Desde aquellos tiempos recónditos e inmemoriales de la colonización, atravesando por la gesta patriótica de la independencia, la restauración y el nacimiento de la república, sumadas al derrocamiento de la tiranía hasta llegar exhaustos a la frágil democracia, el pueblo dominicano ha protagonizado importantes hazañas escritas con sangre, sacrificio y entrega, de hombres y mujeres que con sus acciones ayudaron a moldearon cada página del fascinante libro de la historia que marcó nuestra identidad como nación, libre, independiente y soberana.
En una de esas páginas gloriosas, impresa con tinta indeleble y decorosa solemnidad, reposa majestuoso sobre un fino lienzo de papel, el nombre de Juan Emilio Bosch Gaviño, un insigne hijo de la patria que a través de sus ideas dejó la impronta emblemática de una vida excepcional, dedicada por completo a la lucha por la liberación de su pueblo, de la tiranía, la desigualdad social, la inequidad, la pobreza y el subdesarrollo, mediante el respeto a los derechos humanos, las libertades públicas y la ferviente defensa de la democracia.
Ese inmenso coloso de la literatura y la política universal, resultó electo presidente de la Republica Dominicana, el día 20 de diciembre, del año 1962, y tomó posesión el 27 de febrero, del 1963, pero, siete meses después, fue derrocado por un infeliz Golpe de Estado, que frustró las esperanzas de la población que venía de padecer durante tres décadas una férrea dictadura encabezada por Rafael Leónidas Trujillo Molina. Sin embargo, ese funesto acontecimiento no imposibilitó que la sociedad experimentara el inicio del primer ensayo genuinamente democrático de nuestra historia política que convirtió al presidente Juan Bosch, en un paradigma moral de la libertad.
Durante su efímero mandato, Juan Bosch, logró sentar las bases para desterrar del país a los remanentes de la “Era de Trujillo”, cuando promulgó la Constitución del año 1963, que consagraba una visión progresista de las libertades públicas, el respeto a las garantías civiles de los ciudadanos y el establecimiento de derechos fundamentales, la modernización del Estado, en cuanto a la reforma laboral, la definición de la propiedad, la prohibición del latifundio, el diseño y aplicación de políticas económicas y sociales, focalizadas esencialmente en rescatar a los sectores más vulnerables del país, priorizando a la niñez, los envejecientes y las mujeres.
Juan Bosch, pudo cumplir su destino en la sociedad, porque hizo posible convertir sus ideas y sus deseos en hechos…, y uno esos hechos, marcó su amor y devoción hacia el pueblo, cuando el 28 de abril, del año 1963, inspirado en el sentimiento patriótico de los padres fundadores: Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, y el prócer de la Guerra Restauradora, General Gregorio Luperón, defendió con gallardía, coraje y gran determinación, la soberanía que meses antes había jurado proteger.
Esa histórica noche del 28 de Abril, en un emotivo discurso difundido por radio y televisión, el entonces presidente constitucional de la Republica Dominicana, Juan Bosch, respondió de forma enérgica ante una agresión incoada por el gobierno haitiano, encabezado en aquel momento por el tristemente recordado dictador, Joan Claude Duvalier, dándole un ultimátum de 24 horas, y procediendo de inmediato a militarizar nuestra frontera nacional.
La razón que originó esa decisión, surgió como consecuencia de la violación por parte del régimen de Duvalier, a la Convención de Viena (Austria), sobre Relaciones Diplomáticas, adoptada el día 18 de abril, del año 1961, un tratado internacional que regula los vínculos consulares y la inmunidad del personal diplomático acreditado en los países.
El conflicto inició cuando nuestra embajada en Haití, fue cercada por la policía haitiana conocida como “Tontón Macoute”, quienes exigían la entrega inmediata de un militar haitiano insurrecto (Teniente François Benoit) que supuestamente había encabezado una conjura contra el dictador haitiano, y presumiblemente estaba oculto en la embajada de la Republica Dominicana.
