Hace veinte años, cuando asumí a Jesús como el centro de mi vida.
El pasado jueves 25 de julio, cumplí veinte años de haber asumido a Jesús como Señor y Salvador de mi vida. Es la decisión de mayor importancia, impacto y trascendencia de todas las que he tomado durante mi existencia. Asumir a Jesús y ponerlo en el centro de todo, me transformó de forma total.
Para quien asume a Jesús y es fiel a sus enseñanzas y su ejemplo, la vida cambia y todo se hace nuevo. El apóstol Pablo lo expresa de forma muy clara cuando afirma, en 2 Corintios 5:17, lo siguiente: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Al asumir a Jesús somos nuevas criaturas y al enrumbar nuestros pasos por su sendero, a pesar de los problemas y vicisitudes de la vida, todo se torna diferente y favorable, pues como también dice el Apóstol Pablo en Romanos 8:28, “para los que amamos a Jesús y estamos en sus propósitos, todo obra para bien”.
En mi caso particular, antes de asumir a Jesús, durante más de dos décadas fui militante muy activo de la izquierda revolucionaria dominicana. Era ateo, marxista- leninista, creía que la revolución armada y violenta era la vía para liberar a los seres humanos “explotados inmisericordemente por el capitalismo”.
Carlos Marx y el Che Guevara eran mis dioses. Creía que la profundización de la lucha de clases y el exterminio de todos los burgueses era el camino correcto. Siendo consecuente con todo eso, fui a entrenarme militarmente en una nación africana, porque estaba convencido que “la revolución armada era el único camino para la liberación de la humanidad”.
Hace veinte años, cuando asumí a Jesús como el centro de mi vida, Él abrió mis ojos a la verdad y me dio la visión correcta para lograr la liberación mía y de todos los seres humanos. Me hizo entender que ciertamente hace falta una revolución, pero no armada ni violenta, sino una revolución de amor, de perdón, de solidaridad, de justicia, de humildad y de entrega total por los demás.
Jesús me enseñó que la liberación empieza con nosotros mismos, asumiéndolo a Él, caminado en su sendero y dando muchos pasos de fe cada día, mostrando amor y no odio por los demás, amando primero a Dios sobre todas las cosas, y luego a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin importar si son obreros o burgueses, pobres o ricos, buenos o malos, creyentes o ateos, benefactores o asesinos. Amar a todos sin límites, tal y como nos ama Jesús a nosotros cada día.
Estas dos décadas en los caminos de Jesús han sido los más hermosos, los más felices, los más fructíferos y los más beneficiosos para mi y para toda mi familia. El Señor me ha dado paz, tranquilidad, sosiego y prosperidad. Me ha permtiido preservar un familia brillante, una esposa ejemplar, dos hijas maravillosas que me han dado seis nietos extraordinarios. Me ha permitido crecer profesionalmente y ha sido el soporte principial de todos nuestros proyectos de trabajo. En momentos difíciles, Jesús ha estado con nosotros siempre y nos ha proporcionado varios milagros.
Antes de asumirlo a Él, mi matrimonio estuvo a punto de zozobrar, después de asumir a Jesús se ha consolidado de forma extraordinaria. Él hizo un milagro para que mis dos hijas superaran momentos difíciles, que incluso pudieron haberle costado sus vidas. En mi caso, por la gracia y la protección de Jesús, pude salir ileso de aquel atentado criminal en contra de mi vida, en septiembre del año 2004, cuando me dispararon 9 tiros, dos de los cuales debieron darme en la cabeza. Pero la mano de Jesús me protegió y mostró que Él tiene propósitos para mi.
Al llegar a estos veinte años en los caminos de Jesús, me siento profundamente agradecido de su amor y su protección. Jesús ha sido el faro, la luz y el guía de todo lo que he logrado y lograré. Él me ha enseñado a amar, a perdonar, a entregarme por los demás, a buscar la paz y no la guerra, a no cansarme de hacer el bien, a practicar la humildad y nunca dejar de orar y servir a los demás. Con Cristo mi vida ha alcanzado su verdadero sentido, porque Jesús “es el camino, la verdad y la vida, y nadie llega al Padre sino a través de Él”.
Euri Cabral
Economista y Comunicador