El legado de un pontífice que rompió con la tradición y apostó por una iglesia más cercana a los excluidos
El papa Francisco falleció este lunes 21 de abril a los 88 años, en su residencia de la Casa Santa Marta, un día después de bendecir por última vez desde el balcón principal de la basílica de San Pedro. Fue una despedida sobria, como su estilo, mientras se recuperaba de una neumonía.
Durante doce años de papado, Jorge Mario Bergoglio —el primer Papa latinoamericano, el primer jesuita y el primero en llamarse Francisco— transformó profundamente el Vaticano. El mundo lo recordará por su cruzada contra la pederastia, su impulso reformador en la Curia, el empoderamiento de la mujer dentro de la Iglesia y por alzar la voz sin miedo frente a las guerras, las injusticias y las desigualdades.
Aquel “¡vergüenza!” pronunciado en Lampedusa ante la tragedia migratoria marcaría su sello pastoral: cercanía a los descartados.
UNA IGLESIA MENOS HIERÁTICA Y MÁS HUMANA EN DOCE AÑOS DE CAMBIO
Desde su elección el 13 de marzo de 2013, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, Francisco sacudió las estructuras eclesiásticas: impulsó la transparencia económica, descentralizó el poder vaticano con la constitución Praedicate Evangelium, y permitió que las mujeres votaran por primera vez en un Sínodo. Aunque no avaló el sacerdocio femenino, sí abrió camino con nombramientos clave como el de Simona Brambilla y Raffaella Petrini, símbolos del nuevo rostro de la Iglesia.
También flexibilizó la postura sobre temas espinosos: aceptó bendiciones a parejas homosexuales, avaló que personas trans fueran padrinos de bautizo y acercó el mensaje de la Iglesia a quienes viven situaciones familiares “no tradicionales”. Esta apertura provocó resistencias dentro del ala más conservadora, especialmente en África y en sectores nostálgicos de un catolicismo más doctrinal.
Su lucha contra los abusos sexuales fue implacable. Con la ley Vox estis lux mundi, ordenó a clérigos y religiosos denunciar casos de agresión a menores y amplió esta obligación a los laicos. Bajo su mando, incluso cardenales como Angelo Becciu fueron procesados por malversación, en un intento decidido de acabar con la corrupción vaticana.
UN PASTOR SIN CORONA, AMANTE DEL TANGO Y DE LOS POBRES
Hijo de migrantes italianos, técnico químico de formación, apasionado por la ópera y el fútbol, Bergoglio vivió una juventud signada por la austeridad y la enfermedad. En 1958 ingresó al noviciado jesuita. Ya como sacerdote, provincial de los jesuitas argentinos y luego arzobispo de Buenos Aires, fue conocido por rechazar lujos y viajar en colectivo.
Su vida cambió el día que pronunció ante la prensa: “Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”. Fue la brújula que guió sus encíclicas (Laudato si, Fratelli tutti, Dilexit nos) y exhortaciones apostólicas (Evangelii Gaudium, Querida Amazonia, entre otras).
En sus palabras y gestos, Francisco dejó claro que la Iglesia debía dejar de ser un palacio para convertirse en un hospital de campaña. Y aunque su pontificado estuvo marcado por polémicas —por sus frases sobre el aborto, las mujeres y el ambiente "marica" en los seminarios—, pidió disculpas cuando fue necesario.
Con su partida termina una era de voz profética, a veces incómoda, siempre frontal. Francisco quedará en la historia como el Papa que prefirió el barro al mármol, la misericordia al juicio, y el Evangelio vivido al proclamado desde la distancia. Con datos de Europa Press