Luis Abinader y el PRM asumieron el poder en 2020 con la promesa de acabar con la corrupción, la impunidad, el aumento del endeudamiento externo.
Nada es verdad ni es mentira. Ahora, solo versiones de la realidad. Guerras de relatos, desde intereses dominantes. Y los medios convenciones, cuya vida depende de la veracidad, del imprescindible certificado de verificación, pugnando por espacio en la cola de las redes sociales, vertederos del oprobioy de la construcción de tendencias fruto del escándalo, la ignorancia o el dinero.
Gobiernos y partidos políticos enrolados en esa dinámica de manipulación tratan de fidelizar efímeras lealtades, polarizan, embaucan, idiotizan, ejecutan moralmente a través de mercenarios mediáticos y dinamitan sin sonrojo los instrumentos de obtención de la verdad. Todo por “la causa”.
Los que llegan se centran en demostrar que todo lo pasado es podrido, mientras los que son expulsados tratan de imponer la visión de que el país ha colapsado. Imposición polarizante que no deja espacio a la reflexión, ni ha “concesiones”.
Luis Abinader y el PRM asumieron el poder en 2020 con la promesa de acabar con la corrupción, la impunidad, el aumento del endeudamiento externo, la criminalidad y delincuencia. Además, avanzaría el campo, la educación y el ámbito de la infraestructura. Desde el gobierno absoluto optimismo y desde la oposición, números en rojo.
Ante a la abismal visión, los votantes compraron el relato oficial y el PRM triunfó en las elecciones de este año en todos los niveles de elección, alzándose con el control de ambas cámaras legislativas, lo que le facilitó una rápida reforma constitucional ycaminar sin tropiezos en modificaciones de leyes y la elección de miembros de las llamadas altas cortes.
Abinader inició con tropiezos al frustrarse la reforma fiscal que permitiría dinamizar las inversiones públicas y relanzar al gobierno, agregándose la falta de caras nuevas y la permanencia de funcionarios incompetentes. El mandatario tenía previsto dirigirse anoche al país para referirse a los primeros 100 días de este segundo cuatrienio y para “establecer los objetivos que tenemos en los próximos cuatro años.
Abinader y su gobierno lucen reanimados en los últimos días, después de semanas de algunos resbalones, con números sobre mejoría macroeconómica y el flujo de dinero por el período navideño, pero la oposición no se arredra.
La oposición política ha subido el tono sobre la alegada incompetencia del gobierno. El PLD concluyó su congreso y el reelecto presidente de la organización, Danilo Medina aseguró el fin del perremeismo en el poder, mientras que desde la Fuerza del Pueblo rebosan triunfalismo para el 2028.
Sin embargo, la oposición presenta algunos ruidos: en el PLD salieron Amarante Baret y Domingo Contreras y seguidores, y dirigentes recelan de las intenciones de Medina. En Fuerza del Pueblo, sectores internos y externos agitan una rivalidad peligrosa, que enfrentaría a padre e hijo: Leonel Fernández y Omar Fernández.
A nivel externo, públicamente inició Domingo Contreras, quien como peledeista y aspirante a alcalde iba junto a Omar, candidato senador triunfante por amplia mayoría, en el Distrito Nacional. Internamente, Félix Bautista se pronunció en favor del hijo del líder verde y 3 veces presidente, Fernández. Se desataron los demonios y varios fuercistas hablaron de que se hacía el juego al gobierno para debilitar las posibilidades de la organización.
Contreras ha dicho que trabaja en la formación de un movimiento, mientras el vicepresidente de la FP, Radhamés Jiménez reveló que Félix Bautista habría presentado excusas, tras admitir su error en una reunión en la que se discutió el tema.
Volviendo a los relatos: si en el 2028 se impone el de experiencia frente al de inexperiencia (juventud), Leonel es triunfador. Pero si gana terreno vencer el pasado, Fernández podría ser derrotado desde su propio partido.