Este fenómeno se ha visto potenciado por la influencia de las redes sociales.
En la República Dominicana, el ejercicio del periodismo y la comunicación ha evolucionado hasta convertirse en un espectáculo en sí mismo. Lo que antes era la labor de informar y analizar los hechos ha dado paso, en muchos casos, a la confrontación pública entre comunicadores, donde los debates dejan de girar en torno a los temas de interés nacional y pasan a ser una batalla de egos y descalificaciones personales.
No es raro ver titulares y tendencias en redes sociales protagonizados no por políticos o figuras del acontecer nacional, sino por los propios periodistas y comentaristas, que convierten diferencias de opinión en verdaderas guerras mediáticas. Lo que inicia como un simple debate sobre un tema coyuntural puede escalar rápidamente a ataques directos, insultos y descalificaciones, transmitidos en vivo y multiplicados en las plataformas digitales.
Si bien la polémica ha sido siempre parte de la comunicación, en los últimos años ha tomado un giro más personal y agresivo. Antes, los comunicadores debatían ideas con firmeza, pero manteniendo cierto nivel de respeto profesional. Ahora, en muchos espacios, las discusiones parecen diseñadas más para generar morbo y audiencia que para aportar contenido de valor.
Este fenómeno se ha visto potenciado por la influencia de las redes sociales. La necesidad de captar la atención en un entorno donde la información se consume de manera rápida y fragmentada ha llevado a algunos comunicadores a adoptar un estilo más confrontativo y provocador. Ya no basta con analizar los hechos; ahora es casi obligatorio generar polémica para mantenerse relevante.
El problema no es solo la banalización del debate público, sino el daño que este tipo de enfrentamientos causa en la credibilidad del periodismo y la comunicación. Cuando los periodistas se convierten en el centro de la noticia por sus conflictos personales, el foco se desvía de los temas realmente importantes para la sociedad. En lugar de discutir sobre corrupción, inseguridad, educación o economía, el país se entretiene con los pleitos entre figuras mediáticas.
Además, esta tendencia afecta la percepción del periodismo como un pilar de la democracia. En un contexto donde la polarización política ya es un problema serio, la confrontación entre comunicadores solo contribuye a aumentar la desconfianza en los medios y a erosionar el papel del periodismo como un espacio de orientación e información veraz.
Si bien el debate y la crítica son elementos esenciales de la comunicación, es necesario replantear los límites entre el análisis riguroso y el simple espectáculo. La sociedad dominicana necesita un periodismo que fiscalice el poder, que informe con objetividad y que contribuya a la formación de una ciudadanía crítica.
El reto para los comunicadores es claro: evitar caer en la trampa del protagonismo vacío y recordar que su papel no es ser la noticia, sino contarla con responsabilidad. La credibilidad y el respeto se construyen con un ejercicio profesional serio, no con controversias artificiales.
En un país con tantos desafíos por delante, la comunicación debe ser parte de la solución, no del problema. Por Pablo Vicente