Ausencias de líderes ponen en duda su relevancia, expertos defienden su valor.
La XXIX Cumbre Iberoamericana está al borde del abismo mientras presidentes y líderes regionales optan por ausentarse de la cita en Cuenca, Ecuador los próximos 14 y 15 de noviembre.
La notable ausencia de Pedro Sánchez, Najib Bukele, Javier Milei, Gustavo Petro y otros, ha reavivado el debate sobre la utilidad de este evento tras más de 30 años en los que el foro se mantiene sin exclusiones pese a la fragmentación y los problemas bilaterales
Sin embargo, expertos insisten en que la Cumbre sigue siendo un espacio valioso para el diálogo y la cooperación, aunque cada vez menos brillante.
La Cumbre sobrevive pese a la deserción de líderes
Con el lema ’Innovación, inclusión y sostenibilidad', la cumbre de este año se enfrenta a una participación reducida. Apenas trece de los 22 jefes de Estado asistieron en la última edición, y este año se espera un número aún menor.
Por tercera vez desde 1991, un presidente español, en este caso Pedro Sánchez, no estará presente. Esta ausencia se suma a la larga lista de mandatarios que han priorizado otras citas internacionales, dejando la Cumbre Iberoamericana al borde del olvido.
Anna Ayuso, investigadora senior del CIDOB, critica la obsesión con las ausencias. Para ella, centrarse en cuántos presidentes asisten es un "error", ya que la relevancia del foro radica en su capacidad para reunir a los 22 países miembros en un espacio de diálogo que trasciende diferencias políticas y disputas bilaterales.
"Es uno de los pocos lugares donde todos pueden sentarse en la misma mesa sin exclusiones", subraya Ayuso.
¿Un foro agotado o con futuro?
A pesar de las críticas, tanto Ayuso como Carlos Malamud del Real Instituto Elcano reconocen que las cumbres siguen teniendo un valor simbólico y estratégico. Según Malamud, el desafío radica en "encontrar un formato que revitalice el foro", dada la fragmentación política actual en Iberoamérica.
El lenguaje hostil entre líderes como Bukele, Milei y Petro ha complicado los consensos, pero aún se destaca la importancia de un espacio inclusivo en el que se debatan temas críticos para la región.
Ecuador, que acoge la cumbre este año, será un termómetro para medir el interés real en el formato iberoamericano.
No obstante, la lista de deserciones es abrumadora: Bukele enviará a su vicepresidente, Petro estará en la COP29 en Azerbaiyán, y Milei optará por reunirse con Donald Trump en lugar de asistir.
Mientras tanto, otros líderes como Boluarte y Boric prefieren la cumbre del APEC en Perú, subrayando el desinterés creciente hacia el foro iberoamericano.
Tampoco lo hará el presidente brasileño, Luiz Inazio Lula da Silva, que será el anfitrión el lunes y martes siguiente de la cumbre del G20 en Río de Janeiro.
Por otra parte, Ecuador no tiene relaciones diplomáticas con México como resultado del asalto llevado a cabo por la Policía de la Embajada mexicana en Quito el pasado mes de mayo para detener al ex vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, al que se había dado asilo.
Pese a ello, el Gobierno que encabeza ahora Claudia Sheinbaum ha confirmado que enviará un representante a la cita. En el caso de México, cabe recordar que durante el sexenio anterior el presidente Andrés Manuel López Obrador no acudió a ninguna de las cumbres que se celebraron y apenas realizó desplazamientos fuera del país.
¿Una última oportunidad para la cumbre?
Con España asumiendo la secretaría pro témpore, hay esperanzas de que la XXX Cumbre Iberoamericana en 2026 pueda introducir reformas necesarias para revitalizar el sistema. Sin embargo, tanto Ayuso como Malamud advierten que España no puede sostener sola el proyecto.
Ven que la falta de interés de potencias regionales como Brasil y México amenaza con convertir la cumbre en un evento meramente simbólico.
Mientras los expertos debaten el futuro de este foro, queda claro que la Cumbre Iberoamericana está en una encrucijada.
La próxima edición podría ser el último intento por rescatar un espacio que, aunque debilitado, sigue siendo único en su capacidad para unir a los países de habla hispana y portuguesa bajo un mismo techo.
La pregunta es ¿Será este el resurgimiento del diálogo iberoamericano o el canto de cisne de un foro en decadencia? Con datos de Europa Press