La guerra entre Israel y Hamás alcanza niveles inéditos de violencia
La guerra en Gaza entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás, que estalló el 7 de octubre de 2023, representa el capítulo más reciente de un conflicto histórico que parece no tener fin.
A pesar de los innumerables intentos internacionales por establecer la paz, la realidad en el terreno muestra una escalada sin precedentes en términos de víctimas, destrucción y polarización política.
Un conflicto con raíces profundas
El origen de este enfrentamiento se remonta al plan de partición de la ONU en 1947, que proponía la creación de dos estados, uno árabe y otro israelí, coexistiendo en la región. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta solución parece cada vez más inalcanzable.
La situación se complicó aún más en 2006 con la desconexión israelí de la Franja de Gaza y la posterior toma de poder de Hamás en 2007, lo que convirtió al enclave en un territorio bloqueado y aislado.
El ataque del 7 de octubre
A las 06:30 de la mañana del 7 de octubre, las Brigadas de Ezzeldín al Qassam, brazo armado de Hamás, junto con otros grupos armados y civiles palestinos, lanzaron un ataque coordinado contra comunidades israelíes en la frontera con Gaza.
Utilizando el lanzamiento masivo de 2.200 cohetes como cobertura, más de 1.000 combatientes palestinos perpetraron ataques en 24 puntos del sur de Israel, incluyendo el kibbutz de Beeri y el festival de música Nova.
El ataque resultó en más de 1.200 muertos, de los cuales 809 eran civiles, incluyendo al menos 280 mujeres y 40 niños, según informes de la ONU.
Además, 314 militares israelíes perdieron la vida y aproximadamente 14.970 personas resultaron heridas. Al menos 252 personas fueron secuestradas, exacerbando aún más las tensiones.
La respuesta de Israel y la regionalización del conflicto
En respuesta, Israel declaró el estado de guerra por primera vez desde 1973 y movilizó a 300.000 reservistas. Simultáneamente, las milicias del partido chií libanés Hezbolá comenzaron a atacar comunidades en el norte de Israel, marcando el inicio de la regionalización del conflicto.
La situación se intensificó aún más cuando la insurgencia hutí de Yemen lanzó su primer ataque contra Israel el 19 de octubre.
El 27 de octubre, Israel inició una invasión a gran escala de la Franja de Gaza. Los bombardeos y operaciones terrestres resultantes han causado una devastación sin precedentes en el enclave, con miles de víctimas y desplazados.
La tregua que nunca fue
El 24 de noviembre, casi un mes después de la invasión, se declaró un alto el fuego de siete días gracias a la mediación internacional. Durante este período, Israel liberó a 240 presos palestinos a cambio de 105 civiles secuestrados por Hamás.
Sin embargo, las esperanzas de una paz duradera se desvanecieron rápidamente. Israel acusó a Hamás de no liberar a todas las mujeres y niños secuestrados, mientras que Hamás denunció violaciones constantes del cese al fuego por parte de Israel y la paralización de la ayuda humanitaria.
Al finalizar la tregua, los bombardeos israelíes se intensificaron, y las operaciones terrestres se aceleraron, dejando en claro que el conflicto estaba lejos de resolverse.
Impacto humanitario y reacciones internacionales
Las consecuencias humanitarias han sido catastróficas. Más de 42.000 palestinos han muerto, más de 97.000 han resultado heridos y cientos de miles han sido desplazados. Entre las víctimas se cuentan casi un millar de empleados del sector sanitario, 200 trabajadores de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) y más de un centenar de periodistas.
La comunidad internacional ha mostrado su incapacidad para detener la escalada. Mientras la Corte Internacional de Justicia ordenó a Israel tomar medidas para prevenir un genocidio en Gaza, el Consejo de Seguridad de la ONU ha sido incapaz de aprobar una resolución efectiva para un alto el fuego, en parte debido a los vetos y abstenciones de países aliados de Israel.
Una escalada peligrosa y sin precedentes
La internacionalización del conflicto ha llevado a enfrentamientos directos entre Israel y otros actores regionales. Irán, por ejemplo, lanzó decenas de drones y misiles balísticos en respuesta a la muerte de miembros de su Guardia Revolucionaria en Siria. Además, Israel ha llevado a cabo operaciones para eliminar a líderes de grupos armados como Hamás y Hezbolá, acciones que han contribuido a la inestabilidad regional.
El 1 de octubre, Israel invadió el sur de Líbano y lanzó bombardeos sobre el sur de Beirut, bastión de Hezbolá, causando más de 2.000 muertos y casi 9.800 heridos en territorio libanés.
Un futuro incierto
Mientras ambas partes mantienen narrativas contrapuestas—Israel acusa a Hamás de utilizar a civiles como escudos humanos, y Hamás denuncia la ocupación y agresión israelí—el conflicto parece alejarse cada vez más de una resolución pacífica. La población civil sigue siendo la más afectada en un enfrentamiento que no muestra signos de detenerse.
La comunidad internacional enfrenta el reto de intervenir de manera efectiva para detener la violencia y propiciar un diálogo que pueda conducir a una solución duradera. Sin embargo, las divisiones políticas y los intereses geoestratégicos complican aún más este objetivo.
La guerra en Gaza ha alcanzado niveles de violencia y destrucción sin precedentes, afectando no solo a las partes directamente involucradas sino también a la estabilidad de toda la región. Con miles de vidas perdidas y una crisis humanitaria en aumento, la necesidad de una solución pacífica es más urgente que nunca.
Sin una intervención efectiva y coordinada de la comunidad internacional, el conflicto amenaza con desestabilizar aún más el Medio Oriente y prolongar el sufrimiento de millones de personas.