Por: Felipe Medrano
Porque mientras otros callaban, con su silencio cómplice, él públicamente hablaba. Como ha sido su habitual costumbre, alzando siempre su firme y potente voz hasta el infinito firmamento, defendiendo la libertad de vivir en paz y dignamente de todos los seres vivos, no solamente de los humanos, Tony Raful defendió mi vida, mi dignidad y honra personal, cuando otros por miedo o duda, prefirieron guardar silencio y hacerse cómplices, por omisión, de mis torturadores policiales.
Era los inicios de la década de 1990, siendo de nuevo presidente de la República Dominicana el nefasto Joaquín Balaguer, para desgracia del mismo pueblo que supuestamente lo eligió, aconteció 16 de enero de 1992, cuando fue allanada la residencia donde vivía, por un enorme contingente de agentes de la Policía Nacional, sin una orden judicial expresa, ni la presencia de un representante de la Procuraduría Fiscal, del entonces Distrito Nacional.
Todos los rincones de mi residencia fueron minuciosamente requisados, varias veces fui amenazado con una pistola calibre 45 por el Teniente Julio Cesar Betances Hernández, el oficial policial que sub-comandaba el operativo. Más que a mí, afanosamente buscaban un “negativo”, que ni por asomo sabía yo a que se referían, cuando ese fatídico día fui ilegalmente apresado, trasladado y severamente torturado en el Palacio de la Policía Nacional. Fue en ese lugar cuando me entero que se trataba de un caso de falsificación de dolores al que me estaban asociando.
Ese oscuro día no hubo interrogatorio alguno, nadie preguntó nada, nadie dijo nada, solo burlas, maltratos, vejaciones y humillaciones, por parte de una docena de agentes policiales miembros del Departamento de Falsificaciones, cuyo director el Capitán Simón Emilio Báez Guerrero, en su cotidiana expresión de inhumana psicopatía, con un bate de madera en sus manos, descargó sobre la legión lumbar de mi columna vertebral y glúteos, una andana de severos y repetidos golpes, que solo culminó cuando mi torturador cayó víctima de su propio cansancio.
Como resultado de ese criminal e irracional método de “investigación policial”, mi cuerpo lacerado sufrió lesiones permanentes en la legión lumbar de la columna vertebral y el nervio ciático derecho, que aunque me mantengo siempre activo, dinámico y alegre, desde entonces interiormente los constantes dolores han convertido mi vida en un verdadero pandemonio.
Lo único que me reconforta un poco de esa amarga y cruel experiencia, fue que luego de realizarse una verdadera investigación policial, ocho días después fui liberado y recobré la libertad, sin formularse cargo alguno en mi contra. Mi nombre fue desligado del referido caso, retornando a mi hogar con una falsa certificación policial, la cual decía, “nada tuvo que ver con el caso investigado”, aunque eso sí, sin ninguna disculpa previa y con mi cuerpo permanentemente lesionado.
A los tres días de mi liberación, como era mi deber ciudadano, interpuse una demanda judicial ante el “Tribunal de Justicia Policial”, contra mis torturadores por la comisión del delito de tortura, casi un año duro el proceso judicial, periodo durante el cual recibí continuas amenazas, presiones, extorsiones, chantajes, simulacros de asesinatos y hasta ofertas de negociaciones económicas para que abandonara el proceso judicial en curso.
No obstante, me mantuve firme, nada ni nadie me detuvo, al final mis torturadores fueron levemente sancionados, teniendo en mi poder la sentencia certificada del referido tribunal, integrado por oficiales policiales de altos rangos, compañeros y amigos de mis torturadores. Sentencia que se me quiso negar y que luego de reiteradas solicitudes pude obtener gracias a la gentileza y solidaria intervención del gran amigo Manuel De Jesús Pérez Sánchez, entonces Coronel, años después ascendido a General y convertido en Jefe de la Policía Nacional.
