El Gobierno de los Estados y sus aliados de la Unión Europa y otros actores de la llamada esfera occidental se manejan con una dualidad no solo inexplicable, sino aberrante cuando se trata de medir el terrorismo.
Por un lado, tienen organizaciones terroristas preferidas siempre que convenga a sus intereses geopolíticos y geoestratégicos, y que las acciones de esos grupos al margen de la ley actúen en contra de sus contrincantes en la escena global.
Esa duplicidad de posiciones está ocurriendo ahora mismo con el recrudecimiento de la embestida terrorista en Siria, donde las organizaciones terroristas que asedian el Gobierno de ese país cuentan con el apoyo de las potencias occidentales, aunque se cuidan de que el trabajo sucio lo hagan otros.
Un poco de historia tiene que remontarnos a la década de 1980 y la ocupación de Afganistán por parte de la entonces Unión Soviética.
En aquel conflicto hijo del deseo expansionista de la URSS, Estados Unidos y sus aliados prestaron todo tipo de apoyo a la naciente Al-Qaeda y al mismísimo Osama Bin Laden, quien junto al movimiento Talibán hicieron huir a los soviéticos.
Fue la victoria “del bien contra el mal”. Sin embargo, ese “bien”—es decir, Al-Qaeda—no tardaría mucho en demostrar que realmente era el mal disfrazado del bien, lo que tendría en los ataques del 11 de septiembre de 2001 la más espeluznante revelación.
No hace tanto tiempo, Washington volvería a insistir en el error, al alentar—siempre por lo bajo—el nacimiento del movimiento yihadista del llamado Califato del Estado Islámico, una organización terrorista apoyada para hostigar a Gobierno sirio, pero que luego daría tanta agua de deber a Estados Unidos y otras naciones.
En su momento Al-Qaeda, y el Califato alentados por las potencias, terminaron volviéndose contra ellas, y lo mismo ocurriría en el futuro si los terroristas que luchan contra Siria tuvieran éxito militar.
Además, resulta oportunidad observar el cambio de lenguaje de las potencias que consideran terroristas a Hamas y Hezbolá—que al margen de cualquier otro enfoque son partidos políticos—y sin embargo llaman “rebeldes” a los terroristas que asedian ciudades y causan muertes de civiles en Siria.
La gran diferencia radica en que los primeros luchan contra Israel y los “rebeldes” contra Bashar al-Asad. Digan si, en realidad, no es una aberración.
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