Los dominicanos concurrieron a las urnas el pasado domingo 5 de julio, observando, como ha sido su tradición en la democracia postrujillista, un comportamiento participativo y entusiasta, indicando claramente con su voto que en esta coyuntura querían a Luis Abinader y al Partido Revolucionario Moderno al frente de la cosa pública.
El veredicto fue acogido de inmediato por la organización con la que el PRM se disputaba el poder, el Partido de la Liberación Dominicana, cuyo candidato presidencial, Gonzalo Castillo, felicitó al ganador antes que la Junta Central Electoral concluyera los cómputos preliminares, haciendo lo propio el presidente Danilo Medina, que, la misma noche, llamó al electo para felicitarlo e invitarlo a Palacio Nacional a coordinar la transición.
Al hablar ante sus partidarios y familiares, Luis Abinader no sólo expresó el júbilo y agradecimiento por el apoyo recibido para convertirse en el nuevo presidente electo, sino también dejó claro que esa noche cerraba una etapa que le había sido sumamente retadora, la de candidato, que es el abanderado de los sectores en les respaldan, para iniciar otra mucho más desafiante, la de presidente de todos los dominicanos, de los que les apoyaron y de los que no les preferían.
En los cuatro niveles de elecciones recientes: las municipales del pasado 15 de marzo, las presidenciales y las congresuales divididas en dos niveles, senatoriales y diputacionales, la decisión de vacacionar al PLD fue homogénea. ¿Cuáles fueron las razones?
Sobra tiempo para estudiarlas e irlas exponiendo en artículos posteriores. En forma empírica se pueden enumerar algunas: La escisión que padeció ese partido con la salida del expresidente Leonel Fernández, que ahora pena por el reconocimiento de partido “mayoritario” por haber alcanzado en el nivel presidencial poco más de un 5%; el desgaste por el ejercicio de 16 años continuos de poder y su divorcio con la clase media, entre otros.
La realidad insoslayable es que a los peledeístas les toca recoger e irse a procurar la renovación de su partido y al emprendimiento de actividades económicas que les garanticen la subsistencia, porque otro gallo canta en el gallinero.
Y a Luis Abinader y al PRM les corresponde gobernar en medio de una crisis sanitaria, aparejada de una crisis económica que ya ha afectado el empleo de más de 800 mil dominicanos, mientras un promedio de ocho mueren diariamente.
Lo conveniente para el país es que al nuevo presidente disponga del respaldo y la tranquilidad necesarias para acometer sus iniciativas para la superación de ambas crisis, que en eso consiste el respaldo a la voluntad popular, en no obstaculizar la ejecución de los planes y propuestas por las que los electores se han decantado.
Dentro de los respaldos sumados por Abinader para hacerse mayoría, está el de una minoría que viene apostando desde hace tiempo al colapso del sistema de partidos, con la pretensión de pescar en una crisis lo que nunca serían capaces de alcanzar en las urnas, que entendiendo cumplida la meta de haber desalojado al PLD, en el futuro querrán procurar lo propio con el PRM, porque de lo contrario se reeditaría el dominio bipartidista.
Esas voces ya han hecho sentir sus amenazas al nuevo presidente de que sino deja que ellos les tracen la agenda de iniciar una cacería judicial, en pocos meses estarán alborotando en las calles, repitiendo todo lo que le hicieron al PLD, sin lograr el propósito de hacer caer al gobierno.