El gobierno turco promete erradicar su legado tras su muerte
Fetulá Gulen, el clérigo turco que pasó de ser aliado de Erdogan a ser el enemigo número uno del Estado, ha muerto a los 83 años en su exilio autoimpuesto en Estados Unidos, donde vivía desde 1999. Acusado de estar detrás del intento de golpe de Estado de 2016, su fallecimiento ha sido confirmado por el portal Herkul, vinculado a su movimiento Hizmet.
La noticia ha desatado una oleada de declaraciones duras por parte del gobierno turco, que ha reafirmado su intención de continuar la persecución contra su organización.
El ministro de Exteriores, Hakan Fidan, no dejó espacio para la reconciliación, afirmando que la muerte de Gulen "no cambiará en nada" la lucha contra Hizmet, al que sigue considerando un grupo terrorista.
Con palabras aún más crudas, el presidente del Parlamento, Numan Kurtulmus, expresó: "hubiéramos preferido que se pudriera en la cárcel el resto de su vida".
Un imperio religioso bajo fuego permanente
El movimiento Hizmet, que alguna vez fue una poderosa red de escuelas y organizaciones benéficas, se convirtió en el blanco de una feroz campaña de represión tras la intentona golpista de 2016.
Desde entonces, el gobierno turco ha llevado a cabo más de 178.000 operaciones contra los miembros de la organización de Gulen, con miles de arrestos y encarcelamientos.
Para las autoridades, el grupo no es más que una herramienta al servicio de potencias extranjeras, un "arma" contra su propia nación.
Gulen, desde su exilio en Pensilvania, negó siempre cualquier implicación en el fallido golpe, pero eso no impidió que su movimiento fuera perseguido implacablemente por el gobierno de Erdogan.
A pesar de las críticas internacionales y las denuncias por violaciones de derechos humanos, Turquía ha mantenido una postura inflexible en su lucha contra lo que llaman "el enemigo interno".
El legado de un líder en conflicto con su propio país
La historia de Gulen está marcada por la traición. Alguna vez cercano a Erdogan, su relación con el presidente turco se quebró en 2011 y se desplomó tras las investigaciones por corrupción contra altos cargos del gobierno en 2013, investigaciones que las autoridades turcas atribuyeron a Gulen y su influencia en la Policía y la Fiscalía. El golpe de 2016 selló su destino como el "enemigo público número uno" de Turquía.
Aunque Gulen ha muerto, su sombra sigue pesando sobre Turquía. El gobierno se ha comprometido a erradicar las raíces de su movimiento, prometiendo que la muerte del líder no será el fin de la lucha.
Para el presidente Erdogan y sus aliados, la caída de Gulen no cierra un capítulo, sino que lo intensifica: el Estado turco seguirá cazando a los seguidores del clérigo hasta su total aniquilación. Con datos de Europa Press.