La situación de Ucrania es el más elocuente ejemplo.
La humanidad está a punto de desaparecer no por los pronósticos apocalípticos bíblicos, sino por las acciones irracionales y depredadoras de los líderes mundiales que no paran en sus planes de fabricar armas modernas de efectos demoledores y otros pertrechos militares, crear conflictos políticos, bélicos, sociales y activando funestas estrategias destinadas a aumentar las finanzas económicas, mientras millones de personas mueren de hambre o carecen de servicios elementales como educación, salud, alimentación, transporte, empleos, hogares en condiciones dignas y otras protecciones sociales.
Ahora, la moda es utilizar la diplomacia y las presiones políticas para negociar temas de carácter ventajoso a sus intereses. En ese portafolio se incluyen las tierras raras y otras materias primas no energéticas que son fundamentales para el funcionamiento de la economía de las naciones industrializadas.
- Las naciones que en el pasado libraron luchas bélicas en la llamada Guerra Fría, hoy son las mismas que están dialogando sobre la base de intercambiar cosas de valor.
La situación de Ucrania es el más elocuente ejemplo. Estados Unidos gestiona con Rusia para que firme un acuerdo de paz con Ucrania, pero el presidente de esta última nación, Volodímir Zelensky, no confía en que los rusos suscribirían ni respetarían un pacto que ponga fin a la guerra.
El propósito de Norteamérica es conquistar los suelos raros de Ucrania y con esos fines ejerce presiones sobre el presidente ucraniano, un hombre que luce asustado, acorralado, prácticamente desesperado, luego que el estadounidense Donald Trump detuvo recientemente todos los futuros envíos de ayuda militar a su destruido país.
A partir de una acalorada discusión de ambos gobernantes en el Despacho Oval de la Casa Blanca, se agrietaron por horas las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania. El gigante de América es el mayor donante individual a la nación devastada por la guerra, enviando al menos US$123.000 millones en ayuda desde la invasión rusa a gran escala, en el 2022.
Esas controversias se asemejan a las tácticas implementadas en la histórica Guerra Fría, que duró desde 1945 hasta 1991, un importante episodio que registró los enfrentamientos de las dos súper potencias de la segunda mitad del siglo XX: la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Estados Unidos. Era un combate por la supremacía del mundo y la imposición del modelo político, económico, cultural e ideológico que cada país defendía: el comunismo y el capitalismo. Influyó en luchas militares como la guerra de Corea (1950-1953), la guerra del Sinaí (1956), la guerra de Vietnam (1955-1975) y la guerra afgano-soviética (1979-1989).
Este acontecimiento se caracterizó por las disputas diplomáticas, la carrera armamentística y espacial, la constante amenaza mutua y el intento por influir sobre otros países.
Algo similar a la Guerra Fría, es la Guerra Comercial que está agitando en el mundo el presidente norteamericano después que en noviembre de 2024 informó que ha identificado lo que considera una solución universal para los problemas de su país: imponer nuevos aranceles a las mercancías extranjeras que ingresan a Estados Unidos desde otros destinos importantes, en especial México, Canadá y China.
Decidió aumentar los impuestos a las mercancías procedentes de Beijing valorados en 18.000 millones de dólares, apuntando a sectores estratégicos como vehículos eléctricos, baterías, acero y minerales críticos.
Como una de sus primeras órdenes ejecutivas, el 26 de febrero de 2025 cumplió con la promesa al aplicar un arbitrio de 25% a todos los productos que ingresen al país desde Canadá y México y un adicional de 10% a las mercancías procedentes de China. De su lado, China respondió que aplicará aranceles adicionales de hasta el 15% a productos agrícolas estadounidenses, así como el pollo, el cerdo, la soya y la carne de res, además de ampliar los controles a la actividad comercial de reconocidas empresas estadounidenses.
Por igual, el gobernante norteamericano notificó el plan de imponer una tributación del 25% a los bienes importados por la Unión Europea, sobre todo el acero y el aluminio. Naturalmente, la reacción de la Unión Europea, el tercer socio comercial más importante de los Estados Unidos, fue la de un total rechazo. La jefa de la comunidad de naciones europeas, Ursula von der Leyen, prometió que los gravámenes estadounidenses “no quedarán sin respuesta” y que “desencadenarán contra-medidas firmes y proporcionadas” por parte del bloque de 27 naciones.
En ese contexto, tanto Canadá como México han dicho que las decisiones del gobernante americano violarían el Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y los dos países, ratificado en 2020 durante la primera presidencia del actual inquilino de la Casa Blanca.
¿Qué se espera de la guerra comercial? Esa estrategia no presagia nada bueno porque, según los analistas internacionales, tiene un impacto global directo que se reflejará en las economías e indirecto en varias ramificaciones, como es el menor crecimiento, recesión en algunos casos, inflación, revaluación del dólar, incrementos de tasas de interés y afectación al transporte de mercancías.
Hay que estar preparado para el cataclismo político y social que se aproxima, América Latina será por igual impactada por el fenómeno. Mientras, las naciones afectadas por las nuevas tarifas están adoptando represalias que desde ahora ponen en peligro la estabilidad política universal.