Qué tiempos aquellos tan hermosos que lamentablemente no volveremos a ver en los mares y costas del país.
Cuando Jesús Feris Iglesias y comparsa de aventureros surcaban con sus desafiantes aleteos las aguas del Mar Caribe, todavía ese recurso acuífero no estaba contaminado, era época dorada del incipiente despegue industrial de San Pedro de Macorís y la República Dominicana.
Siendo un jovenzuelo abrazó su gran pasión: el buceo y la pesca submarina, desafiando la oposición de sus padres que veían en esa práctica un gran peligro para la vida de su vástago.
Luego abrazó su otra pasión que es la pediatría tras haberse graduado como médico en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en 1972. Posteriormente, realiza en México estudios especializados de Pediatría en el Hospital Infantil de ese país latinoamericano.
“Vengo de una familia de inmigrantes. Mis abuelos paternos, libaneses y los maternos españoles, nos enseñaron a trabajar desde temprana edad, a respetar a los demás, a hacer familia y que el trabajo sirviera para sustentarse, sustentar a la familia y a la sociedad en sentido general”, ha expresado Feris Iglesias.
Admite que su preferencia por el mar tiene su base por haber nacido y crecido en una ciudad como San Pedro de Macorís, “de la que recuerdo desde muy temprano en mi niñez había una gran actividad marina, ya que fue por mucho tiempo el principal puerto del país, especialmente en el Caribe”.
Recientemente, acudí al Centro Cultural Petromacorisano, en el corazón de la Sultana del Este, donde fue presentada la obra: “Anécdotas de un marinero a tiempo incompleto”, de la autoría del consagrado pediatra y político.
El texto de 210 páginas ilustrado de fotos, narraciones y ocurrencias que proyectan la trayectoria de vida familiar del autor, así como de la época dorada de San Pedro de Macorís, cuyo puerto y su industria azucarera eran el principal motor de la economía nacional, que conectaba con otros países del Caribe, es un valioso aporte cultural.
Al relatar el proceso de expansión de la industria azucarera y lo que ello representó para la transformación de la provincia oriental, expone que: “A principios del siglo XX llegaron a San Pedro de Macorís inversionistas extranjeros de Estados Unidos y Europa para comercializar el azúcar. Además, llegaron expertos en técnica y producción que permitieron superar la manera tradicional de producir azúcar. También se instaló en San Pedro la banca inglesa, alemana, canadiense y americana para financiar a los inversionistas en el comercio del dulce. Citaremos a la West Indies Sugar Company, que se especializó en el financiamiento de cosechas y estaba vinculada a los intereses de la National Sugar Refining Company y del Nacional City Bank”.
El Puerto: Identidad petromacorisana
Nadie duda que la zona portuaria de San Pedro de Macorís es una identidad de esta provincia y columna principal de su auge económico y comercial de otrora, y, todavía hoy, representa una base sólida para su despegue en todos los ámbitos.
Así lo dice el doctor Jesús Feris Iglesias cuando aborda las actividades comerciales en el muelle macorisano en los umbrales del siglo XX, donde hubo un extraordinario crecimiento de esta sociedad, cuna de grandes figuras de las artes, escrituras, deportes, el comercio y la industria.
“Buques con banderas de diversos países llegaban con mercancías que los comerciantes de todo el país y las incipientes industrias nacionales solicitaron a naciones asiáticas, europeas, sudamericanas y por supuesto a los Estados Unidos. En San Pedro de Macorís comenzaron a cambiar las costumbres de beber ron por brandy, cogñac, champagne, licores de la marca Marie Brizard y whisky escocés. Los tejidos y sombreros eran los que más solicitaban los comerciantes, al igual que los perfumes franceses”, relata.
En la Boca del Tiburón
En varias ocasiones Feris Iglesias y sus compañeros de buceo y de pesca submarina, entre ellos, Francisco Xavier Mella, Jaime Falzano y Marcial Giráldez se vieron prácticamente en la boca del tiburón recorriendo las áreas costeras dominicanas, partiendo de la ría del Higuamo hasta conectar con La Romana, Bayahibe, Samaná, Barahona y Pedernales.
