Los resultados negativos del pasado lunes 7 contra Le Pen fue un alivio para el gobierno ucraniano de Volodymyr Zelenski.
Una gota de agua puede evaporarse en el aire lo mismo que en el suelo. Millones de gotas unidas dan forma a un lago, un caudaloso río, o un extenso mar.
En el hogar, una familia desunida donde cada quien actúa de forma independiente está llamada al fracaso. Si está unida podrá crecer, se fortalece y progresa.
En política, un voto podría ser insignificante. Pero muy valioso cuando se suman en miles para marcar la diferencia.
El fenómeno político electoral ocurrido en las elecciones parlamentarias de Francia, confirma el viejo dicho popular de que “la unidad hace la fuerza”.
La derecha ultranacionalista de Francia, representada en el partido de Marine Le Pen, comenzó los preparativos de celebración de un proyectado triunfo arrollador en el parlamento, luego del éxito alcanzado en las elecciones de primera vuelta, el pasado 30 de junio.
Muy pocos, para no decir nadie, pronosticaba una derrota de la ultraderecha en la segunda vuelta electoral.
Divididos por sus diferencias ideológicas, los partidos y organizaciones de ideología izquierdista participaron en las elecciones de junio de forma independiente.
La victoria de la extrema derecha en primera vuelta se celebró con regocijo en el Kremlin, dado que el partido de Marine Le Pen tiene un vínculo histórico con Rusia.
Los resultados negativos del pasado lunes 7 contra Le Pen fue un alivio para el gobierno ucraniano de Volodymyr Zelenski.
Aún falta por ver si Jean-Luc Mélenchon, líder del partido izquierdista Francia Insumisa, continuará su posición de no envío de armas sofisticadas a Kiev.
Ante la primera derrota, el terror y el miedo no solo se apoderaron de los miembros y simpatizantes de los partidos izquierdistas franceses, sino también en los inmigrantes africanos, hispanos y otras nacionalidades ante el temor de una limpieza étnica antiinmigrante si los ultraderechistas tomaban el control del parlamento francés.
Para impedir el triunfo de Le Pen y Macron, los izquierdistas se unificaron, independientemente de sus diferencias, creando el Nuevo Frente Popular (NFP), integrado por socialistas, comunistas, y ecologistas.
Con su victoria, el NFP logró 182 escaños. La coalición de Macron 168, la Agrupación Nacional (RN) 143 y los conservadores 60.
Ninguno logró la mayoría absoluta de 289 escaños, de un total de 577 asientos en el parlamento.
La derrota de la ultraderecha se cumplió gracias a que las conceptualizaciones ideológicas dispares que dividen a los izquierdistas fueron echadas a un lado de forma estratégica y electorera.
¿Se podría afirmar que este triunfo del NFP es un resurgimiento del pensamiento izquierdista y revolucionario en Francia, Europa y el resto de los países capitalistas?
Con una buena parte del poder político en sus manos, sería interesante ver si los dirigentes de la izquierda francesa tienen la suficiente capacidad para consolidar esa unidad, establecer una agenda partidaria común en busca de ganar también poder económico.
La estrategia de Mélenchon, de lograr compactar la izquierda a través de su partido Francia Insumisa, dio su fruto: un golpe político a la burguesía francesa europea.
El líder izquierdista puso el dedo sobre la llaga al levantar la bandera de lucha por una mejor redistribución de los recursos públicos a favor de los más necesitados.
Con su enérgica oposición a las reformas de las jubilaciones implementadas por gobierno de Enmanuel Macron, levantó las esperanzas de una buena parte de la población envejeciente que depende de esos ingresos para su subsistencia.
Su discurso a favor de los inmigrantes y contra la discriminación racial atrajo la simpatía de millones de votantes franceses que, por situaciones económicas o políticas, tienen un familiar o amigo que ha llegado a su hogar desde el exterior de forma indocumentada.
En el nuevo parlamento francés ya se está hablando de que trabajarán por el reconocimiento del Estado Palestino, la eliminación de una posible intervención militar directa de Francia en Ucrania, así como el freno de los planes de la agenda 2030 de la élite europea.
Lo cierto es que se unificaron para triunfar, y lo lograron. El problema es cuál de las tendencias ideológicas de la coalición de izquierda francesa se impondrá en el parlamento para introducir los verdaderos cambios y transformaciones que han prometido a favor de las clases sociales que dicen representar.
Todo dependerá de la negociación política que llevará a cabo el presidente Macron con su partido centro derechista, ya que aun conquistando los 60 parlamentarios conservadores en la cámara baja, no reuniría la mayoría absoluta requerida para continuar con su plan de gobierno.
Mélenchon es un político diestro, pero ha de saber que la élite europea que lleva a cabo una agenda globalizante y unipolar redefinirá su estrategia para bloquear en el parlamento toda iniciativa de la NFP, como forma de evitar se consoliden y expandan su poder, ni que sirvan de modelo para envalentonar a los izquierdistas en todo el mundo.