Nueva York. Si se asignara valor monetario al trabajo no remunerado realizado por las mujeres, podría superar el 40% del PIB en algunas economías. En promedio, las mujeres y niñas dedican 2,5 veces más horas al día al trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, limitando sus derechos y oportunidades a lo largo de sus vidas.
Este tipo de trabajo, que incluye desde el cuidado infantil hasta tareas domésticas, recae de manera desproporcionada sobre mujeres de sectores marginados, como migrantes y trabajadoras informales. A nivel mundial, el 80% de los empleados domésticos son mujeres, quienes enfrentan tanto precariedad laboral como bajos salarios.
La falta de reconocimiento y remuneración del trabajo de cuidados perpetúa la desigualdad de género y refuerza la pobreza. El reto es evidente: ¿cómo priorizar en las políticas y presupuestos lo que es esencial para que las sociedades prosperen?
Invertir en sistemas de atención integral, sin embargo, genera múltiples beneficios. Según estimaciones, estas inversiones podrían mejorar la participación femenina en el mercado laboral, reducir la pobreza de tiempo y de ingresos, y crear cerca de 300 millones de empleos para 2035.
Al conmemorarse hoy el Día Internacional del Cuidado y el Apoyo, se destacan iniciativas como la aprobación de Sistemas Nacionales de Cuidado en Brasil, Chile, Colombia y Panamá. En Kenia, la primera encuesta nacional sobre el uso del tiempo permite orientar el desarrollo de su política nacional de cuidados.
Otros países avanzan hacia modelos más inclusivos: Filipinas ha promulgado la Ley de Bienestar de los Cuidadores; España impulsa una estrategia de cuidados de larga duración en la comunidad; y Canadá trabaja en un sistema de cuidado infantil accesible, con inversiones proyectadas en $30 mil millones durante cinco años.
Desde plataformas globales como la Alianza Global de Cuidado y las Coaliciones de Acción Generación Igualdad, se promueve la innovación y el intercambio de experiencias para maximizar el impacto de las políticas de cuidados.
Con miras al 30º aniversario de la Declaración de Beijing, se hace un llamado a erradicar la división de género en el trabajo de cuidados. Construir sociedades más prósperas y sostenibles requiere que el trabajo de cuidados sea equitativamente distribuido y valorado como un pilar fundamental para el desarrollo.
El compromiso es claro: transformar los sistemas de cuidados es una cuestión de justicia social, equidad de género y prosperidad económica.
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