El país dividido entre la protesta popular y la institucionalidad
En medio de un panorama político enrarecido, Mijaíl Kavelashvili tomó posesión como sexto presidente de Georgia. La juramentación se produjo en medio de la incertidumbre creada por las declaraciones de la hasta ahora mandataria de la nación europea Salomé Zuabishvili de permanecer en la residencia presidencial
Kavelashvili juró sobre la Biblia y la Constitución en una ceremonia solemne en el Parlamento a la que asistieron también parlamentarios, representantes de la Iglesia Ortodoxa Georgiana y de otras confesiones religiosas, y los titulares de los Tribunales Constitucional y Supremo.
La expresidenta Salomé Zurabishvili dijo que la juramentación estuvo marcada por la ausencia de legitimidad. Esta declaración fue respaldada por partidos de oposición.
Del poder presidencial a líder de las calles
Salomé Zurabishvili, la primera mujer presidenta de Georgia, dejó el palacio presidencial bajo presión, pero no en silencio. Rodeada de manifestantes, Zurabishvili denunció “fraude electoral sistemático” y acusó al partido gobernante, Sueño Georgiano, de imponer un régimen controlado por intereses externos, en particular de Moscú.
“Conmigo traigo la legitimidad y la bandera”, proclamó, ganándose el respaldo de la multitud congregada en las calles del centro de Tiflis.
El trasfondo de las elecciones
La votación corrió a cargo de un colegio electoral formado por diputados, miembros de los Consejos Supremos de Adjara y Abjasia y diputados de las autoridades municipales.
Kavelashvili, propuesto por el partido gobernante Sueño Georgiano-Georgia Democrática, fue el único candidato; obtuvo 224 de los 300 votos y se convirtió en el sexto presidente de la república.
La juramentación cumplió el proceso que manda la ley aunque ha sido objeto de severas críticas. La oposición unificada sostiene que la votación estuvo plagada de irregularidades, lo que desató semanas de manifestaciones en todo el país.
Las tensiones alcanzaron su punto más alto cuando el gobierno amenazó con acciones legales contra Zurabishvili por su negativa inicial a abandonar la residencia presidencial.
Según el primer ministro Irakli Kobajidze, “violar la Constitución y los límites del cargo podría costarle años de prisión”.
Además, la exmandataria enfrenta acusaciones por presuntos indultos dudosos durante su mandato, lo que podría agravar su situación jurídica.
“Espero que no tengamos que encarcelar a una mujer de 72 años”, añadió el primer ministro en un tono que mezcla amenaza y cinismo.
Oposición denuncia intervención extranjera y represión interna
En un comunicado conjunto, los principales partidos opositores denunciaron que la elección de Kavelashvili fue parte de una “conspiración orquestada por Moscú”, diseñada para consolidar la influencia rusa en Georgia y debilitar los movimientos democráticos en la región.
“El gobierno de Sueño Georgiano no representa la voluntad del pueblo georgiano”, afirmaron líderes de la Coalición por el Cambio y otros partidos proeuropeos.
El panorama en Georgia está lejos de estabilizarse. Mientras Kavelashvili intenta consolidar su gobierno, las protestas continúan creciendo, y la comunidad internacional observa con cautela. Con datos de Europa Press y Prensa Latina