En respuesta a esa agresión, durante una alocución dirigida al pueblo dominicano y el resto del mundo, incluidas, además, las autoridades haitianas, Juan Bosch, manifestó que daba un plazo de 24 horas, al gobierno haitiano, para el retiro inmediato del cerco militar o de lo contrario, pondría punto final al incidente utilizando los medios que estuviesen al alcance del gobierno dominicano.
En su mensaje, el mandatario expresó lo siguiente: "El pueblo dominicano sabe ya que la embajada y la cancillería de nuestro país, han sido violadas por la policía haitiana; esa acción es una bofetada en la cara de la República Dominicana, y una afrenta que nosotros no estamos dispuestos a pasar por alto. Hemos sufrido con gran paciencia los ultrajes del gobierno haitiano, pero esos ultrajes tienen que terminar ya de manera terminante".
De inmediato, la respuesta de los dominicanos se colocó a tono con la gravedad de aquel suceso ominoso. El discurso del presidente Juan Bosch, había estremecido el sentimiento nacionalista de la población que salió a las calles a respaldar a su gobernante y defender el honor de la patria que una vez más pretendía ser mancillada, siendo enfático al afirmar –Bosch– “que si no se resolvía el conflicto por las buenas, lo haría por los medios que tuviera a su alcance, incluyendo una invasión militar”.
"El país que no se hace respetar no tiene derecho a llamarse una nación libre, y la República Dominicana, es una nación libre, por la voluntad de sus fundadores y la sangre de los que la mantuvieron libre y soberana. Lo es por la voluntad de su pueblo, y por la decisión del gobierno democrático que ese pueblo eligió el 20 de diciembre del 1962″.
"Haití, conspira contra el gobierno dominicano y le ha faltado el respeto a nuestra nación. Las naciones pequeñas que permiten que esto ocurra, no son dignas de ser naciones, porque lo único que puede mantenernos como país soberano es la decisión de hacernos respetar de los pequeños y de los grandes, de los que pretenden abusar de nuestra debilidad, y de los que pretendan abusar de su fuerza"; concluyó diciendo en su mensaje el presidente Juan Bosch.
En efecto, aquel discurso nacionalista no solo quedó en la retórica, sino que fueron enviados aviones de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD), a sobrevolar la ciudad de Puerto Príncipe (Haití), los cuales lanzaron volantes en francés y creole, dando un plazo de tres horas al dictador haitiano para desalojar la embajada, y en caso de no hacerlo, el presidente Juan Bosch, amenazó con bombardear al palacio del gobierno haitiano.
Históricamente, desde que España, en el año 1795, cedió la colonia de Santo Domingo, a Francia, a través del Tratado de Basilea, han existido conflictos en las relaciones con Haití, no por causas de quienes ocupamos este lado de la isla, sino porque habita un despropósito de conquista irracional en el corazón de aquellos nunca han apostado a la convivencia armónica entre ambos pueblos.
Desde, Toussaint Louverture y Jean Pierre Boyer, hasta nuestra época, el pueblo dominicano, ha convivido con una amenaza constante de agresión a su soberanía, en cambio, siendo extremadamente tolerantes –con excepción de la merecida respuesta del presidente Juan Bosch–, nunca hemos blandido nuestras espadas para mancillar al pueblo haitiano.
En el pasado reciente, un caso muy similar al ocurrido en el año 1963, sucedió cuando un grupo de manifestantes haitianos irrumpió a la fuerza en la cede de la embajada dominicana en Puerto Príncipe, quemando nuestra bandera y ondeando la bandera de su país, sin que ninguna autoridad nacional o extranjera actuara en consecuencia elevando su voz de repudio ante ese lamentable suceso.
Finalmente, el conflicto que tensó las relaciones ya maltrechas entre ambas naciones, terminó resolviéndose por las vías pacíficas, no sin antes haber escrito una página memorable en el libro de nuestra historia que estuvo liderada valientemente por la regia firmeza del presidente moral del pueblo dominicano, Juan Bosch.
Escrito por:
Fitzgerald Tejada Martínez