Las redes sociales han transformado profundamente las formas de comunicación.
Por el doctor Ramón Ceballo
El inicio de las redes sociales se remonta a la década de 1970 con la creación de los (BBS) Bulletin Board. Ella ha redefinido la forma en que las personas interactúan consigo mismas y con los demás. La revolución digital no está exenta de efectos negativos. Se han hecho estudios que evidencian científicamente una relación directa entre el uso excesivo de las plataformas sociales y problemas de salud mental, en especial entre adolescentes y adultos jóvenes.
Las redes sociales han transformado profundamente las formas de comunicación, socialización e información en la era digital. Este artículo examina el impacto que estas plataformas tienen sobre la salud mental, con especial énfasis en los jóvenes. A través de una revisión de estudios recientes y el análisis de fenómenos como la ansiedad, la depresión, la autoimagen y la adicción digital, se plantea la necesidad de regular, educar y promover un uso consciente de estas tecnologías.
Diversos estudios han encontrado que el uso durante un tiempo prolongado en redes sociales se asocia con niveles más altos de ansiedad y depresión (Twenge et al., 2018). La necesidad constante de validación mediante "me gusta" y comentarios, así como la comparación permanente con estilos de vida irreales, genera una presión emocional que afecta el bienestar subjetivo de quienes la usan.
La verdad es que son muchos usuarios que consideran que la felicidad digital parece depender de una aprobación ajena constante, lo cual es insostenible emocionalmente, (Carr, 2020).
3. Autoimagen, filtros y trastornos de la conducta alimentaria
El uso masivo de filtros y la curaduría de vidas "perfectas" en redes han provocado angustia significativa y puede interferir con las actividades diarias, sociales y laborales. Esta comprobó la existencia de un incremento significativo en los casos de trastornos de la conducta alimentaria entre jóvenes usuarios de plataformas como Instagram (Fardouly et al., 2015).
El uso excesivo de las redes sociales, produce una distorsión de la autoimagen, la cual genera un ciclo de insatisfacción, dependencia y deterioro emocional. Es lo que conocemos como trastorno dismorfico corporal que no es más que una enfermedad mental en la cual no se deja de pensar en uno o más defectos percibidos o defectos en la apariencia .
Las redes sociales están diseñadas para generar un efecto adictivo. Las notificaciones constantes activan circuitos dopaminérgicos que refuerzan el uso compulsivo (Alter, 2017). Esto lleva a una forma de dependencia que afecta la concentración, el sueño y las relaciones sociales cara a cara.
Un elemento que ha surgido con el uso continuo de las redes sociales es el ciberacoso el cual ha amplificado el alcance del acoso tradicional, generando traumas psicológicos más intensos debido a su naturaleza pública y persistente. Además, a pesar de estar hiperconectados, muchos usuarios reportan sentimientos de soledad e insuficiencia, revelando un aislamiento emocional disfrazado de socialización.
Aunque estamos en un mundo cada día más interconectado, la verdad es que no podemos tampoco. demonizar las redes sociales, lo que debemos buscar y lograr es promover un uso crítico. La educación digital, la autocuidado emocional y la regulación de contenidos nocivos deben ser pilares de una estrategia de salud pública.
Solo cuando hagamos conciencia del trastorno que el uso prolongado de las redes sociales produce en el ser humano, es cuando realmente lograremos que las plataformas asuman responsabilidad ética sobre el impacto de sus diseños algorítmicos.
Aunque ofrecen oportunidades de expresión y conexión, las redes sociales, también implican riesgos reales para la salud mental. Debemos como ciudadanos asumir enfrentar los desafíos de las redes sociales desde una perspectiva interdisciplinaria que artículo tecnología, educación, psicología y políticas públicas.