Ejercemos ciudadanía social responsable cuando somos capaces de respetar y proteger toda forma de vida.
Los derechos humanos, una pertenencia por el hecho de ser persona, nos acompañan desde la concepción y más allá de la vida. Como bien dijo alguna vez el abogado Ramsey Clark, no es algo que alguien te da, sino algo que nadie te puede quitar. Para que este axioma sea efectivo es preciso identificar que tenemos responsabilidades con la sociedad; compromisos: deberes.
Solo así, cumpliendo con esos deberes fundamentales, se ejercita real ciudadanía social; responsable. Esto implica obediencia a las normas. Autocontrol, honestidad, tolerancia, coherencia, autonomía y organización para alcanzar objetivos en la sociedad.
Esto así, porque, sencillamente, comprometerse con la noble lucha por la garantía de los derechos humanos, nos hace una mejor persona, fortalece una gran nación y hace aportes a vivir en un mundo mejor. Como bien aseguraba el inmenso activista por los derechos civiles Martin Luther King.
Ejercemos ciudadanía social responsable cuando somos capaces de respetar y proteger toda forma de vida: humana, animal, vegetal. Porque “todas las especies del planeta tienen igual derecho a la existencia”. Cuando salvaguardamos el medio ambiente natural; las tradiciones; el patrimonio cultural; la historia.
Cuando respetamos la diversidad; el estilo de vida y cultura foránea; cuando fomentamos vivir en paz, y para ello, se acciona cooperación, solidaridad, empatía…, valores universales que transforman la sociedad. Porque ellos hacen posible la garantía de derechos fundamentales, como la dignidad humana. Solo así se disfrutan plenamente los derechos.
Desarrollar una buena comunicación; efectiva, como forma de relacionarnos con nuestros semejantes. Vivir y promocionar una vida sin violencia; esencial en la convivencia social, autoafirmación personal y grupal. Con esto, se logra además, solucionar problemáticas sociales, sosegadamente.
Sine qua non cuidar el entorno, como forma de preservar la salud de todas las especies y el patrimonio cultural vernáculo. Ese que tanto se admira cuando visitamos otras latitudes del globo terráqueo.
Es un deber ser solidarios, no discriminar por motivo de color, sexo, edad, género, identidad y orientación sexual; idioma, religión, opinión política o ideología, origen nacional, étnico o social; discapacidad, propiedad, nacimiento…,
Cuando respetamos la vida, la integridad física, psíquica y moral de las personas estamos accionando ciudadanía responsable. Honrando el compromiso asumido como persona sujeta a su sociedad organizada.
Se es socialmente responsable, cuando somos capaces de fomentar participación colectiva; alzar la voz con espíritu cívico ante problemáticas nacionales y mundiales, en interés de alcanzar bienestar en igual sentido. Siempre exhortando igualdad de derechos y deberes.
Se exhibe ciudadanía responsable cuando se respeta la autoridad, no se eluden los impuestos, se promueve la transparencia y se hace buen uso de los recursos públicos. Asimismo, se fomenta el cuidado de los bienes comunes y se preserva la identidad y el legado cultural: una estampa que nos hace únicos en el mundo.
Hasta pronto.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.