a la salida de la casa de gobierno.
El líder perremeista tiene el deber partidario de entregar la banda presidencial en el 2028 a un compañero, pero su obligación constitucional es con todos los dominicanos, incluyendo a quienes dieron un voto contrario en las urnas el 19 de mayo último.
La mejor campaña para avalar un nuevo periódico del PRM es una gestión eficiente que sintonice con el juramento que repetirá el 16 de agosto ante el Congreso Nacional y que logre el respaldo de la población, a partir de la satisfacción de sus necesidades y expectativas.
Esto implica, designaciones sin consideraciones particulares o grupales, desoyendo chantajes por los apoyos imprescindibles para lograr las reformas propuestas por el mandatario, fundamentalmente la odiosa fiscal y la constitucional, ésta última del interés de un político que la proyecta como legado institucional.
Horas después de los resultados preliminares de las votaciones, surgieron versiones en redes de alegadas discusiones de aspirantes presidenciales por la cantidad de senadores y diputados ganadores que les “pertenecían”.
Abinader precisa de su partido, pero la organización depende de él, de su coraje en las decisiones inaplazables que pudieran resultar impopulares. Se corre el riesgo, claro, de que algunos aspirantes se agachen ante el vendaval para evitar daño a futuro, como ocurrió en momentos del cuatrienio pasado.
Esta situación, muy propia de la herencia fratricida perredeista, se podría agudizar ante la proximidad del 28, con un presidente que se traza como tarea principalísima su jubilación electoral.
Actualmente se verifican pugnas por cargos, con pagos de campañas mediáticas para “eliminar” a posibles competidores, sin importar que se afecte toda la administración abinaderista.
(Terrible la sorpresa y frustración de algunos funcionarios al enterarse que son compañeros partidarios los que financian las campañas que montan (ejecutan) pandilleros mediáticos. Se supone que los datos han de llegar al presidente Abinader).
Los decretos marcarán el camino definitivo asumido por el mandatario en esta encrucijada política, en la que podría liberarse de la angustia diaria del nivel de popularidad de su administración. Si los principales asesores de campaña, marcan la gestión de gobierno en esta etapa, sería imposible tomar decisiones del calado que requiere la coyuntura.
Es tiempo de invertir un 15 o 20 de popularidad, asumiendo con entereza y creatividad los trastornos sociales y políticos inmediatos para lograr estabilidad a largo plazo. Verdadero legado.