Un manifiesto cinematográfico que reivindica memoria, resistencia y dignidad negra
Santo Domingo – "Sugar Island" no es solo un documental; es una declaración política hecha imagen, un eco que retumba en la caña, un canto de lucha que se niega al silencio. La gestora cultural Ann Mercedes lo define en una crítica al filme como un latido de resistencia, una obra que denuncia, pero también enaltece.
La directora Johanné Gómez Terrero nos sumerge en la vida de Makenya y su abuelo cañero, dos almas unidas por la sangre y el olvido de un sistema que los exprime sin piedad dice Ann Mercedes
Pero "Sugar Island" no es una historia de víctimas; es un relato de fortaleza y memoria, donde la ficción, el documental y el performance se entrelazan con la estética del Gagá y el afrofuturismo.
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Las actuaciones son el alma del filme. Yelidá Díaz, en el papel de Makenya, transmite con su mirada el peso de un futuro incierto, mientras que Génesis Piñeyro, su amiga inseparable, construye una relación cargada de complicidad y afectos que trascienden las palabras. La escena del motor es un testimonio de su conexión: una imagen poderosa de hermandad y refugio.
El abuelo, encarnado por Juan María Almonte, es un tributo a los cañeros olvidados. Su interpretación, llena de matices, humaniza la lucha de una generación marcada por la explotación. Por su parte, Ruth Emeterio deslumbra con su intensidad, convirtiendo cada gesto en una reivindicación histórica,continua Ann Mercedes
Testimonios que exponen heridas abiertas y desigualdades estructurales
En medio de la ficción, la realidad irrumpe con la historia de Agatha Brooks, quien, a pesar de tener un padre dominicano, fue rechazada en su solicitud de documentos debido a su diagnóstico de VIH. Su testimonio desnuda el racismo y la discriminación institucional que sigue vigente.
El grupo de amigas de Makenya aporta un dinamismo vital a la película. Isabel Spencer y Alicia Medina brillan con presencias intensas, mientras que Danny Ledesma, interpretando a un cañero, protagoniza una de las escenas más emotivas: un respiro de resistencia en forma de canto. Porque el arte también es trinchera.
Un cine que desafía las estructuras y dignifica los cuerpos negros
Ann Mercedes dice que el gran logro de "Sugar Island" es su propuesta de cine decolonial, que rompe con la narrativa de la victimización para mostrar la resistencia en su máxima expresión. La cinematografía es una obra poética que ilumina la historia, mientras que el diseño de peinados y maquillaje se convierte en un grito de identidad.
La inclusión del Manifiesto Antirracista de Johan Mijahil eleva la película a otro nivel. Su mensaje transforma al "yo" marginado en un espacio de resistencia, reclamando un lugar seguro en la narrativa histórica.
El coaching actoral de Vicente Santos y el casting impecable de Katiuska Licairak aseguran que cada personaje habite la historia, convirtiendo "Sugar Island" en una experiencia que no solo se ve, sino que se siente en la piel.
Un impacto cinematográfico que trasciende la pantalla y el tiempo
"Sugar Island" no es una película que se ve y se olvida. Es una herida que supura verdad, un espejo que nos devuelve una isla que, pese al dolor, sigue cantando. Johanné Gómez Terrero no solo dirigió un filme: nos entregó un grito, una memoria viva que exige ser escuchada.
Ann Mercedes aplaude de pie el esfuerzo cinematográfico.