Obstáculos políticos y burocráticos enfrentan a los líderes mundiales del organismo
Miami.- Thalif Deen, periodista y jefe de la oficina de la agencia IPS en la ONU, analiza los desafíos materiales y estructurales que enfrenta el secretario general de las Naciones Unidas para cumplir eficazmente con su rol. En un análisis crítico explora los factores que colocan a António Guterres y a sus predecesores en una posición simbólica más que funcional dentro del complejo sistema internacional.
Desde la amarga disputa entre el exsecretario Boutros Boutros-Ghali y Estados Unidos, hasta las críticas hacia el actual incumbente, el cargo parece rodeado de obstáculos que dificultan el éxito en su gestión, indicó el jefe de la agencia IPS en la ONU en su artículo "Consideraciones sobre el trabajo más «exigente e imposible» del mundo "
Uno de los principales retos señalados por expertos, como Gamani Corea, exsecretario de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), es la falta de poder real del secretario general para hacer cumplir las resoluciones de la ONU, ya que no cuenta con un ejército propio ni mecanismos financieros suficientes para movilizar recursos. La naturaleza burocrática y política de la ONU convierte al secretario en un actor limitado, como reconoció el propio António Guterres, tras años en el cargo.
Por su parte, Ian G. Williams, presidente de la Asociación de Prensa Extranjera de Estados Unidos, critica la complacencia que rodea al cargo y pide acciones más contundentes frente a las violaciones del derecho internacional, como las cometidas por Israel.
Declarar persona non grata a Guterres podría ser visto como un reconocimiento a su postura, pero también resalta la incapacidad de la ONU para enfrentar a ciertos Estados miembros.
Las limitaciones estructurales del secretario general de la ONU
Uno de los principales obstáculos a los que se enfrenta el secretario general es la naturaleza misma de la ONU como una organización dependiente de la voluntad de 193 Estados miembros, todos con agendas políticas diversas. Aunque en teoría tiene el mandato de ser el líder administrativo y moral de la organización, en la práctica su autoridad está profundamente limitada por la falta de herramientas coercitivas y, sobre todo, por el poder de veto del Consejo de Seguridad.
El poder de veto: una barrera para el cambio
El veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido) es, quizás, el obstáculo más insuperable. Este poder, que bloquea decisiones cruciales de la ONU, le quita fuerza operativa al secretario general, convirtiéndolo en un espectador de conflictos donde no puede intervenir directamente.
El embajador Anwarul K. Chowdhury, exsecretario general adjunto de la ONU, destaca cuatro limitaciones fundamentales que enfrenta este puesto: el veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, las promesas políticas del candidato, la búsqueda de un segundo mandato y la laberíntica burocracia del organismo.
Para Chowdhury, estas limitaciones subrayan la necesidad de reformar la ONU y revisar la operatividad de su Carta.
Esto quedó claramente expuesto en la invasión rusa a Ucrania, un escenario donde Guterres ha condenado la agresión, pero no ha podido detenerla debido a la protección que brinda Rusia con su veto. Lo mismo ocurre con las acciones de Israel contra el pueblo de Palestina, que encuentra el apoyo de Estados Unidos y aliados
A medida que crecen las demandas de reforma, la abolición del veto emerge como una de las principales soluciones para liberar el poder del secretario general y mejorar la efectividad de la organización. Chowdhury, junto a otros críticos, señala que sin estos cambios, la ONU corre el riesgo de quedarse estancada, incapaz de enfrentar los desafíos globales con la agilidad que requiere el siglo XXI.
Anwarul K. Chowdhury, califico el veto como “antidemocrático” y una herramienta que perpetúa el estancamiento en las decisiones críticas.
Según Chowdhury, la incapacidad de reformar este sistema hace que la ONU quede atrapada en las lógicas de poder de las grandes potencias, minando su papel como organismo global de justicia y paz.