Un retraso cerebral clave para entender los trastornos alimentarios
Cómo el cerebro influye en la alimentación ha sido estudiado por el Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia de Londres reveló recientemente una sorprendente conexión entre el desarrollo cerebral tardío y los trastornos alimentarios en jóvenes.
Los investigadores han demostrado que la maduración cerebral afecta los comportamientos alimentarios desordenados en la adultez temprana, asociando la genética, la salud mental y los hábitos alimenticios restrictivos o descontrolados.
La investigación sugiere que la forma en que el cerebro se desarrolla durante la adolescencia es fundamental para predecir los comportamientos alimentarios en la edad adulta, ofreciendo un punto de intervención que podría cambiar el enfoque tradicional hacia el tratamiento de estos trastornos.
La maduración cerebral y su vínculo con los trastornos alimenticios
El estudio, publicado en Nature Mental Health, destaca cómo las diferencias en la maduración cerebral durante la adolescencia contribuyen al desarrollo de hábitos alimenticios poco saludables.
Los jóvenes con un retraso en la maduración cerebral mostraron mayor propensión a las conductas alimentarias restrictivas y emocionales a los 23 años, recoge Europa Press.
De hecho, los investigadores analizaron los datos de casi 1,000 adolescentes de Inglaterra, Irlanda, Francia y Alemania, y dividieron a los participantes en tres grupos: comedores saludables, comedores restrictivos y comedores emocionales.
Este enfoque permitió analizar las diferencias de desarrollo cerebral entre aquellos con hábitos alimenticios saludables y los que desarrollaron patrones alimentarios desordenados.
Los resultados demostraron que los adolescentes con problemas de salud mental a los 14 años tendían a desarrollar conductas alimentarias descontroladas a medida que maduraban.
La genética y el cerebro en la raíz de los problemas alimentarios
Los investigadores hallaron que el retraso en el desarrollo cerebral también facilita el vínculo entre el riesgo genético de un índice de masa corporal alto (IMC) y las conductas alimentarias desordenadas.
En particular, se identificó que el cerebelo, una parte clave del cerebro que regula el apetito y el control de impulsos, juega un papel crítico en este proceso. La maduración reducida de esta región cerebral podría ser la causa de la relación entre el IMC elevado y las conductas alimentarias restrictivas.
El estudio sugiere que las intervenciones tempranas dirigidas a promover un desarrollo cerebral saludable podrían prevenir el desarrollo de trastornos alimentarios en la juventud.
Además, el análisis por resonancia magnética reveló que aquellos con una maduración cerebral reducida también experimentaban más ansiedad y depresión, lo que enfatiza la necesidad de abordar los trastornos alimentarios desde una perspectiva integral, considerando tanto el cerebro como la salud mental de los pacientes.
Este avance ofrece una visión crucial sobre cómo el cerebro influye en la alimentación, abriendo nuevas vías para el diseño de intervenciones más efectivas y adaptadas a las necesidades de cada individuo.
Como sugiere el profesor Sylvane Desrivières, autor principal del estudio, estas investigaciones apuntan a una mayor educación sobre los hábitos alimenticios saludables y un enfoque más robusto para tratar las estrategias de afrontamiento emocional que perpetúan los trastornos alimentarios.