Si hubieran hecho caso al Mensaje del Papa al Pueblo Dominicano se hubiera evitado la revolución del 24 de abril de 1965 (Primera parte: Antecedentes).
Arquidiócesis de Santo Domingo.- Nunca conocí al abuelo paterno. Murió en plena revolución del 1965 al salir de su casa ubicada en la calle Henríquez Henríquez de Gazcue a causa de un francotirador que disparó sin razón alguna, si así se le puede llamar al uso de armas de fuego durante un conflicto armado.
Vamos a compartir los dos mensajes que el Papa San Pablo VI dirigió al pueblo dominicano a raíz de la cruenta situación bélica que se suscitó entre un pueblo conocido por su afabilidad y de convivencia pacífica. El primero fue un radiomensaje de parte del Papa a todos los fieles católicos de la Iglesia Primada de América.
El domingo 15 de marzo de 1964, en la proximidad a la Semana Santa de aquel año, se desarrollaba una misión general en la Arquidiócesis de Santo Domingo. Las oraciones del Papa la acompañaban, así como la intención de que el pueblo tomase conciencia desde la dimensión espiritual de la crisis socio-política que la nación dominicana vivía.
Las visitas de sacerdotes y de los misioneros católicos casa por casa, con el objetivo de evocar la visita de Dios a cada hoja, buscaron despertar la colaboración dócil, consciente y amorosa de quienes correspondían al llamado a la puerta de sus viviendas, de modo que se dispusieran a recibir al mismo Señor Jesucristo en sus corazones, en sus familias y en sus trabajos. Nunca la misión de la Iglesia es un esfuerzo en vano.
Lo anteriores argumentos servirán a San Pablo VI para abordar, con su acostumbrado estilo diplomático y cauteloso, la temática de la necesidad del diálogo, uno de los principales enfoques de su pontificado universal a la hora de la reforma y renovación de las instituciones sociales, y no solamente la estructura eclesial. Diálogo que tiene su origen en la intimidad del espíritu con Cristo al dejarse interpelar cada uno por su mirada, en actitud serena y buscando su orientación de padre, maestro, amigo, con su palabra y aliento hacia compromisos e ideales superiores que nacen de la vida de la gracia que provoca una regeneración humana en la persona y en la sociedad en la que interactúa y aporta a su desarrollo.
El fruto de este proceso del diálogo entre todos los actores es el abrazo de la unidad y la alegría por sabernos e interactuar como hijos que retornan a la casa del Padre común. Se trata de la confianza en que la misericordia de Dios puede obrar maravillas a apostar por este proceso del diálogo social que puede trabajar lo secreto de las conciencias. Un reconciliarse con Dios por la Sangre Redentora de Cristo que transforma y sublima la humanidad a lo largo de la multiforme historia. Una purificación de la conciencia por la gracia.
Todos estos argumentos teológicos sirven al Papa para llamar a los dominicanos la fraternidad que se fundamenta en la justicia y el amor como exigencia. El ejercicio de la misma pende de la exigencia de la comunicación con los demás que nace de la vida sobrenatural y es una verdadera vocación o apostolado.
El dominicano ha de ver en su compatriota al prójimo, a un miembro de su misma familia, de idéntico derecho. Es un llamado a la pacificación interior, de conversión a quien viola la justicia y ofende a la caridad. Es una reconciliación y abandonar la discordia con el propio hermano como requisito del amor a Dios. Un cultivar la convivencia humana y abrir nuevos campos a la caridad. Para ello la Iglesia aporta sus obras de caridad, de apostolado y de entrega, A esto se le define como cuerpo social.
La revalorización del cuadro hogareño, del matrimonio con institución sagrada, la vida social cimentada en la justicia y la caridad que impone sacrificios, renuncias, comprensión heroica del otro, posturas estas descritas por la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), sirven de cohesión para la vida cívica de toda comunidad nacional en base a la unión y a la colaboración del bien común en lugar de la división que cobran los intereses particulares. El trabajo que se ha de realizar en conjunto se proyecta en un futuro mejor.
El Papa que implementó la puesta al día de la Iglesia en el mundo moderno o Aggiornamento, y que al año siguiente, en persona, clamaba al cielo y a la conciencia de los representantes de todas las naciones en la ONU: ¡Nunca más la guerra! apela con su radiomensaje a las tradiciones religiosas del pueblo dominicano, a su característico afán de superación y a su generosidad. Paz estable, concordia fraterna y prosperidad de acuerdo a los principios cristianos, y no de aflicción son los deseos del Papa para la República Dominicana, quien bendice a todas las familias, a sus líderes y a sus corazones en aquel tiempo de cuaresma.
Como todos bien sabemos, y nuestras familias lo sufrieron, la revolución civil y la consecuente invasión extranjera trajeron nefastas consecuencias a la nación de Duarte, Sanchez y Mella. Un segundo mensaje del Papa, que en nuestra próxima entrega comentaremos, intentará apaciguar las olas diabólicas de la violencia y las muerte que provocó tal contienda.