Entre mentiras y medias verdades discurre casi siempre nuestra existencia en Dominicana.
Personas de todas las clases y colores, disfrutando aquí de los derechos que ofrecen y garantizan las libertades, hablan, opinan o escriben sobre los más diversos temas.
El tema haitiano es hoy quizás el principal de ellos, aunque sepamos que la modificación constitucional, las reformas fiscal y laboral, la corrupción, las dificultades en la justicia y los apagones continúan siendo tópicos de cada día.
Sobre Haití y sus hijos vagando por el mundo se habla mucho y a diario.
País ubicado al lado del nuestro, la Republica Dominicana, desde su independencia en 1801 Haití ha sufrido tanto que más bien pareciera un infierno sin fin.
Sin regímenes democráticos, sin objetivos de desarrollo en las cabezas de sus dirigentes, sin educación, salud y trabajos, los haitianos malviven en su territorio o emigran hacia lugares donde pueden mejorar su existencia.
Y en este punto es cuando vienen a vivir, sin convivir, con los dominicanos que nunca han dejado de abrirles sus brazos en plano de solidaridad nunca vista en el planeta, aunque nunca reciprocada ni agradecida por los haitianos.
Y hoy estamos al borde de una crisis sin parangón, de una indeseada y violenta crisis política que algunos malos dominicanos respaldan y alientan porque en elecciones normales no cogen cien votos.
Tenemos más de dos millones de haitianos sin un papelito donde diga cómo se llaman, y no dizque cuatro o setecientos mil, como afirman mentirosamente algunos de allá y de aquí.
Quien vive, reside y se mueve en nuestro país se da cuenta en seguida que el país está lleno de haitianos ilegales desde La Altagracia hasta Puerto Plata, desde Samaná hasta Pedernales,desde Santiago hasta el Distrito Nacional. Están en todas partes en cantidades que un país pobre, robado, corrupto, de negros y mulatos como el nuestro no puede seguir soportando.
NO ES VERDAD QUE LOS DOMINICANOS SOMOS RACISTAS, pues desde hace tiempo usted puede contar con los dedos de sus manos los ciudadanos de color blanco de origen dominicano.
NO ES VERDAD QUE SOMOS INDOLENTES CON LOS HAITIANOS, pues ni siquiera las potencias que se robaron las riquezas de Haití le han tendido el brazo amigo como lo ha hecho nuestro país.
Los haitianos han llegado a nuestro país sin actas de nacimiento, cédula, pasaporte o cualquier otro documento y han encontrado trabajo siempre, mal que bien remunerado, viviendo en condiciones iguales a las que soportan los dominicanos en el extranjero. Y los hijos de esos ciudadanos sin papeles nacidos aquí no han podido ser certificados precisamente porque no hay forma y manera de identificarlos para otorgarles nuestro reconocimiento.
Y en el 2013 se ideó y puso en ejecución una Sentencia para que los haitianos pudieran regularizar su estatus en nuestro país y solo unos pocos cientos acudieron a cumplir con nuestras leyes y constitución.
La enorme mayoría no quiso, no pudo o no le interesó legalizar su estatus, pues en su país se les dice y enseña que nuestro territorio era de ellos y debe seguir siéndolo. Es decir, el refrancito de que la isla es una sola e indivisible.
Algunos de los mentirosos que hablan o escriben aseguran que los haitianos contribuyen con nuestro desarrollo, sin decir que aquí ganan más de lo que reciben los dominicanos en Puerto Rico, Miami o Nueva York. Y sin decir que son los empleadores de esos haitianos quienes más se benefician y no el Estado como tal.
Esos mentirosos y anti dominicanos también reafirman que somos racistas, xenófobos y otros epítetos, cuando ya usted casi no ve un blanco en calles, ciudades y campos.
Santiago, Peravia, Ocoa y muchas otras provincias donde hace cincuenta años no se veía a un negro, criollo o vecino, ahora son lugares llenos de haitianos sin costumbres, sin higiene y sin una pizca de agradecimiento.
Personajes locales que adjuran de los regímenes que hemos tenido luego de la malvada tiranía trujillista, que en menorgrado imitara la tiranía duvalierista en Haití, parecen desear hasta una guerra civil para ver si consiguen llegar al poder, olvidando que los yanquis no descansan ni perdonan.
El gobierno debe ya obligar a los empresarios, industriales y hombres de negocios a cumplir con el 80-20, e invitar a periodistas de renombre de varios países para que comprueben que aquí no somos racistas ni blancos, que no somos ricos ni pendejos.
Y a escuchar, analizar y seguir las orientaciones de las entidades duartianas para que la verdad se conozca en el mundo y regularicemos todo lo que haya que regularizar, pero sin menoscabo de nuestro territorio ni el irrespeto a nuestros símbolos patrios, costumbres y afanes por el desarrollo de la República Dominicana. Con sus ricos y sus pobres, con sus negros y menesterosos, con sus mestizos e ‘indios’, y con todos los extranjeros que deseen colaborar en la búsqueda de una sociedad más justa, solidaria y democrática que honre a Duarte, a Sánchez, a Mella, a Luperón, y a tantos otros que lucharon, hablaron o escribieron por su amor a este terruño y a esta patria. Por Luis Fernández
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