MIAMI.- El reciente paso del huracán Helene por las costas de Florida ha dejado una estela de destrucción sin precedentes en seis estados de Estados Unidos, convirtiéndose en el segundo huracán más mortífero de los últimos cincuenta años en el país.
Desde su aterrizaje hace una semana, las autoridades han confirmado un total de 227 personas fallecidas, afectando principalmente a Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia, Florida, Tennessee y Virginia. Además, alrededor de 1,3 millones de estadounidenses se encuentran sin suministro eléctrico, aumentando la magnitud de la crisis humanitaria generada por este fenómeno meteorológico.
Carolina del Norte lidera la lista de estados más afectados, con un devastador saldo de 113 muertes, según informó la cadena de televisión CNN. Le siguen Carolina del Sur con 48 decesos, Georgia con 33, Florida con 20, Tennessee con 11 y Virginia con dos víctimas fatales. Estos números reflejan la severidad de Helene, que ha dejado a comunidades enteras en ruinas y ha paralizado la vida cotidiana de millones de personas.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, junto a la vicepresidenta Kamala Harris, han realizado visitas a varias de las áreas más afectadas por el huracán. En una declaración emitida en la víspera del paso de Helene, anunciaron el despliegue de un millar de militares adicionales en Carolina del Norte, elevando el total a aproximadamente 6.000 tropas en los seis estados afectados.
Estas fuerzas armadas están encargadas de tareas cruciales como la entrega de ayuda humanitaria, incluyendo alimentos y agua, en las comunidades que han quedado incomunicadas debido a las severas inundaciones y los fuertes vientos.
La Administración Biden-Harris ha respondido de manera contundente a la catástrofe, aprobando la declaración de desastre para Carolina del Norte, Florida y Georgia.
Esta medida permitirá la entrega de más ayuda a nivel federal, facilitando la movilización de recursos y personal necesarios para la recuperación y reconstrucción de las zonas afectadas. La declaración de desastre es un paso crucial para asegurar que las comunidades reciban el apoyo necesario en estos momentos críticos.
En un lapso de tan solo 48 horas, amplias zonas del sureste de Estados Unidos quedaron irreconocibles tras el embate de Helene. Los vientos huracanados y las intensas lluvias provocaron inundaciones que arrasaron con cientos de carreteras, edificios, viviendas y vehículos.
Las comunidades quedaron aisladas, sin acceso a servicios básicos y con infraestructuras severamente dañadas, lo que ha dificultado enormemente las labores de rescate y asistencia.
Helene se posiciona como el segundo huracán más mortífero en el territorio continental de Estados Unidos en los últimos cinco décadas, solo superado por el devastador huracán Katrina de 2005, que causó la muerte de 1.833 personas. La comparación con Katrina subraya la gravedad de Helene y la urgencia de una respuesta efectiva por parte de las autoridades para mitigar el impacto de esta tragedia y prevenir futuras catástrofes.
Las autoridades locales y federales están trabajando incansablemente para restablecer el suministro eléctrico a las millones de personas que han quedado sin energía. Las condiciones climáticas adversas y los daños a la infraestructura han complicado los esfuerzos de recuperación, pero el compromiso de las agencias gubernamentales es firme para restablecer la normalidad lo antes posible.
Además de los esfuerzos de rescate y asistencia inmediata, se están implementando medidas a largo plazo para fortalecer la resiliencia de las comunidades ante futuros eventos climáticos extremos. La experiencia de Helene ha puesto de manifiesto la necesidad de mejorar las infraestructuras y los sistemas de alerta temprana para minimizar el impacto de huracanes y otras catástrofes naturales.
La solidaridad nacional e internacional también ha sido evidente, con múltiples organizaciones y países ofreciendo su apoyo a Estados Unidos en estos momentos difíciles. La colaboración entre diversas entidades ha sido fundamental para coordinar la ayuda y asegurar que llegue de manera eficiente a quienes más la necesitan.
En conclusión, el paso del huracán Helene ha dejado una huella imborrable en las comunidades afectadas, marcando un antes y un después en la historia reciente de Estados Unidos en términos de desastres naturales. La respuesta coordinada de las autoridades y el apoyo de la comunidad internacional serán determinantes para la recuperación y reconstrucción de las áreas devastadas. Mientras tanto, millones de estadounidenses enfrentan los desafíos de reconstruir sus vidas en medio de la devastación, con la esperanza de que esta tragedia sirva como un llamado a la acción para enfrentar de manera más efectiva los desafíos climáticos del futuro.
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