Los que construyeron la República Dominicana no son los que realizaron grandes obras.
Este artículo fue publicado en 1998 en el Listín Diario, y poco ha cambiado. Lo reproduzco con la única novedad de haberlo pasado por ChatGPT y preguntarle si pensaba que era actual, y la Inteligencia Artificial me dijo: "No tienes que cambiarle una coma, de hecho, la cosa comparativamente está peor." 😀
Uno de los males arraigados dentro del comportamiento de los dirigentes de los partidos políticos es ese comportamiento mesiánico que nace, o por lo menos se desarrolla, con la elección, designación o usurpación de cualquier puesto de dirección.
Como por una disposición mística, se convierten de simples humanos en perfectos seres llenos de una virtud sorprendente, donde sus pensamientos y acciones alcanzan niveles de perfección casi totales.
Las faraónicas obras son el mayor de los ejemplos, obras que solamente tienen valor en el tiempo.
Las carreteras sin final, los museos sin obras, los edificios sin ocupantes no son la construcción de la democracia; lo necesario es la elaboración de una política de Justicia Social.
Los que construyeron la República Dominicana no son los que realizaron grandes obras, pues entonces sátrapas constructores serían los dueños de tal honor.
Los verdaderos constructores son los que realizaron las obras de bienestar e interés nacional, sin tener que ensuciarse las manos con el dinero del erario público ni la sangre de sus conciudadanos.
Ocupar un puesto de dirección en instituciones públicas, al igual que ocupar un puesto de dirección en un partido político, no debe ser tomado como una profesión.
Muchos políticos dominicanos han vivido toda su vida de la política, creando en ellos una defensa parcializada de sus intereses y de las posiciones que ocupan.
Los candidatos de los principales partidos políticos deben cambiar el discurso inmediatista de sus agrupaciones por verdaderas discusiones de fondo.
Los analistas políticos seguro que no estarán de acuerdo con esta aseveración y señalarán que simplemente es una estrategia política, que los candidatos deben seguir con la confrontación, pues es la forma más expedita de obtener la victoria.
A estos les respondo, señalándoles que sus análisis inmediatistas son tan ciertos como trágicos para la estabilización y fortalecimiento de la democracia.
Todas estas actuaciones son de doble filo, y lo que hoy causa simpatía, mañana produce cansancio; lo que hoy suma votos, mañana los resta.
Todo está bien para estos todopoderosos. Las acciones realizadas bajo su control o responsabilidad rozan la perfección. Para ellos, nada relacionado con su accionar puede estar mal, por lo que en sus discursos se ve una concepción triunfalista que se sustenta en la consideración de que nadie podría hacerlo mejor, o al menos que sus antecesores fueron arrollados por la capacidad y sabiduría de su administración.
La mayoría de la cúpula dirigente de los partidos políticos ha llegado a estas posiciones por el desorden que ha caracterizado a estas organizaciones, donde los dudosos méritos reemplazan la elección democrática.
Presidentes de partidos, diputados semivitalicios, se mezclan en las posiciones electivas con aquellos que pasan de la secretaría de la presidencia a la de Obras Públicas o al Banco Central, porque son compañeros de partido.
La falta de visión de los partidos políticos será su destrucción. El hoy imponente sistema tripartidista que campea en nuestra democracia recibirá su castigo cegador.
Claro que este no es nuestro deseo, pues simplemente puede que el remedio sea peor que la enfermedad.
Los enfrentamientos entre los dirigentes de los partidos se entremezclan con las disputas entre partidos rivales y la siempre tensa situación entre los partidos de la oposición y el de gobierno. Todos estos enfrentamientos infructuosos tienen su origen primario en la creencia de superioridad que en diferentes planos se presenta: primero en el plano individual, donde yo soy el mejor; y segundo en el plano partidario, donde mi partido es el mejor, el único que sabe.
La alta concepción de sus funciones les hace asimilar las ideas de aquellos que les señalan que solamente ellos pueden ocupar tal o cual función. Saben todo lo malo que había, pero no lo que hay. Las características del Yoismo les hacen pensar que son insustituibles, reemplazables, y que solamente su perfección o la de los que con ellos militan podría continuar con su labor.
No se trata de que los políticos accedan a las posiciones desde donde lleven a cabo los planes de los partidos a los que pertenecen, sino de señalar que hay políticos de carrera y políticos que, debido a que prácticamente han dedicado su vida exclusivamente a la política, se han convertido en mentes atrofiadas, incapacitadas de llevar los partidos hacia el nuevo milenio.
Sin embargo, sería justo que nuestras organizaciones partidarias comenzaran la democratización interna tan necesaria. Los partidos políticos no significan feudos políticos, no son reinados despóticos; por lo tanto, la época de los llamados líderes históricos debe llegar a su final. Ha llegado la hora de dejarlos atrás y empezar la construcción de una nueva República.
Aunque este comportamiento no es exclusivo del entorno de los partidos políticos, es en estos donde dichas acciones alcanzan niveles caricaturescos. Todo les insulta y les molesta si no se les consulta.
Dedicado a los políticos dominicanos que han logrado vivir de un pueblo que no despierta y no es conscientes de su incapacidad y a los polticos capaces que sepan que son una especie rara y posiblemente en extinción.