En el Haití de hoy solo abunda la muerte. Las expectativas de vida son cada vez más bajas.
En Haití la vida no vale nada, mucho antes de su nacimiento, el primero de enero de 1804.
Desde entonces, hasta nuestros días, la historia del hermano país ha sido de violencia, saqueo, desolación y muerte.
Pagaron un precio demasiado caro por su independencia frente a los franceses, que hoy los ignoran y los odian.
Guerras intestinas constantes de piratas y filibusteros, de potencias criminales, dictaduras sangrientas y unas élites a las que sólo les ha interesados enriquecerse a costa de la pobreza y la miseria de su pueblo.
La historia de Haití es una historia de abandono de sus saqueadores tradicionales,
Haití, una nación negra de raíces africanas enclavado en el Caribe, compartiendo la isla Hispaniola con la República Dominicana, que ha logrado, a lo largo de su historia, forjarse como nación, con determinado nivel de crecimiento y desarrollo.
Haití está hoy en su peor momento histórico: desolado, desértico, sin bosques, sin ríos, sin agua potable, sin un sistema educativo mínimamente avanzado, sin aulas suficientes, sin profesores entrenados, sin una agricultura que garantice la alimentación de su población, cada vez más creciente, sin un sistema de Salud moderno, sin el personal médico y paramédico necesario, sin unas Fuerzas Armadas y Policía que garantice la seguridad de sus ciudadanos. En fin, Haití es un pueblo fantasma, “oriundo de la noche, y sin noche”, como diría el poeta nacional Pedro Mir cuando escribió, por los años 40, “hay un país en el mundo”, colocado en el mismo trayecto del sol, también de los huracanes y los terremotos.
- En el Haití de hoy solo abunda la muerte. Las expectativas de vida son cada vez más bajas. El que no muere de hambre o contagiado por una de las tantas pestes que abundan, muere asesinado por las bandas armadas, por los propios grupos oligárquicos.
Los grupos armados, aglutinados en bandas asesinas, sin ningún aprecio por la vida, mantienen aterrorizada a la población. Más de 400 mil haitianos han sido desplazados en su propio territorio, huyen despavoridos en frágiles embarcaciones hacia donde los lleven las olas del mar caribe o hacia la frontera dominico-haitiana, donde el ejercito dominicano los espera, ya sea para repatriarlos o para hacer “negocio turbio” con ellos.
Los muertos son cada vez más. Las bandas azotan. No tienen piedad, en tanto que la “comunicad internacional” no hace nada para impedir la masacre. Todo el mundo sabe que en Haití no hay más salida que la intervención militar. Lo demás es “paja para la garza”. Mientras Haití no sea invadido militarmente, las bandas continuarán robando y matando impunemente.
Las masacres se producen todos los días: la deshumanización ha llegado a niveles de salvajismos pocas veces vistos hoy día. Gentes acribilladas, despedazadas, quemadas vivas en medio de la calle. Mujeres violadas, asesinadas, hombres descuartizados, quemados con un neumático ardiendo sobre su cuello. No hay piedad. La muerte ronda los campos y las ciudades. Nadie está seguro en ningún lugar. No hay escapatoria. No son hombres, son bestias del apocalipsis de un pueblo que se desangra ante los ojos del mundo que no hace nada para impedirlo.
Los Estados Unidos, auspiciados y patrocinados, incluso por las Naciones Unidas, han intervenido otros países sin ninguna justificación, solo para salvaguardar sus intereses políticos y económicos. ¿Por qué Haití no?
En Haití, mis amigos, la vida no vale nada, como dice la canción del cantautor cubano, ya fallecido, Pablo Milanés.