Esas travesuras y riesgos que asumieron al desafiar a los tiburones nunca atemorizaban a esos valientes jóvenes amantes de las embarcaciones marinas y aventuras en aguas profundas .
Ellos representaron asimismo a una generación de la juventud sana de la República Dominicana cuyo norte eran los estudios, el trabajo y la buena convivencia en la sociedad.
El prologuista de: “Anécdotas de un marinero a tiempo incompleto”, arquitecto Héctor Duval Álvarez visualiza la pasión que siempre sintió el autor del libro por el mar.
La Medicina y el Mar
Y narra que “desde niño, la atracción por el mar se apoderó de Jesús Feris, por lo que compartió los estudios académicos con las aventuras y emociones de la navegación, el buceo, la pesca, que lo han acompañado a lo largo de su vida. Pasión que nunca fue un obstáculo para convertirse en el reputado médico que ha dedicado su ejercicio profesional en favor de la sociedad, lo que le ha merecido múltiples reconocimientos públicos”.
- Duval Álvarez sostiene que, aunque el doctor Jesús Feris Iglesias ha mostrado interés por la política partidista y por los deportes, pero si bien estas actividades le han atraído, no han sido competencia con las pasiones de su vida: la medicina y el mar.
En la época en que la tribu de Feris Iglesias se zambullían en el fondo del mar todavía en la República Dominicana no se conocía el negocio de las drogas, ni mucho menos la violencia callejera ni los asaltos para despojar al ciudadano de sus pertenencias. Los mares estaban limpios, sin basuras ni tóxicos vertidos por algunas industrias establecidas alrededor de las costas nacionales.
San Pedro aún vivía con los remanentes de su inolvidable época de la floreciente y rica “Danza de los millones”, y los perros en muchos sectores rurales y urbanos del país seguían “amarrados al cuello con longaniza”.
Pero también, el destacado médico petromacorisano tuvo el privilegio de vivir las vicisitudes de la travesía en el mar a bordo de una yola, lancha o yate de lujo que por sus condiciones económicas familiares podía adquirir en el mercado nacional e internacional.
Su juventud en plena tiranía de Trujillo fue predominantemente atraída por el mar y quizás, sin proponérselo era una práctica inteligente de salir de la cotidianidad en medio de un sistema político aplastante, demoledor y asesino de las ideas, la participación y la libertad ciudadana.
Un Mar sin contaminante
Uno de los episodios más impactante en la obra de Feris Iglesias que puso a circular en su ciudad natal, es cuando aborda la limpieza que exhibía la zona marítima de San Pedro de Macorís, cuando a nadie se le ocurría lanzar basuras ni ningún material contaminante a tan valioso recurso que nos regala la naturaleza.
En efecto, dice: “recuerdo también que en esa época íbamos en las tardes a pescar al muelle. No era de asombrar que lanzáramos un cordel con maqueyes anzuelados como carnada y pescáramos pargos, algunos de hasta diez libras, en un tiempo relativamente corto”.
Asombra cuando se refiere a la limpieza que tenía el emblemático río Higuamo y sus exuberantes manglares que abrazan el mar, de cuyas raíces extraían ostiones.
En su narración el intelectual petromacorisano afirma que “los amigos más experimentados podían llenar de ostiones, en menos de una hora, un saco de yute de 225 libras, de los que se usaban para empacar el azúcar en los ingenios. Los ostiones en esos tiempos se podían comer crudos sin temor a intoxicarse, pues las aguas de los ríos, principalmente el Higuamo, eran limpias con muy poca contaminación”.
El ostión, que se distingue por su concha áspera y oscura, es un género de molusco que contiene nutrientes como minerales, vitamina B12 y ácidos grasos.
Qué tiempos aquellos tan hermosos que lamentablemente no volveremos a ver en los mares y costas del país. Por suerte, quedan en nuestras memorias los valiosos relatos estampados en el libro del consagrado pediatra octogenario, don Jesús Feris Iglesias.
Artículo de Manuel Díaz Aponte