Por Carolin Guerra, para Diaspora & Development Foundation, EE.UU.
Utah -Estados Unidos. Las artes modernas van más allá de lo estático, pues tienen movimiento, dimensión y, sobre todo, sonido. Y aunque no visualizamos algunas publicaciones, la radio y la misma televisión como tal, estas son pilares fundamentales del arte de la comunicación en el mundo actual. A pesar de que surgieron en épocas distintas, conceptualmente, todas conectan a las audiencias con información, entretenimiento y la ciencia. Y su valor reside en su capacidad de llegar a vastas poblaciones, trascendiendo fronteras geográficas, culturales y socioeconómicas.
Wendy Abbott, una dominicana de Santiago, quien encontró un cálido hogar en el frio de Utah, optó por hablar con nosotros para esta edición de Conversaciones con la Diáspora.
La soñadora y amante de la educación y la lectura, que siempre ha visto en lo impreso, lo visto, y lo escuchado, viajes a lugares desconocidos, inicia el intercambio asegurándonos que, “por la televisión supe sobre la música de Estados Unidos. Y con las películas palpé sobre el estilo de vida de sus ciudadanos. Pero con los libros conocí otros ambientes, lugares y hasta mentalidad.”
A pesar de estar expuesta a medios y las referencias de algunos familiares que vivían en Estados Unidos, Wendy me afirma, “nunca tuve como meta ni deseo, vivir fuera del país, pues la mayoría de mis familiares más cercanos estaban en la Republica Dominicana. Nunca cruzó mi mente ir a Estados Unidos.” No obstante, al momento que su padre decide emigrar hacia la nación americana, su panorama empieza a cambiar y ve que es posible un cambio de vida para ella y su familia. Y es en ese momento que contempla como posible, la idea de nuevos horizontes.
Wendy crece siendo católica. Desde niña, era la única fe que estuvo a su alcance. Pero en su adolescencia conoce la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, referido en ocasiones como ‘los mormones’, llevándola a un nuevo círculo, que la motivaría a vivir en Utah, conocido como el estado mormón en Estados Unidos.
A veces lo único que necesitas para emprender tus sueños, es un empujón.
Aun con dudas sobre si dejar el calor de su país por un templado frio desconocido, se inscribe en la universidad privada Brigham Young University (BYU), situada en Provo, Utah. La prestigiosa y reconocida institución educativa es propiedad de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (SUD).
Su padre, madre y una amiga, le dieron el impulso que requería para emprender el vuelo. Pero sin el pleno respaldo económico que requiere un sueño Technicolor de ese tipo, la santiaguera se embarca de igual forma y al llegar a la ciudad de Provo con la misma universidad logra trabajar 20 horas a la semana, lo máximo que le permitía la visa de estudiantes internacionales. Con eso se mantuvo semestre tras semestre. Y claro, como nos dice Wendy, “de las manos amigas que Dios me puso en el camino.”
El plan original era iniciar una maestría, pero antes de hacerlo primero debía agotar un ciclo de inglés, para asegurar fluidez en el idioma en el cual se impartirían las materias. Superado ese reto, nuevamente se inscribe en la maestría, y se encuentra con la desagradable noticia de que su licenciatura en contabilidad de República Dominicana no podía ser convalidada.
Embarcada en un sueño que amenazaba en querer ser pesadilla, Wendy lo asume como está acostumbrada a afrontar todo, de frente. Ve que la opción más factible no es regresar a la isla, sino rehacer su carrera. Primero asume un técnico de dos años, para luego transferirse a la universidad del estado, pues no lograba pasar el examen de inglés como idioma extranjero de la BYU (TOEFL por sus siglas en inglés – Test of English as a Foreign Language) y solo así, poder culminar sus estudios.
“…yo pasé mucho trabajo levantándome bien temprano para tomar transporte público a tiempo, caminar una milla en pleno frio para llegar a mi casa, con las manos congeladas.”
Wendy vivió una época en New York, trabajando y ahorrando para sus estudios de maestría que veía en su porvenir. Pero la ciudad de los rascacielos es compleja. A veces impersonal y en otras invasiva a la privacidad. Ella nunca se acostumbró al estilo de vida de la capital del mundo. Algunos familiares le decían que se quedara, pero ella seguía enfocada en culminar sus estudios y lograr su objetivo en Utah.
Entre risas me cuenta, “solo me alcanzaba para comprar leche, pan, arroz y huevo. Aunque luego encontré un supermercado latino donde encontraba plátanos y batatas. Tenía que calcular la comida y el transporte entre ingresos. Manejaba mis recursos como poco estudiantes, pues no tenía ningún familiar o vecino que le ayudara en esa ciudad, estaba prácticamente sola.”
Aunque inmersa en esa experiencia cultural dominicana de otros como ella en New York, durante los primeros tres o cuatro años en Utah, Wendy extrañaba mucho su país y la cultura. “Solo conocía cuatro dominicanos”, me cuenta. “No tenía momentos familiares. Eso se extraña bastante. No tenía un colmado al cual ir cuando me faltaba algo¨, nos cuenta.
En todo este proceso conoce al que actualmente es su esposo, quien también profesa la religión mormona y con quien procrea una hermosa niña.
Tal como profesa cada inmigrante. -No ha sido un camino fácil, pero ha valido la pena. Cada experiencia vivida ha tenido sus enseñanzas. Han formado el ser humano que es hoy. Aun soñador, que sigue pensando en que nuevos senderos a empezar. Pues para ella este momento de su vida es solo el comienzo de todo lo que quiere lograr. Sigue apostando por sus sueños e ideas.
Finalizando, le pregunto, si “¿regresarías a su amada patria?”, a lo que me responde que le gustaría tener una residencia allá. Además, desea que sus hijos pasen tiempo en el país y que aprendan sobre sus raíces. “Y quien sabe que nos depara el futuro. No estoy cerrada a esa posibilidad.”
Ya que la educación es sumamente importante para ella, un sueño que tiene en su corazón es el de poder traer un niño a estudiar en Estados Unidos. Me lo dice con ilusión. “Carolin, quisiera ayudar a un niño, o hasta más de uno. Traerlo a estudiar aquí, porque creo que eso crea una generación con más oportunidades y un futuro más prometedor.” Y lo asegura agregándole a la idea, enfatizando que o descarta la idea de adoptar un niño dominicano.
Le pregunto a Wendy si tiene algún mensaje que le gustaría darnos, y me contesta, “les puedo decir que tengan objetivos claros y que sean realistas. Recordar, además, que la paciencia requiere de un proceso. Hay que estar abiertos a las posibilidades y a los cambios que lleguen, pues probablemente la motivación inicial no termine siendo la final. Las ideas, como uno, evolucionan. Uno madura en el camino. No dejes que otros tomen la decisión del cambio por ti. Se proactivo y sal en busca de tus sueños. Nunca esperes por los demás. Diría, en síntesis, nunca darse por vencido pues siempre hay una luz al final del camino.”
La historia de Wendy, como muchas otras experiencias, guardan la capacidad de llegar a vastas poblaciones, trascendiendo montañas de nieve y cordilleras soleadas, jugando un rol crucial en la educación y el fomento de la identidad comunitaria. En un mundo cada vez más digital, estos ensayos siguen siendo esenciales para la diversidad de voces.
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