El catolicismo mundial a la espera por el sucesor del Papa Francisco
La Ciudad del Vaticano se convierte nuevamente en el epicentro espiritual del catolicismo mundial, con la llegada de la mayoría de los 135 cardenales que participarán en el próximo cónclave para elegir al nuevo sumo pontífice, tras el fallecimiento del papa Francisco el pasado 21 de abril.
Un reporte divulgado en el sitio digital del diario Fanpage, el cual recoge Prensa Latina, el número de cardenales electores supera con creces los 120 previstos por la constitución apostólica, lo que marca un hito en la historia reciente del Vaticano. De los 135 participantes, 108 fueron designados por Francisco, reflejando su impronta en la configuración actual del colegio cardenalicio.
Presencia internacional y diversidad de órdenes en el cónclave papal
Entre los asistentes hay 59 cardenales europeos, 37 americanos, 20 asiáticos, 16 africanos y tres de Oceanía, representando la diversidad global de la Iglesia. Asimismo, 34 de los electores pertenecen a órdenes religiosas, destacando los franciscanos, salesianos, jesuitas, dominicos, entre otros.
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Dentro de los 15 nombres más mencionados como papables, destacan tres italianos: Pietro Parolin, actual secretario de Estado; Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana; y Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén. Todos ellos con experiencia en diplomacia, mediación y liderazgo pastoral.
Reglas del cónclave y el esperado anuncio “habemus papam”
El proceso podría comenzar alrededor del 5 de mayo, tras los nueve días de duelo conocidos como novendiales, que iniciarán después del funeral de Francisco.
Durante el cónclave, los cardenales se mantendrán aislados del exterior, con hasta cuatro votaciones diarias, hasta alcanzar los dos tercios necesarios.
Tras cada votación, se queman las papeletas: humo negro indica desacuerdo, mientras que humo blanco señalará al mundo que hay nuevo papa.
Minutos después, un cardenal anunciará desde el balcón de San Pedro la célebre frase: “Habemus Papam”, seguida por la primera bendición del nuevo líder de la Iglesia católica: Urbi et Orbi, a la ciudad y al mundo.