La cifra refleja el impacto de la violencia en la juventud afrobrasileña, con un 91,6% de las víctimas pertenecientes a este grupo étnico.
Un informe deja en claro que ser joven, negro y vivir en Brasil es, lamentablemente, un factor de alto riesgo para la muerte violenta. La discriminación racial, combinada con una cultura de impunidad y una estructura de seguridad pública fallida, está diezmando a la juventud negra del país. Es un problema que trasciende las estadísticas y exige una respuesta inmediata y efectiva para frenar esta masacre silenciosa.
De acuerdo a la indagatoria en los últimos tres años, más de 15 mil niños y adolescentes menores de 19 años han sido asesinados brutalmente en Brasil. La mayoría de estas víctimas eran jóvenes negros, según un revelador informe publicado por Unicef y el Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP).
La escalofriante cifra refleja el impacto desproporcionado de la violencia en la juventud afrobrasileña, con un 91,6% de las víctimas pertenecientes a este grupo étnico. De acuerdo con el estudio, un adolescente negro tiene 4,4 veces más probabilidades de ser asesinado que un joven blanco en Brasil, un país donde el racismo y la brutalidad policial se han convertido en una sentencia de muerte para miles de jóvenes.
La FBSP advierte que el verdadero número de defunciones podría ser aún mayor, ya que estados como Bahía no han reportado todos los datos. La situación es un llamado urgente a la acción, frente a una realidad que, en palabras de Ana Carolina Fonseca de Unicef, es "realmente absurda y aterradora".
El informe "Panorama de la violencia letal y sexual contra niños y adolescentes en Brasil" detalla que la violencia policial ha jugado un papel cada vez más letal en estos últimos años. En 2021, se registraron cuatro mil 803 muertes violentas intencionales de niños y adolescentes; la cifra aumentó a cinco mil 354 en 2022, y aunque disminuyó ligeramente en 2023, aún se contabilizaron cuatro mil 944 víctimas.
Este escenario refleja no solo la violencia social generalizada, sino también una política de seguridad pública que, lejos de proteger a los más vulnerables, los ha convertido en blanco de la brutalidad.
En 2021, se registraron cuatro mil 803 muertes violentas intencionales de niños y adolescentes; la cifra aumentó a cinco mil 354 en 2022, y aunque disminuyó ligeramente en 2023, aún se contabilizaron cuatro mil 944 víctimas.
El estudio recoge datos sobre homicidios dolosos, feminicidios, robos seguidos de muerte, lesiones corporales fatales y muertes a manos de la policía, estén o no los agentes en servicio. También se incluyen cifras alarmantes sobre violencia sexual, que muestran la profundidad de la crisis de derechos humanos que enfrenta la infancia en Brasil.
Para los investigadores, este conjunto de datos proporciona una imagen más completa y aterradora de la violencia letal en el país. La FBSP, una organización que aglutina a profesionales de la seguridad, académicos y representantes de la sociedad civil, insiste en que la situación demanda una respuesta integral y urgente.
Ana Carolina Fonseca, de Unicef, subrayó que la segunda edición de este informe, aunque no directamente comparable con la primera, evidencia una tendencia clara y devastadora: la violencia mortal contra niños y adolescentes, especialmente aquellos de la comunidad negra, sigue siendo una tragedia cotidiana en Brasil.
Explica que las diferencias en la recolección y presentación de datos por parte de los estados impiden una comparación directa con periodos anteriores, pero el patrón de violencia persiste con una crueldad innegable. Con datos de Prensa Latina.