Aportes de la Iglesia Católica a la Sociedad Dominicana
Arquidiócesis de Santo Domingo.- La situación de la Isla de la Hispaniola para el siglo XVII registra informes eclesiásticos y sociales muy pesimistas por la incomunicación y deficiente administración de la corona. Sólo en el siglo XVIII se inició una lenta mejoría religiosa y social. Las dependencias administrativas nunca son buenas, son fardos muy pesados. La autonomía es la única vía para el desarrollo y la autodeterminación de un pueblo es el mejor medio para su crecimiento cultural y económico. La Iglesia Católica en sus hijos nativos muy pronto vio con claridad la necesidad de una libertad nacional.
Con la independencia, perdió Santo Domingo sus diócesis sufragáneas, hasta que se creó la nueva provincia eclesiástica de Santo Domingo. Se erigieron con el paso del tiempo las diócesis de Santiago de los Caballeros, hoy día también arquidiócesis, y La Vega, más la prelatura nullius de San Juan de la Maguana. Luego se erigió la diócesis de Nuestra Señora de La Altagracia llamada Higüey.
El siglo XIX trajo dos figuras destacadas, prácticamente únicas. Fue el periodo de la lucha entre el laicismo en su versión criolla y la estructura eclesial. Ellos fueron el Arzobispo Fernando A. de Meriño (1833-1906) y su discípulo el P. Rafael C. Castellanos (1875-1934), quien desempeñó la administración apostólica de la Iglesia Dominicana desde 1932 a 1934. La actitud de entendimiento práctico con la escuela laica sería la asumida por el P. Francisco X. Billini que incluso alabó en público la labor de la Escuela Normal.
Grandes hombres como el P. Fantino, el Arzobispo Portes y el Arzobispo Nouel, entre muchos, impulsaron la vida de la Iglesia y el desarrollo social entre el pueblo Dominicano. La Iglesia con su presencia, aporta los mejores formadores, pensadores y servidores a favor la promoción humana y el desarrollo de las instituciones culturales con miras a largo plazo por medio a la educación, la dedicación de religiosas en el área de la salud, la ayuda a los desamparados de cualquier edad y el fomento de las buenas costumbres, así como el cumplimiento de las responsabilidades civiles y patrias.
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado Dominicano han sido buenas en general. Las diversas Constituciones han reconocido a la religión católica como oficial con libertad de cultos.
El Dictador Rafael Leonidas Trujillo en su gobierno desde 1930 a 1961 continuó esa línea, favoreciendo la labor de la Iglesia Católica en todos sus aspectos y llegó a firmar, el 16 Junio 1954 un concordato con la Santa Sede hasta que esta le presentó una férrea oposición cuando quiso el gobernante vitalicio quiso intervenir en los asuntos internos de la Iglesia de cara a su posicionamiento con respecto al estado dominicano. Las voces de los obispos dominicanos se alzaron apoyados con el favor del pueblo campesino e intelectual en contra de dicha dictadura que ya rebasaba los límites del terror opresivo, acaparador y arbitrario.
Para entonces ya se había creado la primera “Comisión Episcopal Nacional de la República Dominicana” en el año 1954 con anterioridad a la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Río de Janeiro (1955).
Se funda oficialmente la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) el 22 de septiembre del año 1962 cuando la Santa Sede aprueba “ad experimentum” sus estatutos. En 1960 se publica la Carta Pastoral de los Obispos Dominicanos en protesta contra los arrestos masivos y denunciados los abusos sociales que llevó a Trujillo al querer utilizar para sus fines de perpetuarse y hostilizar a la Iglesia.
Al morir asesinado Trujillo y desatarse la revolución civil con posterior intervención militar de los Estados Unidos, el Nuncio Papal brindó ayuda humanitaria por orden del Papa San Pablo VI.
Los Obispos Dominicanos han continuado por medio de cartas pastorales como Conferencia Episcopal Dominicana declarando a favor de los derechos humanos que han de ser respetados en el país y pidiendo una solución ante las condiciones paupérrimas en que vive la mayoría de la población nacional. Todo esto como aplicación a la Evangelización que pide la Iglesia universal por mandato del Papa, que se realiza bajo la guía de los pastores por medio al Plan Nacional de Pastoral.