Este domingo, simpatizantes de ambos bandos se enfrentaron con petardos, piedras y explosivos.
Bolivia vive momentos de extrema tensión mientras se agravan los enfrentamientos entre seguidores del presidente Luis Arce y del expresidente Evo Morales. La “Marcha para Salvar Bolivia”, convocada por Morales, ha escalado en violencia y descontento popular, dejando a un país polarizado y con un futuro incierto.
Este domingo, en el Cruce de Ventilla de El Alto, simpatizantes de ambos bandos se enfrentaron con petardos, piedras y explosivos. El periódico boliviano 'Los Tiempos', en un texto que recoge Europa Press, reportó una escalada preocupante que expone la fragilidad de la cohesión social en el país.
Morales, que encabeza la marcha desde Caracollo, ha confirmado que el lunes llegarán en varias columnas a la capital, La Paz. En contraste, el presidente Arce ha rechazado reunirse con Morales en el contexto de esta marcha, calificándola como una “marcha de la muerte” según declaraciones de su ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo.
Las razones detrás de esta movilización son múltiples: desde la crisis económica, marcada por la escasez de dólares y combustibles, hasta profundas divisiones políticas que han fracturado al Movimiento al Socialismo (MAS), partido que ambos lideran.
La realidad es que Bolivia se enfrenta a un desafío existencial: la lucha por el poder dentro de su propio partido gobernante podría tener consecuencias impredecibles para la estabilidad del país.
La llegada a La Paz, prevista para este lunes, ha generado una fuerte respuesta por parte del gobierno, que ha reforzado el contingente policial y cerrado los accesos a la plaza Murillo y la sede de la Central Obrera Boliviana (COB).
Los sectores afines a Arce, por su parte, se preparan para detener la marcha en El Alto, anticipando un enfrentamiento que podría desbordar en violencia.
La carta enviada a la ONU por los seguidores de Morales, denunciando amenazas contra la integridad física del exmandatario, solo añade más leña al fuego de un conflicto que parece estar lejos de resolverse.
Morales, visiblemente desafiante, advirtió que cualquier violencia que surja de estos eventos será responsabilidad directa del presidente Luis Arce y del vicepresidente David Choquehuanca.
La realidad es que Bolivia se enfrenta a un desafío existencial: la lucha por el poder dentro de su propio partido gobernante podría tener consecuencias impredecibles para la estabilidad del país.