Durante todo el proceso judicial mantuve una intensa campaña nacional e internacional, demandando castigo contra mis torturadores y el cese definitivo de la práctica de la tortura en los recintos policiales; así como la eliminación inmediata del tristemente célebre “Equipo de la Muerte” en la Policía Nacional, el cual fue públicamente anunciado su aparente eliminación. Este era, quizás lo sigue siendo, el más cruel y sanguinario de todas las áreas y departamentos, que en esa institución torturaban a indefensos ciudadanos y que estaban llamados a proteger los ciudadanos indefensos, mantener el orden público y hacer valer el respeto irrestricto de los derechos humanos fundamentales.
Reconozco, como es mi deber reconocer, que en ese desagradable episodio de mi vida nunca estuve solo, que recibí grandes muestras de solidaridad de amigos, desconocidos e instituciones defensoras de los derechos humanos en todo el mundo. Tal fue el caso de Human Rights Watch (HRW), donde fui recibido en la ciudad de New York por un prominente equipo de trabajo de esa prestigiosa institución defensora de los derechos humanos, presidido por la eficiente señora Mery Jean Camejo, quienes inmediatamente enviaron una dura correspondencia al doctor Joaquín Balaguer, presidente de la República Dominicana, demandando respeto absoluto a mi integridad física y de mis familiares.
Eficiente, oportuno y sistemático, también fue el respaldo de Amnistía Internacional (IA), quienes también me recibieron gentilmente en sus oficinas de la ciudad de New York y de inmediato se comunicaron con el presidente Joaquín Balaguer responsabilizándolo del mantenimiento de mi vida y demás familiares. De sus filiares en todo el mundo llovieron correspondencias al primer mandatario exigiendo respetar mi integridad física y garantías plenas al proceso judicial en curso contra mis torturadores.
Nunca podré olvidar y agradecer, al Comité Dominicano de los Derechos Humanos (CDDH), en la persona de su presidente, el caro, respetado y siempre recordado buen amigo, doctor Roberto Gastón; quien asumió como propia mi causa, con tanta persistencia y entrega, que hasta su propia vida puso reiteradamente en peligro, al extremo de morir víctima de un extraño provocado accidente de tránsito.
Particularmente, hoy quiero reconocer y agradecer, al señor Alan Langlais, asistente del embajador Robert Pastorino, quien me recibiera en su despacho en la Embajada de los Estados Unidos y me dispensara un trato cortes, afable y sumamente solidario, cuya solidaridad se mantuvo durante todo el proceso judicial. Alan Langlais nunca me abandonó y gracias a su constante muestras de apoyo, cesaron definitivamente todas las amenazas e intimidades en mi contra dentro de la Policía Nacional.
¿Porqué Tony Raful es un amigo fundamental?
Fueron múltiples, variadas y reiteradas, las muestras de solidaridad por mis recibidas, comunicaciones de la gran mayoría de los países de mundo abarrotaban el despacho del presidente Joaquín Balaguer, el Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, el procurador General de la República, el Jefe de la Policía Nacional, el Secretario de Interior y Policía y el Procurador Fiscal del Distrito Nacional. Siempre, siempre, a todos ellos les estaré eternamente agradecido.
De manera muy especial, quiero reconocer y agradecer infinitamente al queridísimo hermano y buen amigo Tony Raful, quien para mí fue la persona que me ofreció, contrario a lo sugerido por mutuos amigos, (que les aconsejaban no apresurarse porque él no estaba seguro de mi inocencia); quien públicamente me expresó la más grande y significativa muestra de solidaridad. Fue un periodo de muchos riesgos, de grandes peligros para mi integridad física, si hoy estoy vivo para poder contarlo, se lo debo a muchas personas e instituciones, pero muy especialmente a Tony Raful, a él le debo mi vida, muy bien sé por qué ahora lo digo.
En efecto, en el momento crucial del inicio de la demanda judicial exigiendo castigos contra mis torturadores, el cese definitivo de la práctica de la tortura en la Policía Nacional y la eliminación del sanguinario y tenebroso “Equipo de la Muerte” en la Policía nacional, Tony Raful, en ese entonces Diputado de la Republica Dominicana, insisto, contrario a lo sugerido por mutuos amigos, el 18 de febrero del año 1992, escribió en el periódico vespertino “Ultima Hora”, un importante, valiente y solidario artículo titulado “Rémora del Medioevo en Métodos de Investigaciones Policiales”, cuya pieza de opinión constituyó la clave y soporte principal de todo el respaldo por mí recibido. Por ese valioso artículo de Tony Raful mi vida fue preservada, protegida y aún sigo vivo.
