Entre huracanes y políticas migratorias, la brecha salarial se ensancha.
Santurce Puerto Rico.- En el corazón de San Juan, entre el bullicio de los mercados y el eco de las olas, cientos de mujeres dominicanas tejen historias de resistencia. Son empleadas domésticas, cuidadoras, cocineras. Sus manos sostienen hogares ajenos mientras los suyos navegan entre la pobreza y la incertidumbre migratoria.
Pero detrás de cada jornada agotadora hay una cifra que duele: en las últimas dos décadas, sus salarios se han desplomado un 13%, según el estudio Quisqueya en Borinquen, que recoge el diario digital El Metro. La promesa de un futuro mejor en Puerto Rico se desvanece como arena entre los dedos.
Cuando los Números Hablan Más Fuerte
En 1999, una dominicana empleada a tiempo completo en la isla ganaba $28,565 anuales, apenas $2,000 menos que sus compatriotas hombres y $6,000 por debajo del promedio masculino local. Dos décadas después, el panorama es desolador: entre 2016 y 2020, sus ingresos cayeron a $24,895. Mientras, los hombres dominicanos mantuvieron salarios más estables ($30,328), y la brecha con las mujeres se amplió como un abismo.
¿La razón?
- Sectores feminizados vs. masculinizados: El 55% de ellas trabaja en servicios (limpieza, hotelería, cuidados), con salarios bajos y poca protección. Los hombres dominicanos, en cambio, se insertan en construcción (mejor remunerada).
- Educación sin recompensa: Aunque el 37.6% tiene estudios superiores (vs. 30.4% de los hombres), la movilidad social es un espejismo.
- Desempleo invisible: Su tasa de paro (19.8%) duplica la media femenina local (39.7%).
Discriminación: Un Cóctel Tóxico
Ramona Hernández, directora del Instituto de Estudios Dominicanos de CUNY y coautora del estudio, lo resume así: "El color de piel, el acento y el género las condenan a trabajos precarios. Si sumas el estatus migratorio irregular, tienes una bomba de tiempo".
Las entrevistadas relatan cómo empleadores aprovechan su vulnerabilidad: jornadas sin horas extras pagadas, despidos sin aviso, acoso laboral. "Me dicen: ‘Tú eres ilegal, ¿a dónde vas a ir?’", confiesa María, empleada doméstica de Bayamón.
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Familias al Límite: Cuando el Techo se Agrieta
El 33.6% de los hogares dominicanos en Puerto Rico están liderados por mujeres solas: viudas, divorciadas, madres solteras. De estos, el 62.3% vive bajo el umbral de pobreza. "Mi sueldo no alcanza ni para los libros del niño", lamenta Juana, madre de dos hijos y empleada en una lavandería.
Los menores son los más afectados: el 75.9% de la comunidad dominicana en la isla tiene entre 0 y 17 años. Muchos crecen en barrios marginados, con acceso limitado a salud y educación. "Aquí no hay futuro para ellos", susurra Carmen, abuela que cría a tres nietos.
Huracanes, Terremotos y Pandemia: La Tormenta Perfecta
La crisis económica de Puerto Rico, agravada por el huracán María (2017), los terremotos de 2020 y el COVID-19, ha golpeado con saña a esta comunidad. Los empleos informales —únicos disponibles para muchas— desaparecieron. Las remesas a República Dominicana se esfumaron. "Vendí hasta la nevera para comer", recuerda Altagracia, sobreviviente de María.
Mientras, las políticas migratorias de EE.UU. en la isla añaden presión. Redadas en vecindarios y lugares de trabajo siembran el miedo. "Vivimos con la maleta bajo la cama", admite Rosa, indocumentada desde 2005.
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Recursos en la Tormenta
Ante la violencia de género y las redadas, organizaciones como el Centro de la Mujer Dominicana (CMD) y Ayuda Legal Puerto Rico brindan herramientas:
- Guía contra la violencia: El CMD publicó en 2024 un manual con remedios legales para migrantes. Contacto: (787) 772-9251.
- Derechos ante ICE: No abrir la puerta sin orden judicial federal, guardar silencio, grabar intervenciones.
"La resistencia es colectiva", afirma Laura Castro, abogada del CMD. "Les recordamos: tienen derechos, aunque el papel diga ‘ilegal’".
Epílogo: ¿Hacia Dónde Mirar?
Las dominicanas en Puerto Rico encarnan la paradoja de un sueño caribeño fracturado. Sus historias, entre estadísticas y sudor, exigen políticas públicas con enfoque de género y etnia. Mientras, ellas siguen de pie, como ceibas ante el viento, tejiendo redes de solidaridad. Porque en Borinquen, como en Quisqueya, la esperanza es el último recurso que no se agota.