No resulta sorprendente que el presidente Luis Abinader haya confirmado nuevamente a Héctor Valdez Albizu en la Gobernación del Banco Central de la República, una institución clave en la arquitectura macroeconómica y cuyo desempeño ha sido fundamental para el mantenimiento de la imagen de estabilidad del país.
Hace unos años me atreví comparar a Valdez Albizu con Alan Greespan, aquel emblemático gurú de la Reserva Federal de los Estados Unidos, cuyo desempeño fue valorado por los republicanos Ronald Reagan, George Bush padre e hijo, y por el demócrata Bill Clinton, quienes lo mantuvieron en la FED durante 19 años corridos.
Greespan es un ateo y republicano—cosa bien extraña—cuya filosofía económica se inclina al monetarismo, una concepción que se percibe en Valdez Albizu, razón por la cual está pendiente de que la oferta de liquidez monetaria sea equilibrada para la estabilidad de precios.
Pues bien, la confirmación de Valdez Albizu desde el primer cuatrienio del presidente Abinader y la reciente le colocan en un sitial al que han accedido pocos rectores de la política monetaria y cambiaria, habiendo concitado la confianza de cuatro mandatarios, al igual que Greespan.
El presidente de la República ha entendido que en un organismo cuyas decisiones tienen tanto impacto en el desenvolvimiento general del país, y cuando se necesita mandan mensajes bien claros de estabilidad macroeconómica, el mantenimiento de un rector como Valdez Albizu es esencial.
Algo en lo que Abinader ha coincidido con los otros tres jefes del Estado que mantuvieron al gobernador del Banco Central, ha sido en permitir la autonomía de sus decisiones, pues se ha demostrado en el pasado que, cuando desde otros ámbitos se interfiere en las políticas del organismo emisor, el resultado ha sido el descalabro.
En ese sentido, sin considerarlo una isla, Joaquín Balaguer, Leonel Fernández, Danilo Medina—permitieron—y ahora Abinader también lo permite, que las medidas del Banco Central surjan sólo atendiendo al interés de la estabilidad.
Los organismos internacionales y los inmersos extranjeros se sienten cómodos cuando no hay vaivenes en las grandes políticas que perfilan la estabilidad de un país.
Valdez Albizu se ha ganado su mantenimiento como conductor de las delicadas políticas monetaria y cambiaria, en un entorno donde la volatilidad ha venido trazando el camino de la inestabilidad que caracteriza otras economías de nuestro continente.
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