Miami.-Un nuevo estudio publicado en The Lancet Neurology revela un panorama alarmante para el futuro neurológico de los futbolistas. Un equipo de neurólogos de la Universidad de Barcelona y del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) analizó el incremento de impactos en la cabeza en jugadores profesionales a lo largo de cinco décadas de copas del mundo y las enfermedades más frecuentes en estos deportistas.
La investigación, que recoge la agencia SINC, abarca desde el Mundial de Alemania en 1974 hasta el de Qatar en 2022. Muestra un salto significativo en la frecuencia de golpes en la cabeza, lo que podría disparar en los próximos años los casos de demencia, Parkinson y Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) en jugadores.
El análisis de 120 partidos documenta cómo los golpes en la cabeza han aumentado de 4,478 en los mundiales de 1974 y 1990 a 5,355 en los de 2006 y 2022, resultado de un estilo de juego cada vez más agresivo y físico.
Colisiones con codos y cabezazos repetitivos se han vuelto comunes, con el 33 % de las colisiones en 2006 y 2022 requiriendo atención médica. De estas, cinco resultaron en el retiro inmediato de los jugadores.
El impacto de un estilo de juego más agresivo
El cambio en el estilo de juego ha llevado a un alza en los contactos violentos, con el fútbol actual caracterizado por una mayor competitividad y fuerza física. La agresividad se traduce en impactos que afectan severamente la salud cerebral de los jugadores.
Estudios anteriores ya habían vinculado a futbolistas profesionales de las décadas de 1950 a 1970 con una incidencia más alta de enfermedades neurodegenerativas, como Alzheimer y ELA, enfermedades que muchos desarrollaron décadas después de retirarse.
Este reciente estudio no sólo confirma la tendencia, sino que sugiere que las cifras de enfermedades degenerativas continuarán en aumento en las próximas generaciones de jugadores de élite.
Medidas preventivas: ¿la única salvación?
Ante este preocupante panorama, los investigadores han recibido fondos para monitorear a jugadores veteranos de fútbol y rugby y observar marcadores tempranos de enfermedades neurodegenerativas.
Algunas soluciones propuestas incluyen la implementación de programas educativos, la revisión de normas en el juego y la introducción de equipamiento protector para reducir los riesgos de conmoción.
Los datos calculan que un jugador profesional puede dar hasta 2,000 cabezazos en una carrera de 20 años, y en una década de juego tiene un 50 % de probabilidad de sufrir una conmoción cerebral por un solo impacto.
La urgencia de acciones preventivas nunca ha sido tan clara. Sin ellas, el deporte más popular del mundo podría enfrentar una crisis de salud sin precedentes en sus jugadores.
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