Mi aprehensión era la posibilidad de un involucramiento imprudente de República Dominicana en el desenlace violento de la crisis.
El presidente Luis Abinader salió airoso de la riesgosa misión de expresar solidaridad con los venezolanos, por segunda ocasión desde el Palacio Nacional, y esta vez en presencia de Edmundo González Urrutia, que numerosos países, encabezados por Estados Unidos asumen como ganador de las elecciones de julio último. El gobierno dominicano desconoce legitimidad a Nicolás Maduro, al entender que incurrió en fraude electoral, como certificaron observadores del proceso.
Abinader, evitó que la casa de gobierno se convirtiera en un mitin de opositores a Maduro, con 8 expresidentes de la región en el salón, haciendo filigranas en su discurso con alusiones a momentos de solidaridad entre ambos pueblos, con Duarte y Betancourt de ejemplos.
El mandatario hizo énfasis en los valores de la democracia, y en vez de ahondar en las dificultades del proceso electoral y político, convocó al dialogo para evitar más traumas a los venezolanos.
Mi aprehensión era la posibilidad de un involucramiento imprudente de República Dominicana en el desenlace violento de la crisis, visto el anuncio del González Urrutia de que llegaría el viernes a Venezuela para asumir la presidencia. Venía de una reunión con Biden en la Casa Blanca.
Hubo numerosos rumores, algunos excesivamente creativos y maliciosos, de lo que se “organizaría” desde República Dominicana. Maduró ordenó cierre de fronteras y recrudeció la represión.
El candidato opositor venezolano y algunos de los expresidentes permanecieron durante el fin de semana en el país. González Urrutia explicó que volvería en el momento preciso a Venezuela, lo mismo que expresó María Corina Machado desde su escondite, al explicar su detención, luego de una protesta popular en Caracas. El madurismo negó la retención, se burló de la situación y mostró una cartera que pertenecería a la líder política.
Maduro realizó una precaria ceremonia de juramentación solo con la presencia de los presidentes de Cuba y de Nicaragua, con quienes dijo contar “si es necesario tomar las armas”. Se mofó de la ausencia de González Urrutia y del presidente salvadoreño, Nayib Bukele.
Nuevas sanciones fueron anunciadas el mismo viernes por Estados Unidos y naciones europeas contra Maduro, Diosdado Cabello, jefes militares, funcionarios electorales y judiciales. Hay acusaciones de tráfico de drogas y corrupción. El régimen alega legitimidad, rechaza negociar y profundiza su deriva antidemocrática.
Los acontecimientos de Caracas y Santo Domingo provocaron profundización de diferencias entre el gobierno de Abinader y aliados, que se saldaron con la destitución de Miguel Mejía, ministro sin cartera para Políticas de Integración Regional y la renuncia de Bonny Cepeda, viceministro de Cultura. Ambos presentes en la juramentación de Maduro. El Frente Amplio y Aliaza País, liderada por Guillermo Moreno se opusieron a la presencia de González Urrutia en el país.
Mejía, consistente crítico de la política exterior dominicana, llegó al extremo de afirmar que Abinader reunió basura en el Palacio Nacional y que su comportamiento lo llevaría al “zafacón de la historia”. Mordaz contra el canciller Roberto Álvarez y otros funcionarios. Ante esto creció el reclamo de que lo cancelaran por falta de respeto a la autoridad presidencial.
El secretario general de Izquierda Unida fue más lejos: acudió a Caracas, desde donde arreció las críticas a su gobierno (Maduro expulsó hace meses al personal diplomático y consular dominicano cuando Abinader pidió la divulgación de las actas oficiales de votación) y reiteró la figura del enlodamiento presidencial.
Abinader no resistió más, pese a los vínculos de Mejía con el entorno familiar, y lo destituyó. La respuesta, dada telefónicamente al programa A Diario, cuando entraba a la ceremonia de jurmentación de Maduro: es una condecoración, que tendré en un cuadro de honor en mi casa”.
Quedan algunos capítulos a esta novela…