Los avances que hemos obtenido como nación son muchos, sobre todo en el renglón económico y otros, no así en el plano educativo.
Por Manuel Vólquez
El presidente Luis Abinader prometió que los próximos cuatro años se dedicará a reforzar la calidad de la educación. Es una medida que merece el respaldo incondicional de todos los dominicanos porque, en términos integrales, mejoraría los niveles de comportamientos de la población.
Sabido es que cuando una población no tiene educación, más fácil resultaría manipularla y convencerla, a base de mensajes mal intencionados, para conducirla a las urnas como ganados.
El tema lleva varias décadas en discusión, aunque ha ido avanzando con algunos logros. Por decirlo en un lenguaje llano, los gobiernos que hemos tenido han hecho pocas cosas en este caso.
Ahora tenemos la oportunidad de encararlo con soluciones efectivas aprovechando las buenas intenciones del presidente Luis Abinader.
Como se ha dicho en determinadas ocasiones, para solucionar el problema, se requiere implementar a largo plazo políticas efectivas, bien estructuradas y contextualizadas.
Coincido con las inquietudes de muchos especialistas en esa materia, cuando expresan que en el país no se debe subestimar la importancia que reviste tener herramientas que garanticen un horizonte claro de implementación con etapas de revisión, evaluación y ajustes.
Los avances que hemos obtenido como nación son muchos, sobre todo en el renglón económico y otros, no así en el plano educativo.
Se ha predicado en enésimas circunstancias la necesidad de aunar esfuerzos colectivos para mejorar la calidad en los centros educativos. Sin embargo, son simples teorías que no trascienden a la práctica.
En este esquema, hay un asunto a tomarse en cuenta. Los maestros de las escuelas públicas, que son piezas claves del ajedrez de la enseñanza, al parecer, no tienen el interés de que se avance en esa fase. Lo demuestran con las constantes huelgas, en horarios de clases, promovidas por el gremio político al cual pertenecen. En parte, ellos también son responsables del déficit académico de nuestros estudiantes a nivel regional.
En otro contexto, es preocupante lo que ocurre en nuestro escenario. Por doquier vemos un conglomerado de individuos palurdos, especialmente adultos mayores, comportándose como salvajes en la calle.
La falta de educación en los adultos se refleja en la llamada generación de relevo, en niños y adolescentes, quienes asumen como normal la actitud de los primeros.
En los hogares hace falta, con carácter de urgencia, un código para que los niños se críen con disciplina, que aprendan, por ejemplo, a saludar, a respetar y comportarse.
Así, en el futuro, no tendremos que observar en esa generación poblacional las fallas educativas que actualmente heredan de los adultos mayores.
Se espera que los aguerridos opositores políticos, que por décadas han descuidado, tal vez de forma intencional, esa rama de conocimiento, se unan a esa tarea presidencial en razón de que estamos muy mal situados en ese capítulo. Lo razonable es que echen a un lado la perversa cultura de vivir del caos social con fines electorales. Ojalá reflexionen, por el bien del país.