Francisco critica la deshumanización económica en el Vía Crucis romano.
MADRID, 18 de abril (EUROPA PRESS) – En un mensaje cargado de profunda reflexión, el Papa Francisco ha utilizado las meditaciones del Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma para contrastar dos visiones económicas diametralmente opuestas: la "economía de Dios", caracterizada por la inclusión y la compasión, y las "economías actuales", que define como sistemas dominados por "algoritmos e intereses implacables".
El Pontífice, quien delegó su presencia física en el cardenal Baldo Reina tras su emotiva visita a la cárcel Regina Coeli de Roma el Jueves Santo, donde compartió un encuentro con 70 reclusos, ha dejado un legado de palabras que resuenan con fuerza en el corazón de la cristiandad y más allá.
En sus meditaciones, Francisco denuncia una economía "deshumana en la que noventa y nueve valen más que uno". Esta crítica apunta directamente a un sistema que, según su perspectiva, prioriza el beneficio y la eficiencia sobre el valor intrínseco de cada persona.
“Hemos construido un mundo que funciona de ese modo; un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables", escribió el Pontífice, subrayando la frialdad y la falta de empatía que, en su opinión, caracterizan a la economía moderna.
Frente a esta realidad, el Papa Francisco propone la "economía de Dios", un modelo que "no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra". Esta visión evoca un sistema económico arraigado en la justicia, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana. "Tu camino, Jesús, es el camino de las Bienaventuranzas: no destruye, sino que cultiva, repara, protege", continúa el Papa en sus reflexiones, destacando el carácter constructivo y restaurador de esta alternativa.
En la introducción a las 14 Estaciones del Vía Crucis, Francisco describe el camino de Jesús hacia el Gólgota como "el éxodo hacia una nueva tierra", un símbolo de transformación y esperanza. "Cristo vino a cambiar el mundo", afirma el Pontífice, llamando a un cambio de perspectiva y a reconocer "la bondad de sus pasos".
A través de los personajes del Vía Crucis, el Papa Francisco identifica experiencias humanas universales. La figura de Simón de Cirene, que "al volver del campo se detiene para ayudar a Jesús a llevar la cruz", se convierte en un símbolo de solidaridad y compasión.
“En la realidad de hoy necesitamos a alguien que a veces nos detenga, y ponga sobre nuestros hombros algún trozo de realidad que simplemente hay cargar", reflexiona el Pontífice, destacando la importancia de la empatía y el apoyo mutuo.
Francisco también advierte sobre los peligros de una vida centrada únicamente en el trabajo y el progreso material, sin conexión con lo trascendente. "Si se trabaja sin Dios uno se dispersa", afirma, recordando la importancia de mantener un equilibrio entre las actividades terrenales y la dimensión espiritual.
Las palabras del Papa Francisco resuenan como un llamado a la reflexión y a la acción, invitando a construir un mundo más justo y humano, donde la economía esté al servicio de las personas y no al revés. Esta visión, arraigada en los valores del Evangelio, ofrece una alternativa esperanzadora a las "frías lógicas" que dominan el panorama económico actual.