Afirmaba Tony Raful en esa valiosa pieza periodística lo siguiente: “Felipe Medrano, ex dirigente de la Asociación de Clubes del Distrito Nacional, Director de la Unidad de Promoción Cultural de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, sobre todo un dominicano decente y honrado, cuya conducta pública puede ser atestiguada por instituciones y personalidades del país, acaba de denunciar que fue rudamente torturado en el Departamento de falsificaciones de la Policía Nacional.
Denuncia que se le golpeó con un bate de madera severa y repetidas veces en los glúteos y en la parte inferior de la columna vertebral, se ampara en un certificado médico y en exámenes radiológicos. Lo que narra Felipe Medrano es mortificante en una sociedad democrática. Demostrada su inocencia de los cargos que se le imputaban, fue devuelto a la sociedad lesionada física y psicológicamente por sus torturadores.
Si la sociedad dominicana no reacciona frente a este tipo de denuncia que lacera el alma, entonces hay razones para desfallecer. Apelamos a las reservas más hondas de la sensibilidad humana. Apelamos al jefe de la Policía Nacional, que ha demostrado interés en sanear plenamente esa institución, para que se investigue esta denuncia de Felipe Medrano. Y que esa investigación sea minuciosa. Frente al país y sus instituciones democráticas.
Yo no apresaría ningún pájaro, ninguna cigarra, ninguna paloma. Su derecho a ser libre es también el mío. Nada diferencia a estos seres vivos de mi esencia libérrima. Estamos unidos por un mismo soplo que nos insufló la vida libre. Yo clausuraría los zoológicos, sus celdas inmundas o aseadas. Solo en espacios abiertos pueden los animales identificar su evolución, su contribución al ecosistema, a la vida que compartimos”. Concluía enfáticamente Tony Raful.
Según la Real Academia Española (RAE), la amistad es el “afecto personal, puro y desinteresado con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”, más aún, en el mundo cristiano “la idea de la amistad en el contexto bíblico es, claramente mucho más que una simple conexión social, los amigos se ofrecen ayuda mutua, lealtad, protección, apoyo, amor desinteresado y guía moral”. La amistad pura, verdadera, en muchas ocasiones supera en demasía a los parientes unidos por vínculos sanguíneos, constituyéndose junto con la familia como el núcleo fundamental de toda sociedad.
En muchas ocasiones existen familiares que no sienten, ni expresan el más mínimo sentimiento de solidaridad y hasta entre ellos hay algunos que desean la muerte del otro, otras veces han sucedido asesinatos entre familiares, por malquerencias o simplemente para apropiarse de bienes materiales producto de alguna herencia. Un amigo verdadero jamás desearía la muerte de otro amigo, por el contrario, manifiesta mayor grado de solidaridad que muchos de sus propios familiares.
Por estas razones anteriormente señaladas, por su permanente muestra de afecto, lealtad, protección, apoyo, amor desinteresado, por sus reiteradas muestras de solidaridad desinteresada y sobre todo por ser un referente moral obligatorio para mí y toda la sociedad dominicana. Aunque no mantenemos comunicaciones continuas, ni nunca nos hemos reunidos solos, ni siquiera tomado juntos una sola taza de café, siempre que nos hemos tratados ha sido en presencia de otras personas, en el contexto de actividades artísticas, culturales y políticas, pese a todo ello, Tony Raful ha sido, sigue siendo y lo será siendo siempre para mí, un gran ser humano, un ciudadano ejemplar, un amigo fundamental. ¡Para que estemos claros ¡
El autor fue Presidente del Club Deportivo y Cultural Villa Faro (1973-1976), Presidente de la Asociación de Clubes del Distrito Nacional (Asocludisna) (1976-1978) y Director de la Unidad de Promoción Cultural de la UASD (1985-2010).