Las redes sociales constituyen medios para la gente establecer relaciones sociales en todo el mundo, pues tienen millones de usuarios, aunque muchos se focalizan en la localización de familiares y de amistades con las cuales hace años que no se comunican.
Las redes, desde hace más de una década, han roto con el monopolio comunicacional de los medios tradicionales –comunicación unilateral, por demás— y hoy todos somos emisores y receptores recíprocamente, convirtiéndonos en aldea global, expresión que acuñó Marshall Mcluhan, filósofo canadiense, a finales de la década de los 60 y principios de los 70.
Las redes son medios de socialización, pero simultáneamente de insociabilidad, pues facilitan hacer relaciones virtuales, indenpendientemente de la distancia, pero a la vez contribuyen a impedir comunicaciones privadas, directas y bilaterales, inclusive en la familia, al estar cada miembro conectado, pendiente a los mensajes de Whatsapp, Telegram, Signal, correo electrónico, Facebook, Instagram, Twitter y otros.
Se considera una falta de cortesía y de educación prestar más atención a las redes, a través del móvil, que a miembros de la familia, a personas que visitan y a compañeros laborales en las oficinas y en otros lugares. Es un hábito que, en término sicológico, ha llegado a lo patológico, pues muchos conducen vehículos de motor y maquinarias peligrosas de forma simultánea a la revisión de las redes. A veces simplemente para saber si alguien dio “me gusta” a alguna foto o texto publicado.
Con las redes sociales se sugiere coger y dejar.
Seleccionar la parte positiva desde el punto de vista informativo y cultural, pero sin descuidar las relaciones interpersonales, la lectura de obras que nos instruyan, la producción económica y un conjunto de realidades que nos rodean.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales son una maravilla, pues nos enteramos de acontecimientos acaecidos globalmente en el momento en que ocurren. Y disponemos de programas como Zoom y Skype, entre otros, que mediante videoconferencias facilitan las reuniones virtuales y que los espacios televisivos sigan operando normalmente dentro de la pandemia del coronavirus. Hay muchas informaciones en tiempo real, lo que era un imposible en algunos medios tradicionales, los cuales tuvieron que crear ediciones digitales y desde hace algún tiempo todos los diarios están en la web
Se ha revelado que algunas redes incentivan la transculturación, el modismo, el consumismo y la pornografía. Además, encontramos trivialidades, como chismografía de vecinas que se disputan el amor de un hombre a traves de redes sociales, mediante un lenguaje basado en el insulto y en el que abundan las faltas ortográficas.
Peor aún: en las redes encontramos frecuentemente noticias falsas o fake news, llegando al extremo de anunciar muerte de celebridades y figuras famosas a través de cuentas en las que los usuarios, muchas veces a través de seudónimos, publican lo que “les venga en gana”.
Los medios tradicionales tienen muchos defectos, pero si algo hay que reconocerles es que garantizan la veracidad de los hechos noticiosos publicados.
Muchos comunicólogos disponen de hallazgos importantes en sus estudios de la comunicación y, particularmente, de las redes sociales, en los que citan aportes socioculturales, pero a la vez daños sicológicos en los usuarios.
Esos resultados de investigaciones en la comunicación social, que se hacen desde hace décadas, se suman a las teorías originales de los padres de la comunicación, como Paul Lazarsfeld, Kurt Lewin, Harold Lasswell y Carl Hovland. Debo mencionar, asimismo, los aportes hechos por Gerhard Maletzke a través de su obra “Sicología de la Comunicación Social”, al clasificar la comunicación de la siguiente forma: a) directa e indirecta; b) recíproca y unilateral; y c) privada y pública.
Los males de las redes están a la vista, pero entre los más comunes están la difamación y la injuria, las cuales se han hecho normas, sin que se apliquen los artículos 21 y 22 de la Ley 53-07, sobre Crímenes y Delitos de Altas Tecnologías, porque la DICAP es un organismo infuncional.
En la República Dominicana hacen falta leyes que normen todo lo inherente a la comunicación social. Para los medios tradicionales todavía siguen vigentes la Ley 6132, sobre Expresión y Difusión del Pensamiento, así como su Reglamento 824, de la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía, documentos totalmente obsoletos.
El propio Código Penal, que trata las sanciones a los delitos “difamación e injuria” en los artículos del 367 al 376, es otra normativa desactualizada. Se aprobó un código hace varios años, en las cámaras legislativas, pero el presidente no lo promulgó por presiones de sectores conservadores que se oponen a las tres causales del aborto. (Ese es un tema aparte).
Ojalá y las nuevas autoridades, las que resultaron electas el 5 de julio, nos doten de las reglamentaciones comunicacionales necesarias, empezando sobre las redes sociales, pues las políticas internacionales de sus administradores son insuficientes y la Ley 53-07 tiene muchas limitaciones y el organismo supuesto a darle siguimiento es infuncional.