Arquidiócesis de Santo Domingo .- La República Dominicana enfrenta una situación anómala en relación con su historia que debe hacer sonar todas las alarmas. El aumento de los divorcios, el distanciamiento y enemistad entre los miembros de una misma familia, incluso por asunto de negocios y herencias, el abandono de los estudios de las humanidades y las letras a cambio de entrenamiento en áreas del sector económico y comercial, la proliferación de grupos vandálicos, el involucramiento de amplios sectores en actividades y negociaciones corruptas, el abandono de la fe religiosa y de los valores correlativas a la misma, en ocasiones por manipulación a conveniencia de la misma por parte agrupaciones sin escrúpulos, y la apatía casi total a la atención a los más necesitados propia de las obras caritativas desconectadas de todo beneficio propio.
Cada vez más el trato, la conducta y el proceder de una gran cantidad de sectores de nuestra población nacional degeneran por la falta de roce social, la poca educación, los pocos modales y el respeto, así como el acopio de modas de poca sobriedad y virtud. La causa es la ausencia de familias de buenos principios, especialmente las que provienen del trabajo honesto y de ambientes sencillos y humildes no importa el ingreso per cápita de la misma.
Una persona nos dijo en estos días: Hay que tener esperanza… un día los dominicanos volveremos a ser lo que una vez fuimos. En relación a esto, el Papa Francisco nos ha regalado el pasado 24 de octubre su cuarta carta encíclica Dilexit Nos dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, devoción esta tan arraigada en nuestra nación, entre la gente más laboriosa y servicial del pueblo y de nuestros campos.
De gran ayuda ha de ser conocer la historia de algunos de los aportes de la devoción del Sagrado Corazón a este país de Dios donde comenzó hace 500 años un nuevo modelo de cultura social, que aunque impuesto, conservó los rasgos propios de los pobladores originales de la misma.
El Papa León XIII, a finales del siglo XIX, lanzó una campaña mundial de entronización del cuadro del Sagrado Corazón de Jesús en todos los hogares. El Arzobispo Merino hizo lo propio en nuestro país.
A finales del primer cuarto del siglo XX se difunde con gran acogida con los Jesuitas y los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús la veneración al cuadro religioso que comenzó a decorar los hogares dominicanos a la par de las imágenes de la Santa Cena, de la Virgen María y de los santos.
La visita a los hogares con esta imágen para rezar la Hora Santa se hizo costumbre por las diversas regiones norteñas, pero es a partir del 1936 que comienza la celebración de los viernes primeros de mes las Misas en honor a esta devoción centrada en la Pasión de Cristo y en la recepción de su Cuerpo y de su Sangre, previa Confesión Sacramental privada administrada por el Sacerdote de la Parroquia, con la intención de reparar las faltas de caridad cometidas y los agravios contra la religión y con la sociedad misma.
El Cibao se convirtió en el bastión de esta hermandad. El desfile, todavía oscuro, sin temor a asaltos o actos de violencia, a horas tempranas de la mañana, de señoras con vestido holgado, blanco, reluciente, dignas, con cinta roja al pecho y medalla con la inscripción del Sagrado Corazón de Jesús, algunas con Rosario en mano, caminaban largas horas desde su rancho en los campos, en los pueblos hasta la Iglesia central y también en las barriadas de las ciudades, con algunos hombres vestidos con sus mejores ropas, todos llegaban al templo a rogar por el Papa de Roma, por la Iglesia, por las familias y por la nación. Se les pedía a estos católicos consagrados fidelidad matrimonial, familias bien estructuradas, práctica sacramental y el respeto y honradez en la vida civil. De lo contrario no podían pertenecer a esta agrupación.
Con amplio apoyo eclesial y estatal se difunde la creación de obras sociales tales como el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, fundado el 19 de septiembre de 1932, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Moca, con sus naves de estilo moderno republicano Patrimonio de la Humanidad, declarada por el Poder Ejecutivo y por la Unesco, y muchas que tienen este patrocinio. Entre ellas, de las más reconocidas: en Licey al medio, en Sabana Iglesias, los Prados y el Almirante en Santo Domingo.
Los Salesianos por iniciativa de San Juan Bosco acuñaron la devoción para promoción de sus obras sociales con los niños y los jóvenes, emisoras de radio, y centros promocionales en los barrios más populares y marginados. No hay que mirar muy lejos y encontraremos en la ciudad capital y el país a lo largo del siglo XX a la fecha estas obras grandes de caridad bajo el amparo del Corazón Divino de Cristo.
Ya es parte de nuestra cultura dominicana esta devoción y sus profundos valores capaces de cohesionar los diversos estamentos sociales que la conforman para bien y fomento del desarrollo integral humano de todos.
Sagrado Corazón de Jesus… ¡Que los Dominicanos volvamos a ser lo que éramos y mejores personas aún por los valores de la justicia, la solidaridad y de la paz del Reino de Dios!. Han de pedirle TU REINAS… UNA NUEVA SOCIEDAD al Salvaguarda de las familias y de las obras sociales en nuestro país: ¡en vos confió!.
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